Autor: LA VISITA
Exembajador Héctor Riesle cuenta sus peripecias para conseguir que el Papa enviara una misión de paz
Exembajador Héctor Riesle cuenta sus peripecias para conseguir que el Papa enviara una misión de paz que usted fue nuncio allá y lo conoce mejor que yo. Y Rusia está presionando”. Le respondió: “Quedemos aquí”. Eran alrededor de las dos de la tarde. Salió tranquilo, pensando que solo le quedaba esperar. A eso de las 17 horas lo llamó el padre Aldo Cavalli, que era quien llevaba los escritorios de Chile y Argentina. “¿Podría venir a ver a monseñor Casaroli mañana?”. Al día siguiente, Héctor Riesle llegó a las 10:00 horas. Entonces el futuro cardenal le propuso el envío de una misión de paz. Su tarea estaba cumplida. De lo que recuerda, monseñor le hizo tres preguntas: primero, si alcanzaba a estar en Italia para el cumpleaños de su hermana, que era en los días siguientes, a lo que le contestó que no.
Segundo, si como mediación ¿ querían unos buenos oficios? Riesle le dijo que no, que “una mediación propiamente dicha”. Y, por último, si a Chile no le incomodaba que él viajara en un avión de Aerolíneas Argentinas, que era el primer vuelo disponible. Le contestó: “Para nada, Eminencia, todo lo contrario. Si nosotros no somos los que vamos a invadir.
Lo que necesitamos es que usted llegue allá lo antes posible”. OIRUCREMLEHéctor Riesle, exembajador de Chile anteUn llamado del entonces canciller Hernán Cubillos puso al embajador en el Vaticano, Héctor Riesle, en un rol crucial al borde de la guerra con Argentina. Lo recuerda hoy, a sus 81 años, como si fuera ayer después de 46 años. Me metió el excanciller Cubillos. De repente falló la reunión en Buenos Aires, los argentinos se echaron para atrás en el último momento. Cubillos me llama muy corto y me dice: “Aquí todo ha entrado en crisis. Tienes una semana para meter al Papa entre ellos (los argentinos) y nosotros; si no, hay guerra”. Llamó inmediatamente al cardenal Agostino Casaroli, que era el presidente para asuntos públicos de la Iglesia. Y partió al Vaticano. Eran las 9 de la noche. Íbamos pasando frente al castillo SantAngelo y el auto, que era nuevo, se paró. Hay gente que dice que el diablo molesta en esas cosas De ahí al Vaticano hay cuatro cuadras. Llegamos de a pie, y me reuní con Casaroli. Lo noté complicado por el asunto. Primero, si fracasaba una mediación de la Santa Sede entre dos países católicos, la Santa Sede quedaba mal. Segundo, creo que también lo complicaba que era muy claro el interés ruso por empujar la guerra. Entonces, si entraba la Iglesia tan fuertemente a parar la guerra, se le iban a complicar todas sus relaciones con Europa oriental y con los países socialistas. Yo tenía que buscar la forma de llegar más directamente al Papa.
Decidió visitar al sustituto de la secretaría de Estado, monseñor Eduardo Martínez Somalo, futuro cardenal, con quien tenía muy buena relación y que dos veces a la semana recibía a los embajadores por orden de llegada. Más allá del protocolo, decidí plantearle las consecuencias de lo que iba a pasar.
“Les he estado pidiendo que ustedes hagan algo, pero todavía no pasa nada y si no hacen algo, en tres días vamos a tener guerra”. Y le expliqué bien la clave de este punto, porque no había ninguna duda de que nosotros teníamos todo el derecho (refrendado por el laudo arbitral), pero había que explicar las cosas en términos políticos.
Le detalló las fortalezas relativas de los dos países, pero al final, independiente de quién ganara o perdiera, le dijo que los dos países iban a quedar destruidos “y lo peor es que es altamente probable que se va a extender el conflicto por América Latina.
Lo que va a pasar es que es muy probable que, atacándonos Argentina, las presiones proguerra en Perú y Bolivia van a ser muy fuertes; Perú y Ecuador con un conflicto latente, y no le voy a explicar el problema entre Colombia y Venezuela por-. la Santa Sede.