"En Valparaíso está todo lo mejor por venir"
“En Valparaíso está todo lo mejor por venir” Graciela Ibáñez y Paula Sepúlveda n optimista sobre el futuro de Valparaíso es Eduardo Dib Maluk, descendiente de inmigrantes sirios y libaneses que llegaron al puerto a principios del siglo XX.
Es te empresario viñamarino, de 69 años, enfocado en los rubros inmobiliario y textil —donde continúa el negocio de alfombras fundado por su padre— profundiza sobre los inmigrantes que le dieron caráctera Valparaíso en el siglo XIX, después de que la Primera Junta de Gobierno declarara la libertad de comercio en 1811. A apertura gatilló un proceso de inmigración que se daría con fuerza durante la segunda mitad del siglo XIX.
“Acá, generaciones de ingleses principalmente y después de alemanes, italianos, españoles, franceses y árabes, que son las colonias principales, le dieron cara a una ciudad única en el mundo”, dice Dib, ingeniero comercial de la Escuela de Negocios de Valparaíso, hoy Universidad Adolfo Ibáñez, en medio de las obras que le están dando vida a su proyecto Destino Este empresario viñamarino, conocido por el negocio de alfombras que fundó su padre en los "50, apuesta por revivir el Valparaíso del siglo XIX con “Destino Valparaíso”. Ubicado en la antigua sede del Colegio Alemán, el proyecto tiene 5.500 metros cuadrados, de los cuales un tercio estará destinado a un museo sobre la inmigración. Valparaíso en el Cerro Concepción, lugar donde se establecieron las dos colonias más poderosas del puerto: la británica y la alemana.
Entre los rubros que caracterizaron a los inmigrantes, Dib menciona las panaderías entre los españoles, los emporios entre los italianos, la costura y los hoteles entre los franceses y la industria y las finanzas, así como los deportes, entre los británicos.
“Eso es lo que nosotros vamos a replicar acá”, dice sobre los paneles temáticos que tendrá el Museo del Inmigrante, que ocupará un tercio de los 5.500 metros cuadrados de “Destino Valparaíso”, Agrega que será un museo interactivo, digital y que se basará en audios más que en objetos.
Tendrá un espacio para mostrar cómo era el cruce por la Cordillera de los Andes para los que llegaban a Valparaíso en mula, tras desembarcar en Buenos Aires, y otro para ver cómo era el paso por el Cabo de Hornos para los que llegaban en barco.
También habrá un espacio para la maestranza de Lever € Murphy, fundada por británicos y que operó entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX en el balneario de Caleta Abarca, donde hoy está el hotel Sheraton Miramar.
El edificio, construido en distintas etapas por la comunidad alemana de Valparaíso, fue la sede del Colegio Alemán desde 1870 hasta 1985, cuando los daños provocados por el terremoto de 1985 obligaron a los alumnos a asistir a clases en la sede de Viña del Mar, En 2016 Dib compró el inmueble, declarado monumento histórico por el Consejo de Monumentos Nacionales. —¿Cómo surgió la idea de hacer un museo sobre los inmigrantes? —Yo soy hijo de inmigrante. Mi padre nació en El Líbano. Mi abuelo materno es sirio, lo sacaron a los 12 0 14 años y lo lanzaron a Chile en una travesía heroica. Ti da la familia Maluk se vino a Chile. Nadie emigra porque quiere. Turquía dominaba Medio Oriente y sacaba a los jóvenes árabes a pelear en su guerra con los macedonios. Entonces las familias se atacaban y largaban a los jóvenes a las bodegas de los barcos. Y los sacaban a Génova, a Marsella, a Cádiz. Llegaban a Buenos Aires, cruFOTOGRAFIA SEBASTIAN CISTERNAS /ATON zaban toda la pampa y después cruzaban a lomo de mula la Cordillera. Otras veces venían por el Cabo de Hornos. Y llegaban a esta ciudad que era una perla, querían hacer sus vidas y sus familias acá. Gente que no tenía el idioma, que tenía otras costumbres y cultura y que, sin embargo, supo adaptarse al medio local. Entonces, yo siempre he pensado que uno tiene la responsabilidad histórica de que no se pierda ese recuerdo, porque ayudó a configurar el Valparaíso moderno. Es una ciudad que lamentablemente no alcanzamos a ver completa, porque los terremotos la han destruido. Era un lujo, probablemente, la mejor ciudad de la costa sudamericana. Era lo mejor que había por la propulsión de los inmigrantes. El Valparaíso hasta antes de que llegaran los ingleses en las postrimerías de la Independencia era una caleta. Y se empieza a transformar en una ciudad europea, en una etapa gloriosa que duró más de 100 años. La potencia económica nace por el salitre. Si los ingleses no descubren el salitre y no lo exportan al Reino Unido, Valparaíso no hubiera sido lo que es. Es como lo que pasa hoy día con el cobre. Si Chile no tuviera el cobre, sería un país de quinta categoría. —El salitre, de la mano de los ingleses, permite el surgimiento de Valparaíso. —Total. El salitre es el detonante.
