Autor: LORETO BUTTAZZONI
Recuperemos nuestra ciudad
Señor Director: "A las 10 p. M. Santiago parece un cementerio”, me dice un amigo que no viene hace tres años. Y acierta.
Lo que hasta hace unos años era una capital con aspiraciones internacionales en cuanto a entretención, oferta cultural y gastronómica, hoy es más parecida a una ciudad con un toque de queda autoimpuesto por los mismos ciudadanos a quienes la inercia pospandemia los ha inmovilizado con el condimento más triste y poco esperanzador para una vida: el miedo. A que entren a mi casa cuando no estoy; a que me roben el auto; a que me maten. Miedo a salir, y por ende miedo a vivir. Pero una ciudad vacía es una ciudad desamparada. Si algo me pasa, nadie me va a ayudar. Es un imán para el delito. Vivimos la pandemia del miedo al delito que va carcomiendo la vida social. No es necesario llamar al Cosena o al Ejército para que nos encerremos. ¿Y quién pierde? La vida.
El intercambio, las conversaciones, la alegría, la necesidad misma de compartir, hasta la moda: ¿ para qué arreglarme si no voy a salir a ninguna parte? Vivimos en horarios rurales, con ritmos de ciudad, pero sin la paz del campo ni las bondades de vivir en una ciudad. Entonces la vida ciudadana se torna monótona y nos convertimos en homo laborans cuyo único fin es seguir siendo eso. ¿Como revertirlo? El antónimo del miedo es la valentía, la confianza. O sea, volver a confiar en que al salir volveré feliz de un buen rato con amigos. O sea, depositar en el futuro un resultado de algo que desconozco. Hay que salir. Somos más... No podemos quedarnos encerrados esperando las noticias de mañana si no vivimos hoy. Hay que tomarse la ciudad y dejar el miedo atrás. El miedo no nos devolverá la alegría de vivir y de compartir. No es temeridad al saber que los delitos andan a la orden del día, pero dejar de vivir y que las calles sean un cementerio con la gente encerrada es desolador. De la ecuación entre temeridad y desolación quizás una dosis de la primera opción nos devuelva la confianza en el otro. En que vale la pena vivir con otros y que al final somos más y podemos recuperar nuestras calles.