EDITORIAL: El alcalde y los toldos azules
EDITORIAL: El alcalde y los toldos azules C on una energía renovada, el alcalde de Santiago se ha mostrado dispuesto a hacer desaparecer a los grupos delictuales organizados que ocupan la calle Meiggs y que han sido simbolizados a través de sus "toldos azules". Junto al ánimo decidido con que está haciendo frente a tales organizaciones, también ha señalado que no permitirá las tomas de los colegios por parte de sectores de estudiantes que imponen su distorsionado poder en detrimento de toda la comunidad escolar.
Después de años de timidez de parte de las autoridades, que cuentan con la fuerza legítima del Estado tras ellas, el alcalde Mario Desbordes procura demostrar que el ejercicio de sus atribuciones le permite volver a tener un orden mínimo en las calles.
Loable es su resolución y la comunidad santiaguina confía en que logrará su propósito de devolver a la capital de Chile su antigua tranquilidad y la posibilidad de desarrollar actividades comerciales sin la interferencia de grupos criminales.
Su actuación está enraizada en los conceptos más básicos de la democracia, pues sus facultades le fueron otorgadas por la votación de una amplia mayoría popular y él, como su representante, debe servir a toda la comunidad y no dejarse atropellar por grupos menores, por audaces y poderosos que sean o pretendan ser. Es la autoridad elegida la que cuenta con el respaldo para hacer cumplir la ley, que debe imperar por sobre intereses particulares, especialmente si estos buscan favorecer actividades delictuales. De prevalecer esos últimos en la primera comuna del país, podría sobrevenir una suerte de anarquía y no debe olvidarse que la primera función de la autoridad es garantizar el orden público. Por increíble que pueda parecer a cualquier observador ajeno, los recintos de educación en la comuna también han sufrido el ataque constante de grupos de estudiantes violentos.
Las tomas, la violencia en contra de otros jóvenes más interesados en su educación, pero que también tiene manifestaciones más extremas, como la quema de vehículos de locomoción colectiva o el ataque a la policía mediante bombas molotov, auguraban un futuro muy dudoso para la tranquilidad ciudadana.
Los movimientos juveniles anárquicos, confusos, desordenados, pero que gozan del apoyo de algunos círculos políticos, también están siendo abiertamente enfrentados gracias a la acción resuelta del alcalde, quien ha señalado que está dispuesto a desalojar cada vez que un grupo se tome una escuela o colegio, para lo cual cuenta con el respaldo de la fuerza pública. Contrasta este compromiso con lo que se ha observado en otras administraciones comunales, cuando las autoridades fueron más tolerantes de estas desviaciones. Conviene anotar, sin embargo, que el clima general de opinión también ha experimentado cambios profundos. Si antes la ciudadanía parecía ser más tolerante, ahora, quizá por saturación, ya no está dispuesta a permanecer silenciosa ante la violencia juvenil o la actuación de los grupos criminales. La primera expresión de este cambio se observó en la alta votación de Desbordes, quien ahora cuenta con el capital político para poner fin a años de lenidad. La ciudad de Santiago y el país se lo agradecerán. Desbordes hoy cuenta con el capital político para recuperar un orden mínimo en Santiago. El alcalde y los toldos azules.