Autor: MARÍA TERESA CÁRDENAS MATURANA
Pilar Quintana: “La experiencia de vivir en la selva fue muy definitiva para mí”
Pilar Quintana: “La experiencia de vivir en la selva fue muy definitiva para mí” Northanger”. Un homenaje a Edgar Allan Poe y Jane Austen, respectivamente. “Yo fui una lectora de literatura gótica en la adolescencia; me encanta el gótico, más que el terror”, afirma. Gracias también al lenguaje y a constantes reiteraciones, en Noche negra el suspenso avanza gradualmente. “Es un thriller, muy psicológico, pero es un thriller afirma la escritora. Entonces este suspenso y esta tensión narrativa tienen que ir in crescendo. Pienso en un cuento que tampoco diríamos que es gótico, El milagro secreto, de Borges.
Creo que esta novela también bebe de esa historia del personaje que está inmerso en una cotidianidad que empieza a enrarecerse y no sabemos qué es real y qué está en su cabeza solamente”. El miedo es un elemento central en su novela. Cuando tenemos miedo a la selva, a qué tenemos miedo. Creo que esa es una pregunta en la que indaga Noche negra; quizás tenemos miedo al silencio, a nuestra propia mente. Si nos movemos de la sociedad y estamos completamente solos, si no somos ya el animal cultural, a qué tenemos miedo. Tal vez esa es la mayor amenaza, la que está adentro de nosotros, el miedo a nuestra propia naturaleza animal, salvaje, instintiva.
AELOREIVAJOCSICNARF Colombia es un país de madres su abuela? ¿ Qué peso tiene hoy el racismo en Colombia, una realidad que a Rosa le impacta siendo niña, cuando la descubre en Colombia es uno de los países más desiguales del mundo y de la región. Esas desigualdades están atravesadas por la clase y la raza. En los lugares de Colombia con mayor concentración de población indígena y afro hay mayor pobreza, hambre y exclusión.
Solemos decir que en el país todos somos mestizos, porque es cierto, pero una cosa es ser un mestizo blanco de clase media alta o alta en una ciudad, y otra, un mestizo negro o indígena de una zona alejada del centro del país, y esto es algo que los habitantes más privilegiados no terminan de entender. El racismo y el clasismo en Colombia son sistemáticos y están naturalizados. Una de las frases que se reitera en la novela es a propósito de Fermín, “mejor muerto que desaparecido”, y evidencia una cruda realidad que va más allá de Colombia. “Sí, es una forma de nuestra violencia latinoamericana terrible.
O sea, que nos parezca un alivio que nuestro ser querido esté muerto, porque la desaparición es peor que la muerte, no podemos hacer un cierre, no sabemos qué pasó, tenemos la esperanza siempre de que esté vivo y regrese”, afirma. En sus constantes reflexiones, Rosa también se asusta por la violencia que descubre en ella misma, y recuerda su infancia, cuando vio a unos niños que mataban un murciélago. “Por qué ejercemos la violencia y quiénes la ejercemos, creo que en la novela está esa pregunta señala la autora.
Claro que la violencia política y la violencia de la desaparición y la violencia de género y la violencia contra los niños es algo malo, pero hay una violencia, que es también la pregunta por nuestra propia naturaleza animal, que nos ha permitido desarrollarnos y sobrevivir como especie”. Hay otra frase que se reitera en la novela y que tiene que ver con el rol de la mujer: la importancia de lavar los platos. En nuestros epitafios podría decir: lavó platos (afirma entre risas); fue lo que hicimos constantemente toda nuestra vida.
Y creo que representa un poco ese bucle en el que estamos todavía las mujeres: salimos a trabajar, producimos, aportamos en la casa, pero seguimos encargadas de las tareas domésticas, con los hombres diciendo ¿ en qué te ayudo? Rosa siente este peso tan grande de tener que llevar la vida doméstica. Y es una tarea que no tiene fin, que no te permite decir me voy a relajar y ya está. No tiene jubilación, no tiene pago, no tiene reconocimiento y no tiene fin. Textos desperdigados “Yo creo que la experiencia de vivir en la selva fue muy definitiva para mí como escritora reconoce Pilar Quintana, yo sabía que ahí había grandes historias.
Yo no soy una escritora de novelas enormes, entonces supongo que para poder contar todas esas grandes historias lo estoy haciendo en textos desperdigados, pero creo que cuando me muera sería interesante coger todas las historias de la selva y juntarlas”. ¿“Noche negra” es una culminación? Yo creo que este es mi gran intento por hacer la novela de la animalidad, de ese tema que he venido explorando aquí y allá, en la maternidad, en el sexo, en la violencia. En ese momento era porque quería vivir una vida sencilla y alejada de las poses y de las obligaciones.
