Autor: Victor Hernández Sociedad de Escritores de Magallanes
Roque Esteban Scarpa, uno de los mayores difusores de la cultura que haya tenido nuestro país en el siglo XX
111 de enero de 1995 nos enteramos de la muerte en Santiago, de este gran intelectual magallánico, poeta, ensayista, profesor, crítico literario, pero, por sobre todo, uno de los mayores difusores de la cultura que haya tenido nuestro país en el siglo Xx. Tuvimos la oportunidad de conocerlo en una de las tantas visitas que hizo a Punta Arenas.
En abril de 1984, además de compartir con sus viejos amigos que integraban la Sociedad de Escritores de Magallanes, se dio el tiempo para recorrer su querido Liceo de Hombres, donde brindó en el salón de actos del establecimiento una charla magistral, dirigida a alumnos y docentes. En aquella ocasión, junto con hacer un recuento de su propia actividad literaria, nos instó a que debíamos prodigarnos en los estudios, ser tenaces, a luchar contra la adversidad. Hacía unos años nomás, el maestro había obtenido con toda justicia y mérito, el Premio Nacional de Literatura. En aquel entonces, nosotros ignorábamos quien era este gran personaje de la vida cultural y literaría, a quien de adulto, hemos tenido que leer y estudiar.
Nos queda la terrible sensación de que podría faltar tiempo para dar cuenta de todo el trabajo prodigado por Roque Esteban Scarpa y en el caso que se pudiera realizar, asoma la posibilidad cierta de omitir alguna faceta inexplorada del autor.
Es aquí donde surge la duda: ¿ Cómo referirnos a la producción intelectual de alguien que dedicó más de setenta años de su vida a la producción literaria y a la divulgación de las actividades culturales? En primer, una Varias de las ideas que sustentan la primera parte de esta reseña las extrajimos de la disertación brindada por el mismo Roque Esteban Scarpa, grabada en cinta magnetofónica el 2 de octubre de 1976, punto de partida que dio inicio al ciclo de publicaciones ¿ Quién es quién en las letras chilenas? de la Agrupación Amigos del Libro, esfuerzo cultural que se tradujo en la impresión de 47 pequeñas biografías de escritores chilenos por las editoriales Nascimento y Pacífico, entre 1976 y 1985.
Una característica de cada uno de los opúsculos era que el autor respectivo, recreaba su infancia, comentaba en qué momento se había producido su llegada al mundo de la literatura y cómo el amor por las letras le acompañaría a lo largo de su vida.
La colección, además de mostrar el perfil humano y hasta mundano de los escritores, buscaba de una manera sencilla, acercar a los jóvenes con la lectura, con la idea de que los escritores aún los más importantes, eran gente común y corriente, que debieron superar todo tipo de contratiempos para concretar sus sueños literarios.
La ponencia de Scarpa y la de otros cuatro escritores magallánicos (Pepita Turina, Nicolás Mihovilovic, Enrique Campos Menéndez y Eugenio Mimica Barassi) fue reproducida en un nuevo texto denominado ¿ Quiénes somos? impreso por la editorial Nascimento en 1983, el cual, incluye un estudio a modo de introducción, del académico -el también magallánico Ernesto Livacie Gazzano-, con comentarios acerca de cada uno de los autores enunciados.
En el caso de Roque Esteban Scarpa, el prologuista hace hincapié en una cualidad que algunos pensadores como Baltasar Gracián (1601-1658), llaman “inmensidad psicológica” oel ser más que lo comúnmente abarcable, el poder ser conocido sin ser por eso agotado, y que en el caso del autor magíallánico se evidencia en su capacidad para condensar en un todo armónico, pensamiento, estudio, reflexión y método.
