Teresa Gazitúa, artista: “YO AHORA MIRO CON LAS MANOS”
Teresa Gazitúa, artista: “YO AHORA MIRO CON LAS MANOS” Cuesta mucho dejarse ayudar. Pero qué le voy a hacer: es lo que hay”. A sus 83 años, la destacada artista Teresa Gazitúa está lidiando con un proceso de ceguera que avanza día a día. Pero sigue trabajando en una obra muy experimental y profunda, que reflexiona sobre la naturaleza. Resiliente como ninguna, en esta entrevista defiende el autocontrol y odia la victimización. Aquí, su historia. POR CATALINA MENA. FOTO CARLA PINILLAEs silenciosa y sólida como una piedra. Y es la piedra la principal materia de su trabajo. La artista Teresa Gazitúa lleva más de 60 años haciendo una obra consistente y experimental, que se anticipa a las actuales tendencias que exploran el tema de la naturaleza. De carácter fuerte y parco, como ella misma reconoce, nunca le ha interesado promoverse ni figurar. Aunque ha tenido una carrera muy sistemática, exponiendo en diversos lugares especialmente con Patricia Ready y siendo profesora de arte en colegios y universidades y decana de Arte de la Finis Terrae. La pedagogía es algo que le apasiona, mucho más que el supuesto glamour del arte, la fama y las inauguraciones. Además, nunca le ha gustado la bohemia. Teresa es selectiva con sus interlocutores y ha dado pocas entrevistas. Su principal interés, a lo largo de su larga vida, ha sido abrir espacios de pensamiento y creatividad en los jóvenes. Ella no es una artesana, sino una investigadora y maestra. Es verdad que hay mucha mano de obra en su trabajo, que se involucra con los materiales, que ha andado por los tierrales y roqueríos recogiendo piedras. Pero la faena está cargada de una energía espiritual y de una búsqueda de sentido. De hecho, se declara católica, pero crítica y librepensadora. Uno podría decir que Teresa, más que una hacedora de obras, es una trabajadora del arte. Porque así le tocó. Se casó con Francisco Undurraga, un hombre alegre e hipermotivado que dejó una pega bien remunerada como publicista para dedicarse a la defensa de los derechos humanos en dictadura. Así es que Teresa asumió que debía ser el sustento económico de la casa trabajando como profesora. Le tocó enviudar a los 65, tras varios años cuidando a su marido de una enfermedad renal. Con Francisco Undurraga, Teresa tuvo tres hijos: el primero, Francisco, actual diputado por Evópoli, nació sin dos de sus extremidades y se vale de próstesis para transitar olímpicamente por el mundo y la política. Su segunda hija es la exitosa empresaria gastronómica Teresa Undurraga (que además es creativa y escritora) y la menor, Mónica, es artista textil especializada en una universidad de Londres. A Teresa la vida no le ha sido fácil, pero ella la lleva con ligereza, elegancia y coraje. Hoy nuevamente la vida la pone ante un desafío, pues está lidiando con una enfermedad a los ojos que le ha hecho perder gran parte de su visión. Pero sigue trabajando: “Yo ahora miro con las manos”, afirma. Las sacudidas¿ Cómo va el trabajo de taller?Sigo con el concepto de recorrer, recolectar y recrear con lo que uno ha recogido. Pero ahora estoy trabajando a muy baja escala, ya no quiero hacer más exhibiciones. Estoy ensamblando piedras medianas que he ido recogiendo en distintos lugares de Chile para hacer composiciones con ellas. Algunas piedras son volcánicas, otras tienen forma de cordillera, otras son negras y redondas. Todas son distintas. Una piedra no es una piedraNo, no es una piedra, es una forma. Yo siempre tuve una mirada muy atenta a las formas de la naturaleza, y ahora me doy cuenta de que viene de mi crianza en el campo, con árboles. Es algo muy arraigado. Mis abuelos tenían campo en lo que ahora es La Pintana, antes era un sector rural y ahí yo aprendí a mirar. ¿Por qué no quiere hacer más exposiciones?Ahora hago obras para mí. Cuando hice la última exposición me cansaron los detalles del montaje y el catálogo.
Detalles tontos que a uno la agobian un poco, y el hecho de explicar la obra, la visita guiada que inventan, todas esas cosas me estresan porque no sé si lo voy a poder hacer bien o me van a preguntar cosas. Eso nunca me interesó. Mi carácter va en contra de llamar la atención. A pesar de que estuvo tanto tiempo haciendo clases y dedicada al cuidado de hijos, nunca dejó de hacer obras. Absolutamente, siempre le robé tiempo al tiempo. Pero cuando fue el golpe militar mis hermanos tuvieron que exiliarse.
Y Pancho, mi marido, que no era militante de izquierda, se dedicó a ayudar y a denunciar la violación de los derechos humanos. demás, eres más libre Es que yo siempre fui libre, siempre me entretuve mucho con mis propios pensamientos”. Entonces dejó la publicidad en ese tiempo. Imagínate los clientes, salieron arrancando. O sea que ahí tuvo que parar la ollaExacto. Ahora lo puedo decir así.
