Autor: POR ESTELA CABEZAS FOTOS FELIPE VARGAS FIGUEROA
ALEJANDRO ARAVENA "HE SIDO MUY CONSCIENTE DE MIS PRIVILEGIOS"
Hace casi cinco semandas Alejandro Aravena, 52 años, ganador del premio Pritzker en 2016, socio de Elemental y uno de los arquitectos chilenos más reconocidos en el exterior, tomó la decisión de salirse del grupo de Whats App de sus compañeros de colegio. No fue algo impulsivo.
Tras el estallido social que se vivió en Chile a partir del 18 de octubre y después de pensarlo harto, decidió que no quería seguir escuchando a sus compañeros del Colegio Alemán diciendo que “los que alegaban eran flojos”, que los que estaban mal “era porque querían” o que había “que correrle bala a todos los saqueadores”. Se aburrió también de las fake news. —A] principio quise hablarles, pedirles que fueran responsables, pero no hubo caso. Así es que me salí.
No es que no sea tolerante, dice, pero su experiencia de casi dos décadas haciendo viviendas sociales le ha dado una mirada diferente de la realidad. —¿ Entiende las demandas de la gente? —En el ámbito de la ciudad para nosotros es evidente que aquí hay una cantidad de rabia e injusticia acumulada muy grande, por lo tanto, me parece entendible el grueso del reclamo social. La cosa que contamina todo es ese mundo que vive en otros códigos y que se siente cómodo en el territorio caótico. Es la realidad en la que ha vivido toda la vida y eso, en vez de que estuviera restringido en un par de zonas de la ciudad, ahora está en todos lados: creció su territorio. Es muy importante que eso vuelva a ser controlado. Me parece que sería muy grave perdernos la oportunidad de cambiar las cosas. —¿ Ha ido a las marchas? —No, porque creo que puedo ayudar desde mi quehacer más que en la calle. A lo que sí dice Aravena que ha ido es a los cabildos que se armaron después del estallido social porque son una instancia que le acomoda.
Con Elemental le tocó organizar decenas de ellos para el trabajo que hicieron en Constitución, donde debieron definir cómo se debía hacer la reconstrucción tras el tsunami, y en Calama Plus, donde trabajaron en el Plan de Desarrollo Urbano Sustentable de esa ciudad.
También en el proyecto Somos-Choapa, en el que con los municipios de Canela, Los Vilos, Salamanca e Illapel se trabajó en el desarrollo de una provincia sustentable. —Este mes he participado en dos cabildos: en el Parque Forestal y en el cerro Santa Lucía. Todo lo que ahí se escucha es una información muy valiosa. Creo que el punto es que en el proceso de diálogo que se viene, más que los contenidos que salgan, lo que importa es el procedimiento. Lo que le da validez y legitimidad a un proceso de participación, según nuestra experiencia, es la manera en que se conduce.
El procedimiento es muchas veces más significativo que el contenido. —¿ Le preocupa que aún no se pongan de acuerdo en la paridad de mujeres o si va a ser con cuota indígena para la Comisión Constituyente? —La pregunta es si eso lo están acordando en un grupo que tiene legitimidad.
Creo que los El arquitecto, que ha construido viviendas sociales y que ganó el premio Pritzker en 2016, dice que en el ámbito de la ciudad le resultaba evidente la cantidad de rabia e injusticia acumulada y que entiende las demandas que hoy se reclaman. En los últimos años, junto a su oficina Elemental, organizó muchos cabildos para reconstruir Constitución después del tsunami y sobre esa experiencia afirma: “Estos procesos no son para esperar de la gente la respuesta. Sino para identificar la pregunta.
Por eso cuando vas no solo escuchas el contenido, también escuchas cuál es la emoción”. Que van a tomar las decisiones, en vez de discutir entre ellos encerrados, deberían dispersarse e ir a escuchar los 500 cabildos que están ocurriendo hoy en día. Y una vez que hayan escuchado, reportan lo que escucharon y eventualmente toman esa decisión.
Aravena dice que incluso hoy es más fácil porque los cabildos están sucediendo espontáneamente, no hay que organizarlos, como les tocó hacer a ellos. —Los hicimos con Tironi, que es el que tenía la metodología para poder armar todo y juntar la información.
En su experiencia, cuenta, hay algunos puntos que fueron claves para lograr que su trabajo fuera exitoso. —Hay que entender que un proceso de participación no es para esperar de la gente la respuesta, es para identificar la pregunta.
Por eso cuando vas a estos lugares y escuchas, no solo debes prestar atención al contenido, también tienes que escuchar cuál es la emoción. ¿Escepticismo? ¿ Rabia? ¿ Esperanza? ¿ Miedo? Es importante entender entre líneas. Luego, es fundamental definir cuáles son las preguntas que esperan que se contesten después en ese proceso constituyente. Separar el qué del cómo. En el caso de las viviendas sociales, por ejemplo, nosotros definimos que una familia de clase media puede vivir razonablemente bien en 80 metros cuadrados. Ese es el qué. ¿Cuánto podemos entregar? 40 metros. Y ahí viene el cómo lo hacemos. En ese caso se nos ocurrió hacer un diseño que permitiera llegar algún día a ese potencial del que hablamos. Eso, según él, podría funcionar en vivienda, pensiones, salud, sueldos y un largo etcétera. —Esperaría que las mentes más brillantes del país acordaran el qué y luego se enfocaran en el cómo inmediatamente. Porque si desacoplo el qué y el cómo, solo discuto lo primero y ahí me quedo. Luego agrega: —Lo que a mí me parece que ha faltado aquí es que los incumbentes de esos reclamos, de ese qué que se está reclamando, no han hablado.