Creo que soy un poco como Rosa, o más bien Rosa es un poco como yo en eso de querer despojarme de las obligaciones y de la vida social e irme a un espacio donde poder ser yo, donde poder vivir, leer y escribir. Y durante ese tiempo, entre los 30 y los 39 años, lo conseguí. Casi vivía como un monje, eso me permitía escribir un artículo al mes y con eso vivía perfectamente. Pero viéndolo en retrospectiva, me parece que era una exploración, ponerme yo en la naturaleza y explorar la naturaleza de afuera y la naturaleza de adentro. Por eso digo que Noche negra es la que culmina esa exploración mía.
Me tocó hacer el trabajo de campo y lo he puesto en diferentes cuentos, novelas, pero en esta ya vertí todo. ¿Y ahora qué viene, entonces? Bueno, ahora estoy trabajando estos cuentos que he venido escribiendo hace por lo menos diez años. Estoy escribiendo uno que pertenece a una serie nueva de indagación.
También estoy trabajando en el guion para la adaptación al cine de Los abismos, y soy directora editorial de un proyecto que se llama “La biblioteca de autoras colombianas”, que tiene dos ediciones: una donde publicamos a 18 autoras clásicas, y una segunda donde editamos a 97 en una colección de diez antologías. Entonces, estoy haciendo la promoción de Noche negra y a la vez la promoción en mi país de la nueva entrega de “La biblioteca de autoras colombianas”. Estoy muy ocupada. Y con una mudanza.
Pilar Quintana. ¿Cómo llegó a vivir esos nueve años en la selva? Creo que mi mirada siempre ha estado puesta a reclamar. esa presencia ominosa y amenazante de la que debemos cuidarnos porque nos viene Y va más allá: “Hay también en Colombia una larga tradición de novela gótica, que ha venido a llamarse el gótico tropical.
Nunca hubiéramos dicho que La vorágine es una novela gótica, ¡pero lo es! Y María (de Jorge Isaac), la gran novela romántica colombiana, es una novela luminosa hasta que el protagonista tiene que venirse en una carrera furiosa contra la muerte desde Londres, y ahí la novela se vuelve oscura, tenebrosa, con murciélagos, serpientes, personajes tristes. Y luego, los cineastas del grupo de Cali, que operaron y trabajaron en los 70, hicieron cine gótico, de vampiros, con calor.
Andrés Caicedo era un gran amante de Poe y escribió cuentos de vampiros, de personajes oscuros en Cali, y yo creo que Noche negra es heredera de esa tradición”. En la novela, Rosa cuida con celo un libro de tapa dura que tiene un hueco en su interior, donde ella y Gene guardan el dinero.
El libro se encuentra “entre una vieja edición de bolsillo de La caída de la Casa Usher y una más nueva de La abadía de Rosa experimenta también el miedo a los hombres que se acercan a ella en esas soledades. Me lo decía mi editor en Colombia (tengo un editor y una editora), que él sentía que Rosa estaba atravesada por todas las violencias posibles. También hay una violencia que es exclusiva al género, o que sufrimos más las mujeres. Estás con un hombre al lado y todo está tranquilo, pero si te ven sola Eso es algo que Rosa está experimentando todo el tiempo.
Y está también una violencia que puede ser de las más duras, la del abandono de su padre. ¿Es por eso que Rosa siempre está volviendo al pasado, a su abuela, a su madre? Exacto, a esa niña que no fue reconocida por su padre. Y cuántas historias así arrastramos en Latinoamérica. Y seguimos arrastrando. Esas historias de los hijos no reconocidos, de los hijos que fueron abandonados por sus padres es algo que está en nuestra historia cultural. Colombia es un país de madres solteras. Y de hombres que no se hacen responsables. “¡P erdón, dame un seguntana (Cali, 1972) a través de la pantalla.
Viza! ”, ruega Pilar Quincamión de la mudan do que está llegando el ve en Bogotá, pero se encuentra en la terraza de su nuevo departamento en Santa Marta, donde ella, su marido y su hijo, Salvador que saluda a la cámara y se mantiene cerca, pasarán los días libres. Es un decir, en el caso de la escritora. Atenta a lo que ocurre en su entorno, un par de veces pide detener la entrevista, silencia el micrófono y se levanta.
Noche negra (Alfaguara) es su sexta novela y se sitúa en la selva, un escenario que ha explorado en ficciones anteriores y que ha alternado con la ciudad de Cali: La perra (2017, Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana) y Los abismos (2021, Premio Alfaguara) destacan entre ellas.
La acción transcurre en apenas cuatro días, al cabo de los cuales se espera la “noche más negra” cuando la luna se esconde por completo, que Rosa deberá afrontar sola en la cabaña que están construyendo con su marido, Gene; “el gringo”, lo llaman, aunque sus orígenes se encuentran en Irlanda. Es domingo, y Rosa observa desde el muelle cómo se aleja la embarcación en la que Gene viaja a la ciudad para conseguir su visa. Cuando sube a la pequeña vivienda, en medio de la selva tropical y sobre un acantilado, el barco es solo un punto brillante en el mar.
