Autor: JUAN RODRÍGUEZ MEDINA
¿ARTE SOLO PARA ARTISTAS? A 100 años de “La deshumanización del Arte" de Ortega y Gasset
¿ ARTE SOLO PARA ARTISTAS? A 100 años de “La deshumanización del Arte" de Ortega y Gasset DEBATE Aniversario de un diagnóstico:En 1925 habían pasado casi veinte años de la primera transmisión radial y del primer vuelo en avión, ingenios que prometían acortar distancias y acelerar tiempos, comunicar y acercar a las personas, pero que prontamente, durante la Primera Guerra Mundial, mostraron que podían ser también armas contra la humanidad.
Un siglo después, el paisaje es similar: hace dos décadas la revolución digital se globalizó y llevamos dos años entre maravillados, absortos y asustados con la irrupción de la inteligencia artificial generativa, del Chat GPT y similares. Máquinas en la nube que pueden crear textos e imágenes, que pueden hacer de Shakespeare y de Picasso, y que también se han vuelto claves en la carrera armamentística. Hace cien años las vanguardias artísticas fauvismo, expresionismo, cubismo, futurismo, dadaísmo y el emergente surrealismo ya eran parte del paisaje y hasta del orden del día. “Odiamos el sentido común y la lógica”, habían dicho los dadaístas. “Hay que liberar a la mente de todas las tradiciones que la esclavizan”, agregaron los surrealistas. “Arriba las locomotoras, esas serpientes fumadoras, las máquinas de escribir, los aviones y sus hélices: ¡ adoramos las máquinas! ”, declararon los futuristas.
Ese año, 1925, el ensayista y filósofo español José Ortega y Gasset publicó su libro “La deshumanización del arte”. El título es un diagnóstico: el arte por entonces nuevo se había vuelto ininteligible para el público: “Arte artístico”, que exigía del público una transformación de la mirada. “Si se analiza el nuevo estilo se halla en él ciertas tendencias sumamente conexas entre sí”, escribió Ortega.
“Tiende: 1º, a la deshumanización del arte; 2º, a evitar las formas vivas; 3º, a hacer que la obra de arte no sea, sino obra de arte; 4º, a considerar el arte como juego, y na-Una roca en el lugar de la escultura “Unidos en la gloria y la muerte”, de Rebeca Matte, frente al Bellas Artes. Era “Palabras mayores”, 2023, de Enrique Matthey.
A N E V A R A R O T C É HJosé Ortega y Gasset, filósofo españoly autor de “La rebelión de las masas”. valores estéticos que el pintor, el poeta y el dramaturgo, sus contemporáneos”, dijo también.
“Todo el arte joven es impopular, y no por caso y accidente, sino en virtud de un destino esencial”. En 2025, con la realidad digital, con un mercado global del arte que año a año busca o impone nuevas tendencias, ¿la deshumanización se consolida?, ¿el arte es cuestión de y para un cierto grupo humano, los artistas, curadores y académicos? ¿ Cuáles son sus desafíos en términos humanos, en términos de hacer sentido al público no enterado?“Desnudo bajando una escalera, nº2”, 1912, de Marcel Duchamp. da más; 5º, a una esencial ironía; 6º, a eludir toda falsedad, y, por tanto, a una escrupulosa realización.
En fin, 7º, el arte, según los artistas jóvenes, es una cosa sin trascendencia alguna”. “Sin darse de ello cuenta, el músico joven aspira a realizar con sonidos exactamente los mismosClaudia Campaña: “Es escalofriante la similitud y la simplificación de las imágenes que se producen actualmente”Ortega y Gasset reflexionó sobre la “desafección del público por el arte contemporáneo” de su época.