Ernesto Livacic enfatiza además, una característica que atraviesa toda la obra de Scarpa: su amor incondicional por Magallanes que se refleja cada vez que evoca su infancia y que, en lugar de hablar de lo agreste del o de la nostalgla geográfica, elogia el nivel cultural y las modalidades linde la zona, característica que se acentúa a medida que el autor va adquiriendo mayor reconocimiento por su trabajo creativo o visita otros lugares en el extranjero, lo que se manifiesta con mayor nitidez en algunos poemas escritos en la madurez o en los sesudos estudios efectuados sobre la estadía de Gabriela Mistral en la Patagonia. Un Roque Esteban Scarpa Straboni nació en Punta Arenas el 26 de marzo de 1914. El autor a menudo bromeaba y le otorgaba una gran importancia a este acontecimiento. Mientras completaba su premiado trabajo sobre el gran escritor alemán Thomas Mann, “Una personalidad en una obra”, descubrió la cabalística de los números. Así como el número siete condicionaba la existencia del protagonista de la novela “La montaña mágica”, Scarpa pensaba que el número veintisdis que señalaba su nacimiento, era un halo de su propia existencia. Por ejemplo, la sumatoria de las letras que componían sus dos nombres y sus dos apellidos totalizaba veintiséis. Por si fuera poco, la suma de todos los números de su fecha de nacimiento también alcanzaba a veintiséis. Su encuentro con la literatura fue casual.
Según su propio testimonio, un soleado jueves 27 de diciembre de 1922 con ocho años y ocho meses eseribió de un solo envión tres poemas, “Laura”, “Errante” y “Alma de poeta”, los que fueron publicados en mayo de 1923 en el diario “La Unión” de Argentina.
Desde su etapa de estudiante en los colegios Emma Bravo, San José y luego en el Liceo de Hombres, uno advierte el rasgo principal que lo acompañará durante toda su vida: un fervoroso conocimiento del idioma castellano, de la literatura española, particularmente del llamado Siglo de Oro y de cómo su influencia se extendió A 30 AÑOS DE SU PARTIDA “La experiencia adquirida en Punta Arenas en la creación de revistas literarias le permitió deslizarse con soltura en las actividades académicas que se realizaban en Santiago.
“Ernesto Livacic enfatiza además, una característica que atraviesa toda la obra de Scarpa: su amor incondicional por Magallanes que se refleja cada vez que evoca su infancia y que, en lugar de hablar de lo agreste del paisaj de la nostalgia geográfica, elogia el nivel cultu y las modalidades lingúísticas de la zona” y adentró en América Latina.
Bajo esta perspectiva, queda la impresión, que el trabajo creativo de Scarpa es cíclico; su erudición iniciática de Francisco de Quevedo, Miguel de Cervantes o Luis de Góngora, multará hacia los autores de la Generación del 98, Antonio Machado, Ramón del Valle Inclán, Miguel Unamuno y muy especialmente, a los de la Generación del 27, fuente principal para la publicación de su primer libro en 1935, “Dos poetas españoles: Federico García Lorca, Rafael Alberti”, saludado por el futuro Premio Nacional de Literatura, Eduardo Barrios, cuando advirtió: “Hay que recordar esta fecha y este nombre”. Posteriormente, su comprensión del campo literario se amplió a otros autores e idiomas: Marcel Proust, George Luigi Pirandello, Johann von Goethe, Max Frisch, Thomas Mann, para retornar a la comprensión de los grandes vates chilenos, Pablo Neruda, Vicente Huidobro, y sobre todo, Gabriela Mistral.
A su ingreso al Liceo de Hombres de su ciudad natal, publicó con apenas once años de edad, el periódico manuscrito “El sol de medianoche” y al año siguiente, otro al que denominó “El Imparcial”. La llegada de una imprenta al ateneo, unido al apoyo de los directores del establecimiento Luis Mardones, Héctor Gómez Matus y Alejandro Rubio, crearon un escenarlo propicio, para la elaboración de un medio de difusión escrito mensual que sellaría el devenir histórico de la institución, al decir del propio Scarpa, “con profesores recién egresados, a quienes animaban la novedad y el entusiasmo, y con algunos profesores antiguos llenos de paciencia y de sabiduría: la juventud que aprende y quiere hacer, la juventud que enseña y permite hacer y la juventud, más allá de la edad cronológlca, que se conmueve, contempla en un espejo su inquieto pasado sin olvido. La revista nació de esa necesidad y ese impulso y se llamó Germinal”. El primer número del mensuario salió a circulación el 21 de mayo de 1928. Roque Esteban Scarpa que acababa de cumplir catorce años, frisaba como director.
