Eugenia Vargas-Peretra: cuerpo, territorio y reivindicaciones
Eugenia Vargas-Peretra: cuerpo, territorio y reivindicaciones O currió hace unas semanas en el río Mapocho, en medio del ajetreo urbano.
Convocado por la artista chilena Eugenia Vargas-Pereira (1949), un grupo de mujeres se reunió a la altura del puente Manuel Rodríguez para bajar y limpiar el cauc e d e l p r i n c i p a l afluente capitalino. Durante una jornada, y con apoyo de la Municipalidad de Santiago, trabajaron codo a codo, se retrataron y compartieron sus historias. "Fue como un ritual. Tan emocionante y hermoso, que nunca lo olvidaré. La participación del grupo fue clave, sin ellas la instalación `Aguas' no existiría", afirma la autora, al teléfono desde Tucson, donde reside.
En los años 70, cuando estudiaba música en el Conservatorio Rosita Renard, dejó su Chillán natal para radicarse en Estados Unidos. "Aguas", que tuvo una primera versión en México, donde la artista también vivió, forma parte de "Volver a nombrar", su exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), que estará abierta hasta el 22 de septiembre.
Su trabajo multidimensional --con foco en la performance, la fotografía, el feminismo y el medio ambiente-ha sido parte de encuentros como las bienales de Venecia, del Mercosur y de La Habana, y ha recibido premios nacionales como el PAM y el del Círculo de Críticos, pero no ha sido tan expuesto aquí. Esta muestra, entonces, marca un hito. "Es un reconectarme con mis raíces y un recapitular mi carrera. Es también un reconocimiento especial. Estoy agradecida por esta invitación, que no me esperaba y recibo con suma humildad. La exhibición además ha tenido buena convocatoria, por lo que me siento halagada", revela Vargas-Pereira, quien llegó a la fotografía por casualidad y luego, en 1972, la estudió en el Montana Institute for the Arts. La curaduría de Mane Adaro, con quien la autora editó un completo libro en tiempos de pandemia, incluye además fotografías y registros de performances. Es un recorrido que abarca cuatro décadas de un quehacer siempre vinculado al feminismo y al entorno natural. La artista establece cruces entre ambos temas. Y lo explica: "Mi interés por la naturaleza empieza prácticamente en el mismo momento en el que decido canalizar mi trabajo fotográfico a través de la mirada feminista y hacia el cuerpo. El permiso de despojarme de mi ropa en medio del paisaje tiene que ver con una perspectiva feminista, pero también con el territorio y la reclamación de este. Un término que tomo, o aprendí, del vocabulario científico: reclamar el territorio. Me pareció una idea adecuada para reclamar mi propio cuerpo, porque el territorio de este y el del paisaje están intrínsicamente ligados.
Sin la tierra, no existimos". Y con el cruce de ambas cosas aparecen en su obra conceptos clave como fragilidad, violación, explotación. --Además de ser tema, ¿el feminismo incide en la manera en la que usted construye su obra? "Sin el movimiento feminista, mi obra no existiría. Fue fundamental, porque me dio permiso para utilizar mi cuerpo, para pensarlo de otra manera. Y eso es muy importante. En Chillán, fui a un colegio de monjas con una educación muy estricta y una fuerte visión sobre el cuerpo femenino: teníamos que tenerle vergüenza, pudor y miedo. Entonces, empezar a observarme de manera distinta y a despojarme de esa enseñanza fue una gran liberación.
Pude ser más honesta conmigo misma". Eugenia Vargas-Pereira: cuerpo, territorio y reivindicaciones "Volver a nombrar", de la creadora chilena radicada en Estados Unidos, se inscribe en el programa del Museo Nacional de Bellas Artes de "acercar a la ciudadanía a mujeres artistas de los años 70 y 90, que han abordado problemáticas de género y crisis política". La muestra revisa su trayectoria centrada en la performance, la fotografía y la instalación. DANIELA SILVA ASTORGA "Aguas", instalación confeccionada por Eugenia Vargas-Pereira a partir de una experiencia colectiva de limpieza del río Mapocho. HÉCTOR ARAVENA LA CÁMARA Vargas-Pereira dice que la fotografía la encontró a ella, no al revés. Fue cuando iba a ver unos ensayos de teatro a inicios de los años 70. Llevaba colgada al cuello una cámara prestada y el director le preguntó si quería hacer las imágenes de la obra. Asintió, "con muchas patas", confiesa. Después tomó clases y se maravilló con la experiencia del cuarto oscuro: "Era un momento mágico. Un espacio donde me podía expresar y nadie podía criticarme ni cuestionar. Dije: `Esto es lo mío'", rememora. La artista exhibe en el MNBA registros de performances y también otras imágenes. En los años 70 llegó a la fotografía por casualidad y le fascinó. HÉCTOR ARAVENA Eugenia VargasPereira propone su propio cuerpo como soporte o instrumento de expresión artística. EVP.