Observó “un asco por lo humano” y “un intento de fuga y evasión de la realidad”. Añadió que la mayoría no entendía el arte y sentenció que este iba “dirigido a una minoría especialmente dotada”. Escribía en 1925; es decir, quince años después de que Kandinsky creara su primera acuarela abstracta, doce años después de que Duchamp introdujera objetos cotidianos a sus trabajos desafiando con sus readymade la definición deA Ñ A P M A C N I Parte y transcurridos solo seis años desde el término de la Primera Guerra Mundial. Se vivían drásticos cambios sociopolíticos, era lógico que las artes cambiaran y se usaran para protestar y evadirse. El cambio es inherente a la vida, el arte es reflejo de su época y constantemente desafía sus propios límites. Con la aparición de la fotografía (1839) lasartes visuales se liberaron de su función mimética, abriéndose el camino para la experimentación e innovación, y el público lo resintió. El fin de la “fijación renacentista con el ilusionismo” (Clement Greenberg) hizo, efectivamente, que las vanguardias no tuvieran audiencias masivas.
A partir del siglo XX los artistas dejaron de ceñirse a una sola disciplina, adoptaron estrategias de otras áreas y luego en la posmodernidad introdujeron imágenes de la cultura de consumo y se apropiaron de las creaciones de otros(as) para modificarlas; continuaron, por cierto, incorporando a sus trabajos nuevas tecnologías, recientemente IA. En un mundo multicultural y globalizado, cabe preguntarse si es factible hablar de un gusto universalizado que satisfaga a la mayoría. La respuesta obvia es no.
Sin embargo, por esa misma globalización y porque la sociedad está cada vez más mediada por tecnologías digitales donde la adic-ción a las pantallas abunda, es escalofriante la similitud y la simplificación de las imágenes que se producen actualmente. En esta “cultura-red” no hay desafección por la imagen, lo que no significa que haya afecto por el arte. La mayoría puede producir imágenes y estamos sumergidos en una vorágine, sin precedentes, de las mismas; tanto que las observamos con suma distracción. La reflexión actual es sobre la humanización del arte en la era digital y sobre qué puede y qué debe aportar el arte visual en este contexto. Sea como sea, es importante que desde la infancia se familiarice a niños y niñas con el arte. Que este sea parte del currículo es fundamental para formar seres humanos más sensibles y empáticos, capaces de tener interés y afecto por las diversas expresiones artísticas.
Claudia Campaña, historiadora del Arte, profesora de la Escuela de Arte de la Pontificia Universidad Católica de Chile.. B Z E A B E P I L E FCarlos Peña: “El arteha arriesgado desproveerse de toda aura”El artículo de Ortega contiene dos ideas que, a pesar del tiempo transcurrido, ayudan a esclarecer la situación del arte contemporáneo. Una de ellas es la deshumanización, la otra es la tradición de la ruptura. Cuando Ortega habla de deshumanizar, como el empeño propio de lo que se llamó arte nuevo, no quiere decir que este último sea inhumano, contrario a la condición humana. Significa, en cambio, ir en contra de lo humano tal cual se lo concibió en el pasado, buscando aquello en qué realmente consistiría. De ahí que la deshumanización del arte vaya de la mano con la tradición de lo nuevo, según lo llamó Harold Rosenberg. Muchas opiniones que hoy son moneda corriente conjugan esas ideas.
Así la concepción del artista como quien vislumbra el futuro o la idea de que el arte es una exploración, una forma de develar lo que de otro modo permanecería oculto, son fruto de esas ideas que culminan en la concepción del artista como el crítico por excelencia.
Lo anterior es resultado, sin duda, del hecho de que hoy todo aparece como susceptible de ser producido, incluso el propio ser humano (que ya no se comprende solo como el productor de culturas superiores, según lo subraya Sloterdijk). Y de ahí entonces que la subjetividad se concibe a sí misma como productora del orden del mundo de manera que ya no se preserva el orden recibido, sino que se le intenta superar mediante múltiples exploraciones de todos sus sentidos posibles, que es lo que se trasunta en el arte contemporáneo. ¿Significa lo anterior que el arte alejó a la audiencia masiva y se transformó en algo de iniciados? No del todo, porque, así como hoy cualquier cosa, o casi, es susceptible de ser producida como arte, según se observa en la plástica (vale la pena recordar aquí un magnífico artículo de Vargas Llosa comentando una exposición en Londres el que tituló “Caca de elefante”), todo también es susceptible de ser exhibido y puesto al alcance de las grandes audiencias en museos, exposiciones, la calle o internet, y elevado a la categoría de obra, desde el readymade al grafiti, pasando por instalaciones enigmáticas, el video o la performance de variada índole. Todo, hasta el extremo que es difícil distinguir entre lo místico y la mistificación.