En sus páginas escribieron muchos jóvenes que después serían reconocidas figuras de la literatura chilena, además de Scarpa, Francisco Coloane, María Asunción Requena, que desde el Liceo de Niñas enviaba sus creaciones, las que se editaban en Germinal.
Sin embargo, muy pronto Scarpa, con algunos amigos, José Grimaldi, Wilfredo Mayorga, Mario Garay, ante las presiones de los directivos que deseaban convertir la revista en una extensión de la sala de clases, se independizaron y fundaron una nueva publicación a la que llamaron “Revelación”. Scarpa reconocería más Larde, tanto en conferencias como en diversas publicaciones, que, a diferencia de lo que ocurrió con “Germinal”, el grupo “Revelación” gozó de plena libertad creativa. Para empezar, contaron con el apoyo económico de algunos maestros que les permitió, arrendar una amplia habitación para trabajar, con muebles cedidos y biblioteca. La inclinación por el estudio sistemático del idioma y la literatura española se inició luego de abandonar la carrera de química y farmacia en la Universidad de Chile, a la que dedicó cuatro años.
Al mismo tiempo, comenzaba en 1931 una fructífera amistad con el historiador Jaime Eyzaguirre, que observó las cualidades únicas de Roque Esteban Scarpa en la destreza y el manejo del castellano, quien le confió la dirección de la revista de la Asociación Nacional de Estudiantes Católicos, donde departió jornadas memorables con Alejandro Flores, Manuel Arellano, Andrés Sabella, Eduardo Anguita, José Luis Arraño.
De aquella época, datan posiblemente muchas de las ideas que hicieron realidad, una década más tarde, la fundación del Teatro de Ensayo de la Pontificia Universidad Católica de Chile, del cual, Scarpa fue uno de sus principales mentores. La verdad es que la experiencia adquirida en Punta Arenas en la creación de revistas literarias le permitió deslizarse con soltura en las actividades académicas que se realizaban en Santlago. Consciente plenamente, de sus grandes cualidades intelectuales, finalmente, se tituló en pedagogía en castellano y luego se doctoró en literatura en la Universidad de Chile. En este punto queremos ser muy claros. Pese a su juventud, siempre mostró una línea de acción definida.
Hay en el comportamiento de Roque Esteban Scarpa, que trasunta toda su vida y su obra, un indisimulado orgullo, una marcada intencionalidad por divulgar una especie de identidad magallánica en Chile y en el extranjero -muy discutible por cierto-, que nacería con la amalgama de lenguas llegadas esencialmente desde Europa, y por el predominio de la cultura española asentada en el austro desde el siglo XVI, perpetuada por descendientes de peninsulares y sobre todo, por los cientos de primeros chilotes que se establecieron en la Patagonta, que hablaban el mejor castellano, heredado desde los tiempos en que el archipiélago dependía directamente del rey de España.
Al respecto, a veces, planteaba algunas provocativas aseveraciones: “¿ Qué provincia podía mostrar una tradición tan poderosa como la que encontrara y dejara Gabriela Mistral en 1918 y 1920? Cuatro diarios y catorce publicaciones periódicas en el primero de esos años, que se acrecentaron a 21 en el tiempo de su partida.
Ella que vino a chilenizarnos, terminó magallanizándose”. En ocasiones, —polemizaba acerca de las diferencias con los chilenos de la zona central cuando proyectaba con un aire de indisimulada soberbia, una supuesta superioridad de Magallanes: “No nos pensaban chilenos, porque nuestro lenguaje les resultaba diferente. No pensábamos en diminutivos. Para nosotros, por ejemplo, la sal era esa cosa pequeña, pero sazonadora, que bastaba enunciarla y no humillarla, haciéndole perder su esencia en la salcita santiaguina.
Nuestro idioma nos venía de España, por la gran colonia de esas tierras y por los chilotes que guardaban el tesoro mágico de la tradición insular que venía más allá de los Siglos de Oro”. Scarpa llevaba buen tiempo radicado en la capital, cuando en un lapso de nueve años, publicó varios de los libros de poesía y de ensayo, que le dieron celebridad especialmente, en el académico.