Alrededor de 1850 se despacharon 3.000 barcos con salitre. ¿Te das cuenta lo que son 3.000 barcos? Son 10 barcos diarios de salitre, Está en la historia de David Woods, que es la base del museo. Cuando nació la idea, encontré un libro que salió en Artes y Letras de “El Mercurio”. El libro se llama “Destino Valparaíso. Pioneros Europeos en la Costa Oeste de Sudamérica”. Y dije “aquí está el relato”. —Por eso el nombre "Destino Valparaíso” a su proyecto. —Exacto, por eso. Yo adopté el nombre. Es súper bueno el libro. Ahí está todo el bagaje histórico de lo que pasó. —Mientras los británicos se dedicaban a la industria del salitre, ¿en qué estaba la comunidad árabe? —Estaba en los textiles. La comunidad árabe siempre fue de tejer y comerciar. Y es lo que ha hecho mi familia durante más de un siglo, porque en Medio Oriente lo que es tejido y vestuario es súperapreciado, incluidos los tejidos para el hogar como las alfombras. Nosotros hemos pasado dentro de la familia paterna y materna por tejidos de chalecos, tela para forros de chaqueta, venta de casimires y confección de pañuelos, frazadas y cubrecamas. Hoy día estamos en el tema de las alfombras, así que nuestro ADN es de textiles. Y, en general, los árabes tenían paqueterías.
“El Líbano está sufriendo un castigo horroroso” —¿ Qué siente cuando en las noticias ve que Israel está bombardeando Es inherente a la inmigración mojar un poco más la camiseta, porque hay una obligación de armar familia, de dar empleo... Uno no emigra para que le vaya peor que lo que estaba” No existen empresas exitosas en comunidades que están atribuladas” el Líbano? —Lo encuentro atroz, realmente terrible. Tengo origen libanés, pero soy completamente chileno: nací acá, estudié acá, hice mi familia acá. Pero me duele mucho lo que pasa en el Líbano. El Líbano era un país que tenía unos equilibrios políticos y religiosos que se fundamentaban en que tenían que convivir las dos religiones que había, que eran la católica con la musulmana. Eso se alteró cuando los palestinos musulmanes comenzaron a establecerse en el Líbano por todo su problema con el establecimiento del Estado de Israel. Por lo tanto, se alteraron los equilibrios sociales y etarios del país. Y se transformó el Líbano, un país que era mayoritariamente católico, en un país mayoritariamente musulmán. Y musulmán con equipos militares que se trenzan con el Estado de Israel por las razones que todos conocemos. Por lo tanto, hoy día, el Líbano está sufriendo un castigo horroroso por parte de Israel, siendo que era un país totalmente neutro, católico y que estaba fuera del conflicto entre palestinos e israelíes. Hijo y nieto de sirios y libaneses, ¿ qué tiene usted de inmigrante? —Tengo las ganas de surgir, de hacer cosas. El inmigrante llega muy precario. Basta ver cómo están llegando los inmigrantes actuales a Chile, que no es el objeto de este museo, entre paréntesis. Lo que sí es que venían con muy buena base y educación, en general. Y me refiero a todos los inmigrantes, no solamente a los árabes. Migra gente talentosa, gente que quiere mejorar sus condiciones de vida. Y no va a cejar hasta poder hacerlo. Es inherente a la inmigración mojar un poco más la camiseta que lo normal, porque hay una obligación de armar familia, de tener una casa, de dar empleo, de que le vaya bien a uno. Uno no emigra para que le vaya peor que lo que estaba.