Lo que parece ocurrir entonces es que, en la búsqueda de lo humano cuyo punto de partida es hoy la negación de lo que se recibe como tal el arte, a punta de explorarlo y desacralizarlo todo, ha arriesgado también el peligro de desacralizarse a sí mismo desproveyéndose de toda aura.
Carlos Peña, rector UDP, doctor en Filosofía, ensayista y autor de “Ideas de perfil” y “¿ Por qué importa la filosofía?”. Z E R É P A N E R A C A MEnrique Zamudio: “Elarte comenzó a cuestionar quién tiene el poder de definir qué es humano”La perspectiva de Ortega y Gasset sobre el arte moderno se entrelaza de forma compleja con los eventos históricos y sociales del siglo XX. La deshumanización que él describió no solo se manifestaba en el arte, sino también en diversos aspectos de la vida social y política. A medida que el siglo avanzaba, las crisis humanitarias, como genocidios y tiranías, junto con el avance del capitalismo y la tecnología, exacerbaban esta sensación de alienación y deshumanización en muchas esferas de la vida. El arte moderno, al distanciarse de la representación tradicional y realista y enfocarse más en la abstracción, las formas y los conceptos, podría ser visto como un reflejo de estas tensiones y transformaciones.
En cierto modo, el arte dejó de ser un mero espejo de la realidad para convertirse en un campo de experimentación y crítica, donde los artistas podían cuestionar, desafiar y responder a la realidad circundante de maneras novedosas, a veces provocativas o subversivas. Esta transición también sugiere una reconfiguración del papel del artista y del público.
Mientras Ortega y Gasset señalaba que el arte moderno apelaba a una minoría intelectual, también es cierto que el arte comenzó a cuestionar activamente quién tiene el poder de definir qué es “humano” y qué constituye una “experiencia vital”. En el contexto actual, donde la tecnología y la era digital continúan transformando profundamente nuestras interacciones y percepciones, el arte sigue teniendo un papel crucial como medio para explorar, criticar y comprender nuestra condición humana. Esto abre preguntas sobre cómo las formas contemporáneas de arte pueden ayudarnos a reimaginar y redefinir lo que significa el ser humano en un mundo cada vez más mediado por la tecnología. El arte puede ofrecer un espacio crítico para reflexionar sobre las implicaciones de estas tecnologías en nuestra comprensión de la humanidad. Esto es crucial, dado que la tecnología no solo cambia lo que hacemos y cómo lo hacemos, sino también cómo nos vemos a nosotros mismos y a los demás. Enrique Zamudio, pintor y decano de la Facultad de Artes de la Universidad Finis Terrae.
A SA T I N U M A L E S I U GSandra Accatino: “Elarte de las vanguardias nos obligó a modificar nuestra mirada, nuestras expectativas”En su ensayo sobre la deshumanización del arte, Ortega y Gasset pone en el centro al espectador y la exigencia que el arte de las vanguardias impuso a su público. Para mostrar cómo este debe adecuar su mirada al nuevo arte, comparó su contemplación con la mirada de una persona que ve a través de una ventana. Se trata de una comparación llena de historia y de sentido, pues desde el Renacimiento la pintura había sido comparada con una ventana abierta, a través de la cual se ve la realidad representada. El filósofo español indicó que los espectadores de arte suelen desatender el vidrio: no vemos el vidrio, nuestra mirada pasa a través de él sin percibirlo, escribió. El arte de las vanguardias, en cambio, exige al espectador hacer el esfuerzo de detener su mirada en el vidrio: lo que debe ver es el vidrio. Entonces, la realidad desaparece y el espectador percibe el medio que hacía posible su representación. El arte de las vanguardias nos obligó a modificar nuestra mirada, nuestras expectativas. No podemos ver el vidrio y la realidad al mismo tiempo. Quise detenerme en esta comparación de Ortega y Gasset porque es muy aguda.
