COLUMNAS DE OPINIÓN: Nos Prometieron Dignidad... y nos vendieron Gobernabilidad. El día en que Ñ Progresismo y la Centroizquierda se miró al espejo y no se reconoció: Una oda kafkiana a la metamorfosis del progresismo y la izquierda chilena.
COLUMNAS DE OPINIÓN: Nos Prometieron Dignidad... y nos vendieron Gobernabilidad. El día en que Ñ Progresismo y la Centroizquierda se miró al espejo y no se reconoció: Una oda kafkiana a la metamorfosis del progresismo y la izquierda chilena. Miguel Ángel Rojas Pizarro. Psicólogo Educacional Profesor de Historia Psicopedagogo. @Soy_profe_feliz Nos Prometieron Dignidad... y nos vendieron Gobernabilidad. El día en que el Progresismo y la Centroizquierda se miró al espejo y no se reconoció: Una oda kafkiana a la metamorfosis del progresismo y la izquierda chilena. Hubo un tiempo en que creímos que las cosas podían ser distintas. Que al fin se abría un camino real de cambios desde los movimientos sociales, los territorios, los sindicatos y las universidades. Muchos se emocionaron con la llegada de un nuevo gobierno que prometía avanzar hacia la dignidad, los derechos sociales y el fin de los abusos. Pero lo que hemos visto con el paso del tiempo no ha sido solo una decepción en la figura de un presidente. Ha sido la metamorfosis completa de un sector político que se autodefine como `de centroizquierda', pero que ha terminado pactando, retrocediendo y normalizando muchas de las lógicas que antes decía combatir. Ya no se trata de matices o diferencias tácticas. Se trata de una renuncia paulatina a principios fundamentales, en nombre de la gobernabilidad, el orden y la moderación. Se ha optado por administrar el modelo neoliberal en lugar de transformarlo. Y lo peor, lo hacen con palabras suaves, con buenas formas, pero con un efecto devastador para quienes creyeron en ellos. En este escenario, vuelve a tener sentido la escena final de la película `La Patagonia Rebelde', donde el coronel Zavala que reprimió a los trabajadores es homenajeado por los estancieros extranjeros. Le cantan «porque es un Buen Compañero», mientras él, en silencio, comprende que nunca sirvió a su patria, sino a los intereses de quienes siempre han dominado. Y lo hizo creyendo que obraba bien. Lo mismo ocurre hoy con parte del oficialismo: Se dejan aplaudir por sectores que antes los combatían, mientras se alejan de quienes los pusieron en el poder con esperanza y lucha. Contradicciones que duelen: Elogiar a Sebastián Piñera como un gran demócrata, olvidando su responsabilidad en violaciones a los DD.HH. Aprobar el TPP11, traicionando un compromiso con la soberanía y el medio ambiente. Respaldar al general Yáñez, formalizado por su rol en la represión del estallido. Impulsar la Ley Nain-Retamal, legitimando el uso desproporcionado de la fuerza. Romper con los movimientos sociales, reemplazándolos por acuerdos de élite. Abandonar la promesa de condonar el CAE. Mantener a las AFP, reforzando la lógica del lucro con las pensiones. Militarizar el Wallmapu, priorizando la represión sobre el diálogo. Criminalizar la protesta, igual que los gobiernos anteriores. Renunciar a liderar un nuevo proceso constituyente popular. Esta no es solo una crítica política. Es una interpelación ética y moral. Porque el pueblo no olvida las promesas hechas desde la calle y la convicción, y duele ver cómo se diluyen una vez se entra al palacio y se toma asiento en el sillón de O'Higgins. El poder no transforma si no hay coherencia. Lo que transforma es la convicción de mantener viva la dignidad, incluso cuando cueste caro. Y en ese sentido, el legado del presidente Jose Manuel Balmaceda o del presidente Salvador Allende siguen siendo un faro ineludible. Ellos también fueron gobierno, también enfrentaron obstáculos, traiciones y crisis. Pero jamás entregaron sus principios. Nunca se abrazaron con los que oprimían al pueblo. Ambos murieron fieles a su causa, con la Constitución en una mano y el pueblo en el corazón. Ese es el ejemplo que hoy se echa de menos en quienes dicen representar la centroizquierda.
La historia juzgará no solo a las figuras visibles, sino a todo un sector político que prefirió los aplausos del empresariado, las editoriales de la prensa tradicional y los pactos de élite, en vez de sostener la coherencia con los pueblos. Y quizás también a ellos les canten, «porque son buenos compañeros». Pero ese canto no vendrá del pueblo. Vendrá de quienes siempre han tenido el poder. Y eso, aunque lo disfracen de gobernabilidad, será siempre una derrota moral. Hoy más que nunca, invito a reflexionar con calma y profundidad sobre la contingencia nacional.
En un nuevo ciclo político que ya se asoma, con nombres conocidos y rostros renovados, urge preguntarse sin miedo: ¿ Son realmente distintos? ¿ O son los mismos de siempre, con otros discursos y nuevos trajes? Porque si no aprendemos del pasado, volveremos a votar por quienes, al llegar al poder, ya no se parecen en nada a quienes nos hablaron con esperanza. Y esta vez, el canto no será solo irónico. Será un lamento y una muerte anunciada. Por eso queridos lectores, en estas nuevas elecciones invito a la ciudadanía a no dejarse seducir por falsos cantos de sirenas. Aquellas que en los mitos hacían encallar embarcaciones contra los rocosos acantilados, hoy se disfrazan con ternos elegantes, palabras medidas y promesas vacías. Su música puede sonar dulce, pero su destino es el naufragio colectivo. Votemos con el corazón firme y la memoria despierta. Por ideas, no por rostros. Por convicciones, no por apariencias.
Porque la dignidad no se negocia, y el futuro no se construye desde la traición, sino desde la coherencia, la justicia y la verdad. «No se dio cuenta del momento exacto en que empezó a cambiar, pero al mirarse al espejo ya no era él». `La Metamorfosis', Franz Kafka..