Ese es un legado que hay que transmitir. —La UNESCO declaró la zona histórica de Valparaíso como Patrimonio de la Humanidad en 2003. ¿Cómo era cuando usted era niño, en los años 60 y 70? —Era una ciudad entretenidísima. Me acuerdo que los papás lo traían a uno porque el comercio de veras estaba en Valparaíso, no en Viña. Nos traían a ver la Navidad acá, donde estaban las vitrinas maravillosas. Y estaba lleno de gente elegante. Toda la gente vestida con corbata. ¡Era de una prestancia! Financieramente era todavía muy importante. Estaba la Bolsa de Comercio. Los bancos tenían sedes principales. Había compañías, como la CCU, que tenía su casa matriz acá. Incluso Viña del Mar, desde la CRAV (Compañía de Refinería de Azúcar de Viña del Mar) a toda la parte de El Salto, estaba llena de industrias. Ese patrimonio se perdió por la centralización. Chile se empezó a centralizar cada vez más y, por lo tanto, nuestros mejores talentos se fueron a Santiago. Y lo más catastrófico que le puede pasar a una sociedad es que sus talentos emigren. “Hemos tenido un alcalde pésimo, que ha destruido Valparaíso” —Hubo elecciones municipales y de gobernador este año. ¿Qué le pediría a las nuevas autoridades de la zona? —Seguridad. Valparaíso está hoy día en el fondo del hoyo. Hemos tenido un alcalde pésimo, y lo digo en todas sus letras, que ha destruido Valparaíso. Una casa en Valparaíso hoy día vale la mitad de lo que costaba ocho años atrás. Eso significa deterioro en la calidad de vida de la gente. A uno le duele ver Valparaíso tan mal, pero de hoy en adelante todo lo mejor está por venir. Tenemos una alcaldesa, Camila Nieto, que estuvo acá, que le encantó el proyecto y que quiere interactuar con el sector privado de manera de levantar Valparaíso. Es la única forma.
Si nosotros logramos despejar el tema de la seguridad en los lugares patrimoniales, Valparaíso puede ser un boom turístico inagotable, como son todas las ciudades que son Patrimonio de la Humanidad y que tienen un casco histórico que mostrar. —Usted se ha negado a hablar de los montos invertidos en la restauración del edificio del antiguo Colegio Alemán. ¿A qué se debe esa reticencia? —Porque no me gusta. Estos son bienes filantrópicos, que la gente que decide hacerlo, lo hace y se queda callada. Yo he aceptado las entrevistas porque hay que comunicar el proyecto. Está el compromiso de administrar este museo como una empresa. No es un funcionamiento cultural puro. Tiene que ser autosustentable y autofinanciable. Y no depender, como todos los museos de este país, de fondos públicos. O no depender mayoritariamente de ellos. No hay ninguna posibilidad de recuperar lo que se está invirtiendo.
La obligación primera es que a la gente le encante y que esté dispuesta a venir y a gastar. —Usted estudió en un colegio británico, el Mackay, y en la Escuela de Negocios de Valparaíso, hoy la Universidad Adolfo Ibáñez. ¿Qué impronta le dejó su educación? —Ah, lo mejor que me ha pasado. Por un lado, estaba la disciplina y el rigor de un colegio británico. Si uno decide emprender, tanto más importante que la idea, que las ganas, es hacerlo con persistencia. Y el trabajo es rigor. Y de la universidad, la visión del mundo, que no era una visión tecnicista. En ese entonces teníamos 10 semestres de ramos de humanidades. Y eso hacía que a uno se le abriera la cabeza y pudiera interactuar con el mundo. El poder acoger visiones y plasmarlas ala vida empresarial, a la vida política, hace una diferencia completa. Este espacio es un poco el resultado de eso, el resultado de hacerse responsable de funciones sociales que van más allá de los negocios. No existen empresas exitosas en comunidades que están atribuladas.