Museo Nacional de Bellas Artes
Museo Nacional de Bellas Artes L a polémica que levantó la presentación de una muestra de pintura chilena --parte de su colección permanente-en el Museo Nacional de Bellas Artes pareció, a primera vista, una discusión altamente valiosa. No es habitual en nuestro país que la pintura, o el arte en general, provoquen este entusiasmo para defender puntos de vista opuestos. El museo entregó la curatoría de la exposición a dos investigadoras que procuraron hacer una suerte de collage con diversas pinturas chilenas realizadas en los siglos XIX y XX.
La intención parecía ser mostrar tendencias, relaciones, liderazgos y enfocar, de este modo, la presentación de los cuadros sin sus marcos, en una lucha por la hegemonía, denominando a la exposición "Luchas por el arte". Como se trata de pinturas de una época en que estaban naciendo los museos y las academias de arte, podían tener estas disputas un significado mayor. Por cierto, una muestra con esas aspiraciones sería controvertida y cabía esperar polémicas, si bien cuando se trata de arte son debates sin mayor trascendencia al público en general o a los medios de comunicación. No obstante, aunque no resulta sorprendente en nuestro país, el público tardó muchos meses en percatarse de la exposición y de su controvertida forma de presentación.
Un nieto de Camilo Mori, una de las grandes figuras de la pintura chilena, objetó que el museo hubiera retirado los marcos con que el artista donó los cuadros y casi de inmediato siguieron las opiniones de varias personas que habían asistido a admirar la muestra, pero no habían apreciado lo que encontraron y consideraron que no guardaba el debido respeto a los artistas históricos que estaban representados. Hasta ahí parecía un debate interesante que ponía al museo en la mente de mucha gente que ofrecía su opinión con cierta efusión. Quizá ha sido por este motivo que más personas parecen haberse acercado al museo, donde comprueban algo más que una simple intención curatorial.
Varios especialistas han terciado en los debates señalando cuáles deberían ser los objetivos de un museo como el de Bellas Artes, que entre otras cosas debe servir, como lo dice el Consejo Internacional de Museos, para ofrecer "experiencias variadas para la educación, el disfrute, la reflexión y el intercambio de conocimientos". Y el cuestionamiento que ha surgido se refiere principalmente a la función educativa, que lejos de cumplirse parece estar siendo saboteada por los propios guías del museo. La experiencia de visitar el Museo Nacional de Bellas Artes debería hacer posible que se conozcan aspectos centrales del desarrollo del arte en Chile, exhibiendo un patrimonio de un valor incalculable. Sin embargo, quienes han escuchado a los guías dan testimonio de un afán político, casi completamente contrario a los objetivos del propio museo. Lo presentan como una institución patriarcal, creada mediante la intervención europea en el país, que echó por tierra cualquier expresión de cultura tradicional.
Hasta el edificio, construido gracias a la proyección del arquitecto Emilio Jéquier, "nacido en Chile, pero de padres franceses", según uno de los guías, es objeto de crítica porque negaría una parte importante de nuestra identidad chilena.
Así, concluye esta persona, erigida en maestro de la juventud por la propia institución, "es un museo racista, clasista y machista". Difícilmente habrá quienes defiendan estas posturas que fueron exacerbadas el año de la Convención Constitucional, pero que ya parecen ir quedando atrás, en el olvido.
Nadie podría desconocer la belleza del edificio, su elegancia y nobleza, ubicado en pleno Parque Forestal, donde deberían exhibirse colecciones ilustrativas con textos explicativos simples y dejando que el visitante se forme sus propias impresiones y opiniones. Pero la idea de desplegar una visión sesgada con la intención de disminuir el valor del museo constituye una contradicción completa con respecto a la misión que debe cumplir un Museo Nacional de Bellas Artes. Desplegar una visión sesgada con la intención de disminuir su propio valor constituye una contradicción completa..