Además de hacer mi obra y llevar a mi hijo mayor al Instituto de Rehabilitación Infantil, lo que era la actual Teletón. ¿Cómo fue para usted cuando su hijo Francisco, hoy diputado, nació sin dos extremidades?Fue un impacto tremendo e inesperado. Porque no entendíamos nada. Luego supimos, bastante después, que nació así por causa de una radiografía que me hicieron cuando yo tuve un accidente automovilístico y no sabía que estaba embarazada reciente. Entonces un rayo le cortó el brazo a la guagua y pasó también por una pierna. Pero bueno, no quiero hacer un drama de esta historia. Me río ahora, pero en realidad fue atroz. Y luego vino todo el tema de la rehabilitación, que fue muy exigente para mí. Por lo visto, lo hizo muy bien. Porque su hijo creció con mucha personalidad, y también sus hijas. Le debemos mucho a un médico norteamericano que lo vio cuando chico y nos dijo: “Este niño tiene que ser rehabilitado en Chile y tienen que tener una educación muy exigente. Si se cae tiene que pararse solo, porque tiene que aprender a dominar sus problemas”. Y nosotros le hicimos caso al pie de la letra. Si se caía, tenía que pararse solo. Y en el colegio, el San Ignacio, se adaptó muy bien. Ellos también ayudaron a que se las batiera por su cuenta. El estoicismoDespués de que enviudó, ¿no volvió a emparejarse?No, no fue un tema. ¿Es buena para estar sola?Sí, súper buena.
Yo creo que la mayoría de los artistas son buenos para estar solos. ¿Nunca se ha deprimido?Sí, de repente me deprimo, pero poco. ¿Y este duelo de perder la vista cómo lo lleva?Ha sido como un proceso largo. Y a ratos bajoneante, porque se junta con otras cosas.
Ponte tú, me torcí una pata porque me caí y ahora ando con un bastón de trekking y con unos anteojos que se ponen encima de los otros, anteojos oscuros por los ojos, y un jockey. Aunque parezca medio loca, salgo a caminar porque me hace muy bien caminar, por aquí por el barrio. Ahora para hacer obras mira con los ojos de las manos. Exactamente. Es lo más importante que te puedes imaginar. Yo no me había dado cuenta de que era tan importante. ¿Esto de perder la vista le ha producido sufrimiento emocional?Sí, ha sido difícil para mí aceptarlo.
Justamente estoy yendo a una psicóloga muy buena que me ayuda mucho a aceptar esta condición porque, imagínate, ver, para mí, era como bien vital, o sea, para todo el mundo tiene que ser vital porque necesitas ver a las personas, ver todo, no chocarte contra nada. No es que me ande chocando contra la muralla, pero es como muy importante en la vida. Es como una pequeña muerte. Y tienes que ir aceptándolo, porque no puedes andar con cara de funeral ahí por la vida, llorando. He sido lo menos llorona en mi vida, porque la educación que recibí en colegios de monja decía que uno tenía que permanecer inmutable. Ahora me doy cuenta de que para vivir es muy útil controlar las propias emociones. La vejez¿ Hay algo bueno de ser vieja?No lo había ni pensado, te juro que no.
Porque siempre la vejez se ve como un período negativo, pero es inevitable Pero creo que mientras más vieja, te importa menos lo que piensen los demás, eres más libre Es que yo siempre fui libre, siempre me entretuve mucho con mis propios pensamientos. ¿Qué le da miedo respecto de la vejez?Tener que molestar a mucha gente, que me tengan que ayudar: eso me carga. O sea, yo siempre he sido bien autónoma. Pero claro, ahora no soy capaz ni de llamar un Uber. Ahí hay que ser humilde y eso cuesta, ¿no?Cuesta mucho dejarse ayudar. Pero qué le voy a hacer: es lo que hay. ¿Qué piensa de la eutanasia?Yo creo que es una decisión de las personas, pero jamás lo haría. Y ojalá que me muriera cuando se me acabe la cuerda. El ideal sería morirse sin darse cuenta. ¿Durmiendo?Sería fantástico. Es jodido el tema de la sobrevida, de vivir tanto si es que esa vida no tiene ya sentido. Te siguen poniendo tratamiento para esta cuestión, que para la otra cosa, qué sé yo. Toda la cantidad de inyecciones que me han puesto en los ojos y yo sé que no me sirven. Pero me las pongo gracias a la atroz educación que recibí de aguantar el dolor sin pestañar. ¿Y duele?Claro que duele. Una sola vez no me ha dolido, porque te la ponen en la parte blanca del ojo y tú ves venir la jeringa. Pero no es que la tiren, sino que la tienen que hundir de a poco, porque imagínate si le achuntan en la parte del medio del ojo queda la escoba. “Lo principal es no quejarse. Mi educación era no hacer alharaca, no victimizarse. Ahora está de moda victimizarse”. ¿Con qué frecuencia se pone esas inyecciones?¿ No toma algún medicamento para ayudarse psicológicamente?Como cada dos semanas. No. Solo estoy tomando una pastilla para dormir bien, cosa que no había hecho nunca, pero no tiene ningún efecto colateral de quedarse dormida en el día ni nada. Pero lo principal es no quejarse. Mi educación era no hacer alharaca, no victimizarse. Ahora está de moda victimizarse. Era de mal gusto ser expresiva. Claro, era mal visto el exceso de emocionalidad. Era otro tiempo. Yo fui muy crítica de las monjas, pero ahora no me doy cuenta para lo que servía esa educación tan dura y tan austera. Pasábamos mucho frío en el colegio porque no había calefacción. Teníamos que llegar, sacarnos el abrigo y dejarlo en la percha. Yo feliz me hubiera quedado para siempre con el paletó y con los guantes puestos.. “Ahora no soy capaz ni de llamar un Uber. “Mientras más vieja, te importa menos lo que piensen los