La extraña fascinación de Fleur Jaeggy
La extraña fascinación de Fleur Jaeggy P asó su infancia y su adolescencia en diferentes internados de Suiza, y cuando tenía 17 años participó en un concurso para convertirse en modelo que vio en una revista. Una de las monjas que era su profesora la acompañó a sacarse las fotos para enviarlas al certamen. Fue elegida.
Pasó dos años viajando por Europa y Estados Unidos posando para diferentes fotógrafos, pese a que no le interesaba la moda ni tampoco que le sacaran fotos. "Quizás quería ver hasta qué punto podía desenamorarme de mi imagen", contó la escritora Fleur Jaeggy sesenta años después. Es posible que ese esfuerzo por sustraerse de su imagen haya tenido algún fruto.
Si no fue en el ámbito personal, lo fue en su literatura: precisa, concentrada y despojada de cualquier retórica sentimental, la escritura de Jaeggy parec i e r a e s c o n d e r u n misterio.
Y genera fascinación: autora de una novela de culto como Los hermosos años del castigo, Susan Sontag dijo que era una "escritora maravillosa, salvaje y brillante", y Joseph Brodsky la definió como "extraordinaria". Benjamín Labatut se preguntaba en una ent r e v i s t a s i J a e g g y "está completamente loca o es una iluminada", y Enrique Vila-Matas valoraba los "latigazos libres como el viento en su escritura, a menudo con escalofrío incluido". Nacida en Zúrich en 1940 y residente en Milán desde hace décadas, Jaeggy fue esposa del fallecido editor Roberto Calasso.
Autora de solo cinco pequeños libros (uno cada diez años), editorial Tusquets acaba de reeditar sus primeras dos novelas en un volumen, El dedo en la boca (1968) y Estatuas de agua (1980). Antes que relatos tradicionales, son rodeos a personajes que viven de espaldas al mundo, residen en espacios cerrados como clínicas o internados que espejean una Europa desgastada, y en la que una calma general oculta algo dislocado.
En El dedo en la boca, Lung es una joven que invariablemente se chupa el pulgar, le gustan los trenes, pasear por la naturaleza; ha pasado una temporada en un hospital. "Muchas veces pienso en cortarme el pelo; otras en cort a r m e l a g a r g a n t a, otras en arrancarme l o s o j o s. D i s c u l p e, doctor, es solo una manera como cualquier otra de hablar de mí", dice Lung. Mientras que en Estatuas de agua, Beeklam vive en los sótanos de su casa en Ámsterdam, rodeado de estatuas; es un refugio golpeado por las olas del mar que lo mantiene lejos de todo.
La reputación pública de Jaeggy parece íntimamente ligada a la rareza que abunda en sus libros: en una de las pocas entrevistas que ha concedido en los últimos años, ella le preguntó a su interlocutor, el argentino Guillermo Pira, si tenía gatos. Luego contó que su gata solía estar muy cerca de ella, pero en ese momento estaba en otra parte. "Quiero decir que no es de este mundo. No me gusta decir que está muerta, prefiero decir que no es de este mundo", explicó. Después recalcó que hasta hoy solo escribe en máquinas de escribir, en una Hermes color petróleo, y antes, en una Remington que un día sencillamente desapareció.
La entrevista que le dio a Pira está incluida en Oda, seguido de Encuentro en el Brox, un libro que Ediciones UDP publicó el año pasado y que recoge dos relatos; el segundo narra una cena en Nueva York con el neurólogo Oliver Sacks, mientras el primero es un pequeño perfil de Robert Walser, el escritor suizo que vivió los últimos años de su vida en un sanatorio en las montañas. Jaeggy vivió muy cerca de esa zona, en el primer colegio que estuvo internada y que luego reconstruyó en la novela Los hermosos años del castigo.
No solo Walser ha sido perfilado por Jaeggy: en 2022 también UDP publicó Vidas conjeturales, compuesto por retratos de Thomas De Quincey, John Keats y Marcel Schowb. "Empiezo a escribir suprimiendo en mi cabeza el texto desde el primer minuto. Comienzo ya quitando cosas.
En la primera versión del texto ya he eliminado muchas cosas que ni siquiera he llegado a escribir", decía Jaeggy hace unos años y pareciera que, al menos en El dedo en la boca y Estatuas de agua, la sustracción no solo está en la prosa, sino también en unas tramas agujereadas que alimentan las perplejidades de los lectores. Sobre nuevos libros, no hay muchas noticias: "Tengo cada vez menos que decir. Me siento delante de la máquina de escribir como si estuviera delante del piano. Practico", contó en la última entrevista que dio, hace una década. Ahí también dijo: "Cada vez me conozco menos a mí misma. Y confieso que empiezo a sentir cierto fastidio conmigo misma". Rescates y reediciones: La extraña fascinación de Fleur Jaeggy ROBERTO CAREAGA C.
EL DEDO EN LA BOCA / LAS ESTATUAS DE AGUA Fleur Jaeggy Tusquets, 213 páginas, $19.900 NOVELA La escritora suiza italiana es autora de una pequeña e inquietante obra compuesta por novelas y perfiles que han despertado la admiración de Susan Sontag o Joseph Brodsky. Ahora se reeditan sus primeros libros. "Cada vez me conozco menos a mí misma", ha dicho Fleur Jaeggy. BASSO CARNASA / TUSQUETS. - - -