Tendencias en la ocupación femenina
Tendencias en la ocupación femenina A propósito de la próxima conmemoración del 8 de marzo es pertinente poner atención a estos malos datos. En el último trimestre móvil, la desocupación alcanzó una tasa de 8%, la más baja desde igual trimestre móvil de hace dos años. Es un avance, pero modesto, en un mercado del trabajo que ha estado más bien deprimido ofreciendo pocas oportunidades laborales. En ese sentido, no hay que olvidar que la proporción de personas empleadas en la actualidad es aún 1,5 puntos porcentuales más baja que en los trimestres previos a la pandemia. Casi todos los países de la OCDE registran en la actualidad tasas de empleo superiores a las de ese entonces. Por supuesto, sus tasas de ocupación son, además, bastante más elevadas que las chilenas. Esto es especialmente cierto entre las mujeres que, en la OCDE, promedian del orden de 9 puntos porcentuales más que en Chile. Nuestro país experimentó hasta la pandemia un aumento importante en la tasa de empleo de las mujeres. Esta su-bió de cifras en torno a 41% en 2010 para acercarse a 49% en 2019.
Una parte significativa de este crecimiento se explica por el aumento en la escolaridad de las mujeres (las con baja escolaridad siguen teniendo una participación muy reducida). Sin embargo, luego retrocedió como resultado de la pandemia. En los años siguientes no ha podido recuperarse del todo. La comparación con la OCDE, entonces, es muy desfavorable. La reducción en el desempleo, si bien positiva, esconde algunos aspectos preocupantes, particularmente para las mujeres. La caída en la desocupación se explica principalmente por un aumento mucho más modesto de la fuerza de trabajo en la última parte del año. Creció en promedio solo 0,8% anualizado en los últimos tres trimestres móviles.
En cambio, en las primeras 9 mediciones del año 2024 lo había hecho a un ritmo anualizado promedio de 2,8%. Como consecuencia de ello la tasa de participación en la fuerza de trabajo es en la actualidad la misma que hace un año, a pesar de que, en línea con lo que venía ocurriendo en años previos, experimentó unalza a principios de 2024. Este comportamiento sugiere que las expectativas de encontrar un empleo son modestas, desalentando la búsqueda. Habitualmente esta situación afecta más a los grupos demográficos que entran (y salen) más frecuentemente de la fuerza de trabajo, en especial mujeres y jóvenes. Los datos apuntan en esa dirección.
En las últimas tres mediciones las mujeres que participan en la fuerza de trabajo han crecido apenas 0,5% promedio, mientras que en los primeros 9 meses del año 2024 lo hicieron a un ritmo de 3,3%. Al contrastarse con los datos anteriores, representativos de toda la población, se ven diferencias relevantes. Ello parece estar afectado por el rápido deterioro que tuvo la creación de empleo entre las mujeres durante 2024. En efecto, en las últimas tres mediciones del año su empleo se expandió apenas un 0,17% anualizado. Encontraste, el de los hombres en el mismo período lo hizo a un 2,1%, una tasa que no es muy distinta de la observada durante el año. En cambio, en el caso de las mujeres el retroceso es muy significativo.
No es raro, a la luz de este comportamiento, que en esta última encuesta nacional del empleo, la desocupación de las mujeres esté en 9,1%, y la de los hombres, en solo 7,2%. Nótese que hace un año la de las mujeres alcanzaba un 8,8%, y la de los hombres, un 8,2%. El contraste es enorme. Así, el último año ha sido negativo para las mujeres en materia de ocupación. A propósito de la conmemoración del 8 de marzo que, entre otros aspectos, celebra los avances y desafíos en igualdad entre mujeres y hombres es pertinente poner atención a estos malos datos. La autonomía e independencia de las mujeres tienen un gran aliado en la igualdad de oportunidades en el mercado del trabajo. Para avanzar en ella hay que entender mejor las razones detrás de situaciones como las registradas en 2024. Sin embargo, es sorprendente la escasa atención que se pone a ello..