Al referido estudio sobre García Lorca y Alberti, siguió “La raya en el aire” (1937), y luego, “Poesía religiosa española” (1938), “El maestro de soledades” (1940), “Lecturas medievales españolas” (1941), “Lecturas clásicas españolas” (1941), “Lecturas modernas españolas” (1941), “Poesía del amor español” (1941); Mortal Mantenimiento” (obra premiada por la Socledad de Escritores de Chile), y “Cancionero de Hammud”, ambas de 1942. La producción literaria de Scarpa continuó con tas españoles contemporáneos.
Breve antología”, (1944), “Lecturas americanas”, (1944), “Voz celestial de España: poesía religiosa” (1944); “Odas puras”, (1949), "Letras chilenas”, (1950), “Luz de ayer”, (1951), "Poetas españoles contemporáneos” (1953), “El joven laurel”, (1953); “El libro en la mano”, (1954), "Thomas Mann.
Una personalidad en una obra” (1961) ensayo que recibió el Premio Atenea de la Universidad de Concepción y el Municipal de Literatura de Santiago; “El dramatismo en la poesía de Federico García Lorca” (1961); “Realidad y mito de un hombre cualquiera”, (1963), “El caballero andante de la poesía” (1973), “La casa de los poetas” (1974), “Una mujer nada de tonta”, (1976), “El árbol deshojado de sonrisas” (1977), “Con ansias vivas y sin mortal cuidado”, (1977), “La desterrada en su Patria: Gabriela Mistral en Magallanes 1918-1920”, (1977), Premio Municipal de Santiago, en ensayo, (1978); “La ínsula radiante” (1978), el ciclo: “No tengo tiempo”, en tres volúmenes: “El dios prestado por un día”, “Rodeado estoy de dioses”, “El ojo cazado en la red de silencio”; Premio Municipal de Santiago, en poesía, 1978; “Las figuras del tiempo: poema dramático (1979), “Ciencia de aire: poemas”, (1981), “El laberinto sin muros”, (1981), “Las cenizas de las sombras” (1992). Roque Esteban Scarpa recibió varios importantes premios y distinciones. En 1952 fue nombrado miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua. El 12 de octubre de 1953 el gobierno de España lo condecoró con la Cruz de Alfonso X el Sabio por su contribución a la difusión de la cultura y del idioma español.
En 1980 fue galardonado en Chile con el Premio Nacional de Literatura, mientras que, ese mismo año el gobierno argentino lo distinguió con la gran Cruz del general San Martín y la Academia Chilena de la Lengua lo designaba como director de la institución. Una olvidada obra de difusión Aventuramos en afirmar que la permanencia de Roque Esteban Scarpa en la Academia Literaria de la Asociación Nacional de Estudiantes Católicos (Anec) fue determinante en su labor posterior. Al deseo de escribir y publicar, agregó el trabajo constante, el juicio oportuno, la tolerancia hacia lo diverso, la necesaria evaluación de lo que se hace. “All aprendí el verdadero respeto hacia la personalidad ajena, hacia su propio camino, y el no pretender que los demás sean iguales o parecidos a uno para significar. Aprendí además, que no todo lo que reluce es bello”. En cierta medida, Scarpa prolongó y amplió lo realizado en “Germinal” y “Revelación”, en la revista de la Anec.
De todos modos, lo más significativo, fue la continuidad de una tarea que se bifurcó en la creación de talleres literarios, en la redacción de artículos semanales en la prensa nacional y en la edición de medios literarlos y de divulgación cultural; en la revista “Estudios” de la Anec; en la revista de la Sociedad de Escritores de Chile; desde la dirección de la revista Mapocho, editando ocho números completos cuando era al mismo tiempo, director de la Biblioteca Nacional.
Lo hizo también, como profesor durante veinticinco años en el Saint Georges College de Santiago incorporando la capacidad de ceder a sus alumnos, su tiempo a costa de su propia obra, para escucharles cuando lo necesitaban. Así surgieron las dos históricas antologías de “El joven laurel” (Parte Il, el próximo domingo).