Editorial: Los dolores del comercio local
Editorial: Los dolores del comercio local El Día del Comercio es una fecha oportuna para abordar la preocupante situación en que se encuentra el comercio tradicional de Chillán, particularmente las pequeñas y medianas empresas que dan vida al centro de la ciudad, pero que hoy parecen languidecer. El fenómeno queda en evidencia al observar locales comerciales vacíos en las principales arterias del centro, inmuebles que muchas veces cuesta arrendar por los elevados valores que fueron heredados del boom de los casinos populares.
Sin embargo, el valor de los arriendos no es el único factor, ya que para muchos inversionistas esta zona de Chillán ha perdido su atractivo de la mano del incremento del comercio ambulante y la percepción de inseguridad, un proceso que también han experimentado otras urbes, pero que en la capital de Ñuble no se había manifestado con fuerza gracias a la fuerte influencia del mall Arauco, que constituye un polo de atracción comercial en sí mismo.
Lamentablemente, la fuerte competencia desleal que representa la venta ilegal o informal, que se despliega tanto en las veredas como en las plataformas digitales, con escaso control o fiscalización, ha provocado un grave daño al comercio local, que, a diferencia de los informales, paga patentes e impuestos, recauda IVA, genera empleos formales, brinda garantía por los bienes y servicios y contribuye al desarrollo económico local. Pero, curiosamente, la autoridad comunal persiste en entregar permisos provisorios o hacer la vista gorda frente a una situación que no afecta solo al comercio, sino que a toda la ciudad.
En ese sentido, parece un mal chiste que, cada vez que se acerca una fecha de altas ventas, como el Día de la Madre o la Navidad, que es cuando los comerciantes establecidos aspiran a revertir los malos números, en el centro florecen los ambulantes sin ningún tipo de freno.
Dada esta situación, no debe sorprender que surjan nuevos polos comerciales que rivalicen con el centro, lo que, si bien contribuye a desconcentrar la oferta de bienes y servicios en la ciudad, también es un síntoma de la pérdida de atractivo del centro.
El outlet Vivo en avenida Vicente Méndez o los “strip center” en el sector Quilamapu constituyen ejemplos de una suerte de “migración hacia el nororiente”. La vida del centro de Chillán está estrechamente ligada a la buena salud del comercio local, y hoy el comercio tradicional necesita una cancha pareja para competir, certezas para invertir y menos trabas para crecer.
Es cierto que el escenario económico no es muy favorable, con indicadores de consumo que recién se están recuperando en la región, y que dan cuenta de mucha cautela en el gasto de los hogares; sin embargo, esta crisis también es una oportunidad para promover acciones que fortalezcan al sector, por un lado, abordando en forma seria y con resultados el problema de la venta ilegal callejera; y por otro lado, mejorando el acceso a financiamiento de las pequeñas y medianas empresas para invertir en capital de trabajo o en su modernización.
No hacer nada será condenar al centro de Chillán al mismo ciclo que han experimentado otras urbes, donde las cortinas metálicas cerradas son la regla y los casinos ilegales y los toldos azules dominan el paisaje.. El fenómeno queda en evidencia al observar locales comerciales vacíos en las principales arterias del centro, inmuebles que muchas veces cuesta arrendar por los elevados valores que fueron heredados del boom de los casinos populares.
Lamentablemente, la fuerte competencia desleal que representa la venta ilegal o informal, que se despliega tanto en las veredas como en las plataformas digitales, con escaso control o fiscalización, ha provocado un grave daño al comercio local. EDITORIAL