La historia que no fue
Daniel Loewe Facultad de Artes Liberales, Universidad Adolfo Ibáñez i la historia nacional reciente fuera un cuento que narra a sus hijos o nietos antes de dormir, versaría sobre acuerdos y crecimiento.
Una sociedad que, habiendo vivido una dictadura brutal, fue capaz de aunar voluntades que la llevaron, en pocos años, a casi acabar con la pobreza, mejorar las condiciones de vida e incrementar el acceso a la educación de un modo desconocido. Una narración sobre cómo la desnutrición infantil (tan combatida por el Dr.
Mónckeberg) se transformó en una epidemia de obesidad (y es que: los que pasaron hambre sobrealimentan). Sobre una creciente y frágil clase media sujeta a grandes inseguridades que accedió al crédito y al consumo, y así a bienes y formas de inclusión social y de vida que antes le eran inalcanzables.
Una historia de personas que pudieron ejercer mayor control sobre sus trayectorias vitales, estar orgullosos de lo logrado, y guardar confianza en el futuro de sus hijos; la historia de un país en que el desarrollo parecía una posta alcanzable.
Trataría también de una sociedad monótona que fue adquiriendo matices, un gris tan sofocante como el smog de entonces que fue sumando tonos, en quela intolerancia y los golpes en la mesa, porque las cosas son como yo digo, dieron lugar a nuevas formas de vivir (experimentos de vida con los que todos ganamos, como argumenta Mill), y en que el plura- “¿ Podremos volver a contar una mas impotentes y victimarios desalmados. Una historia como la narrada por la generación gobernante, hija de la abundancia y, ante sus propios ojos, llamada a salvar a los abusados y maltratados. La historia auspiciosa se comenzó a truncar con malas reformas el 2014 y desde entonces vamos, crecientemente, pateando piedras. Quizás piensa que no es malo. Lismo espaHistoria Hace poco, en la Concio sobre la estrechez AUSPiciosa? vención, se discutía somental.
Imposible saberlo”. Bre el estado estacionaPero para poder narrarla usted requiere consciencia diacrónica: saber que hay un pasado, un presente y un futuro, y una línea del tiempo en que se van constituyendo y transformado realidades. Ayudaría si vio o vivió la miseria de los ochenta.
Si, por el contrario, sufre de un síndrome de sincronismo, considerando que todo lo que es, lo es de pronto y sin haber sido de otro modo (como los seres humanos de Hobbes, que surgen como hongos sobre la faz de la tierra), entonces versará sobre abusos y miedos, desigualdades e injusticias; sobre víctirio e incluso el decrecimiento. Si usted vive en Suiza, con un per cápita de cien mil dólares, o en Noruega, donde ronda los noventa mil, puede hacer sentido. Pero definitivamente no lo hace en la mayor parte del mundo, incluido nuestro país con sus muchos males sociales. ¿Podremos volver a contar una historia auspiciosa? Imposible saberlo. Pero sin una agenda pro crecimiento robusta y sin reformar el sistema político será, indudablemente, una narración aleccionadora y nostálgica que provocará lamentaciones y pesadillas.