Por una parte, nos permite comprender la exigencia que el arte contemporáneo pone a los espectadores: debemos aprender a ver más, pero ese ejercicio de percepción y reflexión requiere un tiempo y una detención que la enorme profusión de obras en los museos, la mediatización y la espectacularidad que impone el mercado del arte muchas veces nos impiden tener.
Respecto a las obras creadas por la inteligencia artificial a partir de instrucciones humanas, estas suelen replicar aspectos formales de obras del siglo XX o actuales y, como intentan colmar de manera más fácil e inmediata las expectativas humanas, suelen incorporar elementos de realidad y efectos emotivos que, paradójicamente, van en la dirección inversa a los elementos que Ortega y Gasset había señalado como propios de la “deshumanización” del arte. Sandra Accatino, historiadora del arte, directora del Departamento de Arte de la Universidad Alberto Hurtado.
José de Nordenflycht: “Lasartes son un modo de acercar futuros”Durante el siglo que nos separa del texto de Ortega y Gasset, el encuadre del campo artístico ha tenido enormes cambios que impactaron las expectativas que las sociedades tenían respecto de lo que hacían quienes se declararon artistas entre ellas.
En medio de lo cual ha quedado una ingente cantidad de obras que, como los hechos históricos que son, no solo dan cuenta de resultados, como si fueran respuestas, sino que también de procesos, como las preguntas que dejan abiertas. Y estas últimas siempre han sido las más desafiantes, pero en ningún caso invalidan a quienes las hacen, ni menos a quienes las perciben.
Si la idea de humanidad fue amenazada por el arte, es porque esta había sido conceptualizada desde el poder que se imponía al origen y destino de la producción artística, sean de naturaleza religiosa, política o mercantil.
Hoy los medios, recursos y voluntades que posibilitan la instantaneidad y la simultaneidad de los procesos del arte logran a ratos subvertir unos márgenes tan intangibles como tangibles, si consideramos aquello que el régimen del campo artístico tolera y apropia de manera cada vez más rápida. Por lo que la pregunta que desde hace un siglo se hacen algunos conspicuos representantes de esta humanidad ¿ es esto arte? hoy no está relativizada ni impugnada, más bien la sentimos ajena y banal.
El reconocimiento de la ancestral función ritual de algunas prácticas artísticas, que hoy les hacen sentido a varias comunidades situadas en contextos de diálogos descentrados, nos permite entender a las artes como el rastro que nos dejan los que se adelantan, revelándose como lo más artificial de nuestra humanidad. Un modo de acercar futuros, ya que en su posibilidad abierta las inteligencias naturales son la base de las artificiales. Donde las primeras son tan inefables y sensibles, como algorítmicas y probabilísticas son las segundas, por lo que donde las subjetividades tributen a un colectivo, esa humanidad seguirá haciendo un arte que no sabemos.
José de Nordenflycht, doctor en Historia del Arte, director Departamento de Artes Integradas de la Universidad de Playa Ancha.. En 1925, en medio de las vanguardias europeas, el filósofo español observó que las nuevas obras, de la música a la pintura, ya no apelaban a emociones cotidianas, ya no representaban la realidad. “Arte artístico”, lo llamó, ininteligible para el público, que, entonces, debía aprender a percibir otro mundo.
Un siglo después, con la revolución digital, con un mercado global del arte que año a año busca o impone nuevas tendencias, ¿el diagnóstico se consolida? ¿ El arte es asunto de pocos? Opinan Claudia Campaña, José de Nordenflycht, Enrique Zamudio, Carlos Peña y Sandra Accatino. “Desnudo bajando una escalera, nº2”, 1912, d Una roca en el lugar de la escultura “Unidos en la gloria y la muerte”, de Rebeca Matte, frente al Bellas Artes. Era “Palabras mayores”, 2023 José Ortega y Gasset,