No se ha escuchado nada de la asociación de AFP, nada de la asociación de bancos, de las isapres (... ). Pasaron al silencio total y eso me parece que es muy violento. —¿ Y qué esperaría que dijeran?—Por ejemplo: “¿ Y cómo lo hacemos?”. Si hay mentes capaces de pensar un sistema que produce este nivel de lucro, margen, privilegios, cómo no van a poder, dada la pregunta que tenemos, ser creativos también. Si de esta tenemos que salir todos juntos.
Y tal es la transparencia que pide, que, dice, también le gustaría saber “qué aprendieron Lavín y Délano después de haber ido a clases de ética”. —Cuando un alumno toma un curso da una prueba para saber qué aprendió. En este caso sería igual. DIA Alejandro Aravena está sentado en la sala de reuniones de la nueva oficina de Elemental, ubicada en el piso 29 de la torre Santa María, en el borde de Providencia. El lugar es un enorme espacio, con grandes ventanales que dan al sector oriente de la capital y donde no hay ninguna pared.
Las catorce personas que trabajan están ubicadas en largos mesones, con computadores de última generación enfrente. —Estas semanas varios no han tenido clases y la gente los trae sin problemas —dice. —¿ Para usted fue inesperado el estallido social? —No, no.
El 2012 nos invitaron a exponer en la Bienal de Venecia y presentamos el plan de reconstrucción de Constitución (PRES) y el de participación de Calama (PLUS), y el título fue “El imán y la bomba”. En él se hacía referencia a esta doble condición de la ciudad, que por un lado atrae a miles de personas con la expectativa de mejorar su calidad de vida, porque hay más oportunidades de acceso a trabajo, salud, educación, transporte y recreación. Y, por otro, la escala, la velocidad y la escasez de recursos con la que se responde a esta migración es tan baja, que no se puede hacer bien.
Y cuando no le ofreces una alternativa de instalación digna a la gente, no dejan de venir, pero van a vivir en pésimas condiciones. —De hecho, en los últimos años han aumentado los campamentos. —En 201 en Chile habíamos logrado llegar a 27 mil familias viviendo en campamentos, que es bastante poco, pero hoy hay 47 mil. En ocho años hemos doblado la cifra, lo que es muy preocupante porque para llegar al nivel del 2011 nos demoramos 30 años.
El problema de la informalidad de la vivienda, dice, no es solo dormir en la intemperie, “en realidad es que no eres ciudadano, no hay registro de que seas dueño del suelo donde estás, por lo tanto, eres invisible a una cantidad de sistemas que te hacen ser ciudadano y además de que no cuentas con servicios básicos.
En términos sociales simplemente no existes”. Para Alejandro Aravena uno de los problemas que llevó al estallido social es que en Santiago no ha habido una idea de ciudad, sino que todo se ha organizado en torno a “una simple ley de oferta y demanda” del suelo. —¿ Cuál es el principal problema de la ley de oferta y demanda cuando se habla de viviendas sociales? —En un contexto donde el grueso del problema de la vivienda se resuelve a través de un subsidio que se entrega una vez en la vida, no hay oportunidad de corregir a ese mercado. En otros ámbitos de la vida económica, la lógica de mercado implica que si te compras un televisor y te sale malo, la próxima vez no te vas a comprar esa marca, hay un castigo.
Pero en el caso de la vivienda no existe la próxima vez. —d¿ Está proponiendo que debiera existir esa posibilidad? —Creo que hay que regular ese mercado porque no es capaz de autorregularse (... ). Si el mercado espontáneamente no es “No se ha escuchado nada de la asociación de AFP, de la asociación de bancos, de las Pasaron al silencio total y eso me parece que es muy violento”. Capaz de generar las oportunidades que son las que hace venir a la gente a la ciudad, entonces es el Estado el que debe encargarse de que esas oportunidades estén al menos distribuidas homogéneamente en el espacio. Porque cuando se deja que sea el mercado el que lo genere, eso no ocurre nunca.
La evidencia es la ciudad en la que vivimos. —¿ Qué respuesta se necesita para la demanda que existe hoy? —La suma de acciones individuales, por bien intencionadas que sean, es incapaz de cuidar o garantizar el bien común.
A mí me entregan un subsidio de mi casa y yo puedo tratar de hacer lo mejor que puedo —pintarla, arreglarla—, y puede haber un montón de vecinos que hagan lo mismo, pero eso no significa que entre todos vayan a producir esa ciudad que tiene oportunidades, que tiene trabajo, educación y salud. Un conjunto de casas bonitas no necesariamente genera un barrio bueno si nadie lo planifica. Ese es parte del desafío en Chile para el tipo de demanda 2.0 que tenemos frente a nosotros hoy.