Pilar Quintana cuenta que hace años viene trabajando en ese “universo narrativo”, donde también transcurren su novela La perra y algunos cuentos “que he ido publicando y otros que están aún sin publicar”. Y explica: “En La perra aparecen Rosa y Gene de manera muy tangencial, ni siquiera físicamente, sino que hacen parte de unos recuerdos de Damaris, el personaje principal.
Aquí pongo a Rosa y a Gene mucho antes de que transcurran los hechos de La perra, cuando llegan a vivir a su casa junto al mar”. ¿Cómo surgieron estos personajes y sus historias en la selva? Yo viví nueve años en el Pacífico colombiano, construí mi casa con mis propias manos con mi exmarido irlandés. Todo parecido con la realidad no es pura coincidencia (dice entre risas). Empecé a trabajar estos personajes como parte de algo que yo sabía que era mayor. Cuando escribí La perra tenía un bebé de nueve meses y yo podía hacer solo algo corto y muy puntual.
Estaba preparando un libro de cuentos, se lo mostré a mi agente y él me dijo “este personaje (Rosa) me encanta, este cuento puede extenderse y convertirse en una novela”. Yo le dije “no, este cuento es un cuento, pero al personaje yo lo conozco de toda la vida, sé cuándo nació y cuándo va a morir, y sé dónde vive a sus 85 años. En algún momento prepararé esa novela”. Esa novela es Noche negra.
Tal como en La vorágine, de José Eustasio Rivera, obra capital de la literatura de su país y de Latinoamérica, Pilar Quintana parece encarnar en la selva los peligros y amenazas que acechan al ser humano. Otra tradición es la que expone Arturo Álape en La paz, la violencia. Testigos de excepción, donde señala que “la violencia ha sido un fenómeno recurrente en la vida política del país”, o más bien, que la de Colombia es una historia de violencia.
En los agradecimientos, la escritora menciona en primer lugar el libro de Álape, cuya “historia de los enmontados” los que se esconden en el monte “me sirvió para inventar a los de esta novela”. En Noche negra, Quintana no explicita fechas ni sucesos históricos, pero de a poco, como la selva que se extiende y se infiltra, va dejando caer recuerdos de la infancia y juventud de Rosa, del padre que no quiso reconocerla, de un novio revolucionario desaparecido.
“La novela está situada en 1980 aclara, cuando en Colombia estábamos en estado de sitio y sobre eso teníamos otro estado de sitio, que se llamaba el estatuto de seguridad, y donde fueron capturados más de 200, incluso creo que más de 300, militantes del M19, cuando todavía el M19 era una guerrilla, y sufrieron torturas, hubo desapariciones, fue un momento muy escabroso de la historia de nuestra violencia”. Esa violencia aparece de manera muy sutil en su novela.
Yo creo que en mi obra siempre está presente esa violencia, solo que de una manera distinta a la que esperamos los latinoamericanos que esté, porque creemos que la manera de contarla es contar la guerra, las torturas, contar todo lo que ha pasado. Pero se nos ha olvidado indagar en la naturaleza íntima de la violencia. Y creo que mi mirada siempre ha estado puesta sobre esa violencia que sucede a puertas cerradas y que para mí es el origen de las otras violencias.
Un poco de esa violencia de afuera también está presente en la vida de Rosa, porque hace parte de sus miedos, ese miedo a que la violencia de allá afuera venga a meterse a su casa. ¿Como la selva? Noche negra se inscribe en una larga tradición de novela latinoamericana y novela colombiana, donde la selva está puesta en el centro. Y claro, es deudora de novelas como La vorágine, en que la selva es Nunca hubiéramos dicho que La vorágine es una novela gótica, ¡pero lo es!”. solteras.
Y de hombres que no se hacen responsables”. sobre esa violencia que sucede a puertas cerradas y que para mí es el origen de las otras violencias”.. Integrante del jurado del XXXIII Premio Revista de Libros —que se encuentra en pleno proceso de recepción de los trabajos—, la destacada escritora colombiana dice haber terminado un ciclo de exploración. En Noche negra, su sexta novela, historia y lenguaje se van entrelazando para atrapar al lector en la espesura de la selva tropical. ENTREVISTA Autora de cuentos y novelas ‘‘Nunca hubiéramos dicho que ‘La vorágine’ es una novela gótica, ¡pero lo es!”. solteras.
Y de hombres que no se hacen responsables”. sobre esa violencia que sucede a puertas cerradas y que para mí es el origen de las otras violencias”. NOCHE NEGRA Pilar Quintana Alfaguara, Santiago, 2025,266 páginas, $18.000. NOVELA