La estrategia de Trump
La estrategia de Trump E N F O Q U E S I N T E R N A C I O N A L E S Las jugadas del mandatario Es ya casi un lugar común decir que Trump, como hombre de negocios, utiliza las mismas herramientas de las transacciones comerciales en los tratos políticos. Que sus armas preferidas son la coerción y las amenazas, de manera que su contraparte claudique ante sus exigencias, para llegar a un acuerdo. Su estilo provocador --primero ataca, luego negocia-sorprende y desconcierta. Con Zelenski le ha resultado difícil, quizás porque es la supervivencia de su país la que está en juego. Con México funcionó, y rápido.
Después de años que EE.UU. exigía la extradición de varios peligrosos capos del narcotráfico, entre ellos el responsable del asesinato de un agente de la DEA en 1985, México entregó a 29 líderes de las mafias.
Frente a la amenaza de Trump de imponer aranceles de 25% a las importaciones y el anuncio de que los carteles mexicanos estarían en la lista de organizaciones terroristas (lo que podría implicar acciones militares transnacionales), Claudia Sheinbaum reaccionó airada defendiendo la soberanía de su país, pero en unos días cumplió lo que Washington venía pidiendo hace rato. Otra exigencia de Trump, controlar la migración, también ha tenido efecto: más guardias en la frontera y menos personas que intentan ingresar ilegalmente a EE.UU. No hay consenso entre analistas sobre cuál es la verdadera estrategia de Trump en política internacional.
Para el entorno presidencial es clara la intención de enterrar la política seguida por Joe Biden, que considera fue "un desastre". Los objetivos tradicionales de la política norteamericana, promover la democracia y el libre comercio, desde la Segunda Guerra Mundial han estado apoyados en un orden internacional que se rige por reglas y normas. Pero para Trump eso solo vale si son de interés para EE.UU. y obtiene ganancias tangibles. En el caso de la OTAN, no hay un concepto estratégico, la defensa del mundo libre tiene un costo y no está dispuesto a financiarlo. "Si quieren nuestra ayuda, deben pagarla", sería el lema. Negociar con la Rusia del autócrata Putin, y ejercer presión en la democrática Ucrania muestra su menor interés por la democracia que por los negocios.
Amenazar con aranceles a quienes considera se aprovechan de EE.UU. en sus tratos, o tienen superávit comercial, o para presionar para obtener algo a cambio, no está en la lógica de defender el libre comercio global, fundamental para el desarrollo económico de las últimas ocho décadas, del que EE.UU. ha sido el motor. Para Trump todo parece valer si se trata de imponer sus puntos de vista para "hacer grande a América de nuevo". El caso venezolano es ilustrativo.
El anuncio de que se retirará la licencia a Chevron para producir petróleo en Venezuela, porque Nicolás Maduro no cumplió el compromiso de elecciones justas, tiene por objetivo aparente promover la democracia, apoyar a la oposición, y castigarlo por la lentitud para recibir a los "criminales violentos" deportados desde EE.UU. Sin embargo, hay suspicacias sobre el verdadero propósito. Chevron es la única petrolera norteamericana activa en Venezuela, y se renovó la licencia el 1 de febrero, lo que le permitiría operar hasta agosto si Trump no hace efectivo el anuncio. Quizás Trump tiene en mente no solo que le reciba de vuelta a los expulsados, sino mejorar la posición de las petroleras norteamericanas en el país, donde las empresas chinas y rusas están ganando terreno.
Esta sería una de las conclusiones que se sacan de la desastrosa reunión de los presidentes Trump y Zelenski, con la intervención decisiva de JD Vance, la que para algunos fue el desencuentro de dos aliados que ya no buscan el mismo objetivo, y para otros, una puesta en escena para humillar al ucraniano y mandar el mensaje a Kiev de que no es un interlocutor adecuado para negociar el fin de la guerra y, menos, la continuidad de la ayuda militar norteamericana.
El inédito impasse diplomático frente a las cámaras de televisión en la Casa Blanca abre una interrogante sobre el futuro de la guerra, de la capacidad de Ucrania de defenderse y de la voluntad de los aliados europeos de mantener el férreo apoyo que le han prestado. Las declaraciones inmediatas de solidaridad de la mayoría de los líderes europeos dan cuenta de ello, pero está en duda que sea suficiente sin la decisiva participación de Estados Unidos.
Zelenski estaba dispuesto a firmar un acuerdo que entregaba buena parte de sus recursos naturales a los norteamericanos, incluso antes de especificarse ciertas garantías de seguridad que pedía para protegerse de una eventual nueva agresión de Rusia. El Presidente norteamericano se ha negado a entregarlas, delegando esa responsabilidad a los europeos y, quizás, espera que otro liderazgo ucraniano sea menos reticente a doblegarse a sus imposiciones.
La estrategia de Trump Tres años después de la invasión rusa a Ucrania, la tensión internacional llega al máximo, no porque la guerra esté en un punto de inflexión, sino porque Donald Trump ha puesto a Kiev en el disparadero. O saca a Volodimir Zelenski o Estados Unidos no continúa apoyándolo, sea con armas o con las tratativas para un acuerdo que termine el conflicto.. - - -