Un cambio que propone es que debe haber una variación en la forma en que se ve la inversión pública. —A propósito del tema del transporte, que fue tan fundamental en el inicio de este conflicto, cuando tú decides hacer un corredor de transporte y lo ingresas al sistema de evaluación pública para ver la rentabilidad social de ese proyecto, lo único que se mide es si para ir del punto A al B redujiste el tiempo de traslado. No hay ninguna otra variable que importe: si bajaste la tasa de accidentes, si un barrio que estaba desconectado y era peligroso y ahora lo conectaste y dejó de ser un lugar terminal, por ejemplo. Todo esto es invisible en la manera que tenemos hoy de evaluar cómo se invierten las platas públicas. Y además todo está organizado sectorialmente, por ministerios encargados, entonces nada conversa con nada. El caso de la ciudad de Medellín en Colombia es totalmente distinto, dice.
Ahí existe la EDU, que es la Empresa de Desarrollo Urbano, una única entidad que maneja el transporte, el agua y los servicios básicos, además de la construcción de casas, entre otras cosas. —Ellos tienen la capacidad de entender la ciudad como un organismo sofisticado que requiere una mirada transversal y no sectorial. La EDU es una entidad con un claro nivel de autonomía y, sobre todo, lo que hay ahí es gente muy capacitada, porque estás a cargo de un problema difícil que es la ciudad. DIA Alejandro Aravena fue profesor adjunto de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica a los 23 años. —En esa época los alumnos me encontraban pesado. Imagínate si a quienes les estás haciendo clases tienen más o menos tu misma edad y tienes que poder marcar algún tipo de noción de respeto; debo haber sido bastante pesado. Parte todavía de lo que me persigue es que hubo gente que lo pasó muy mal conmigo como profesor —recuerda. Luego le encargaron hacer el edificio de la Facultad de Matemáticas de su universidad. —Me acuerdo de haber vivido en la obra. De nuevo, si te dan la oportunidad la tomas como puedes. Dice que así ha sido su vida. —Yo siempre he sido muy consciente de mis privilegios. Y entendiendo que el privilegio es algo que no tendrías por qué suponer que te va a llegar, una vez que alguien te da una oportunidad, no la sueltas. El primer proyecto social que hizo Alejandro Aravena en Chile fue la Quinta Monroy, unas viviendas sociales que hoy están emplazadas en medio de Iquique. Esto partió como una iniciativa académica en Harvard en 2001, donde él hacía clases, y terminó transformándose en proyecto profesional en 2003. Se entregó a las familias en 2004, —Cuando empezamos a trabajar en el contexto de la Universidad de Harvard, las viviendas sociales era un tema que ni siquiera era considerado arquitectura.
De hecho tratamos de publicar los resultados de ese taller que nos parecían que eran buenos en la revista de Harvard, pero el director nos dijo que no porque no consideraba que eso fuera arquitectura. —¿ Nadie le daba valor a buscar una manera mejor de vivir para las personas de escasos recursos?—Yo diría que era peor que eso, porque ni siquiera yo tenía idea que se podía hacer algo así. Porque si yo hubiera tenido claro que había que hacer viviendas sociales y después no me resultaba, por lo menos habría estado bien encaminado. Lo que pasó es que ni siquiera sabía que podía hacerlas. —¿ Y qué pasó entonces? —Fue vergúenza propia.
Me tocó llegar a Harvard y darme cuenta que el 60 por ciento de lo que se construía en Chile tenía algún tipo de subsidio y yo no sabía lo que era un subsidio, me dio vergúenza de mí mismo. En esa época yo no era suficientemente consciente de la posibilidad que tenía la profesión que había estudiado.
Hoy, un tercio del trabajo que realizan en su oficina Elemental tiene relación con viviendas sociales, los otros dos tercios van desde un museo en Qatar, la sede del BID en Buenos Aires y un edificio en el centro de Lisboa, entre otros. Después del Pritzker en 2016, ese mismo editor le dijo que quería publicar su proyecto. Él le respondió que no. —Hoy no creo que ese sea el lugar donde hay que publicar eso, porque no estamos tratando de convencer a otros arquitectos de que lo hagan. Lo que hay que hacer es convencer a la sociedad de lo importante que es invertir en diseño en viviendas sociales.
Entonces el arquitecto vuelve a hablar de las viviendas sociales y cuán poca cabeza se le pone a ese tema acá en Chile. —Yo entiendo lo que está pasando ahora porque nosotros desde el ámbito que nos tocaba trabajar nos sentíamos medios impotentes tratando de corregir una cuestión en la periferia o la superficie, cuando aquí en realidad había un problema estructural. Desde que partió Elemental nos dimos cuenta que lo que hacíamos no era la regla, sino la excepción. Todo nuestro trabajo desde 2001 o 2003 en adelante es cómo hacemos para que esto deje de seguir siendo esa excepción interesante por lo que incluso te ganas premios. Alejandro Aravena se detiene, guarda silencio un momento y luego dice: Ojalá esto se pueda transformar en la norma ahora. $