Chile y la economía del pato cojo
Chile y la economía del pato cojo PUNTO DE VISTA Chile y la economía del pato cojo del pato cojo --por TOMÁS Rau--npolítica, el síndrome del pato cojo describe la pérdida de eficacia de un gobierno en sus últimos meses. Esta metáfora aplica también ala economía chilena, aunque falte más de un año para el cambio de gobierno. Si bien la economía lleva una década de estancamiento, enfrenta un momento crítico que hace renguear cualquier esperanza de recuperación y requiere intervenciones que ya no ocurrieron en este período.
El mercado laboral muestra severos signos de deterioro, las proyecciones de crecimiento se ajustan ala baja, la inflación persiste, la productividad poco se condice con su nombre y la inversión sucumbe a la judicialización y demoras inexplicables en permisos. El crecimiento económico no superará el 2,5% este año y se espera un modesto 2,2% para 2025. La tasa de desempleo supera el 8% desde hace dos años y la informalidad laboral crece sostenidamente. Aún faltan 300 mil empleos para recuperar la tasa de ocupación que había antes de la pandemia y la persistente inflación ya acumula un 4,5%, erosionando el poder adquisitivo de los hogares. Hablar de inversión y productividad parecen palabras casi olvidadas de nuestro léxico. Para revertir esta tendencia es imperativo implementar cambios en la visión y política económica. Primero, es clave reconocer el papel de la incertidumbre que posterga la inversión, afectando productividad, crecimiento y empleo. Debemos retomar políticas de largo plazo, que no dependan del gobierno de turno, para que proyectos inmobiliarios y mineros puedan avanzar con confianza en la institucionalidad. No habrá prosperidad sin inversión y ésta es hoy la aguja que puede mover la economía, según se infiere del Informe de Política Monetaria (Ipom) de septiembre del Banco Central. Del 1,8% de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) tendencial, la inversión explica uno porciento, mientras que trabajo y productividad solo 0,4% cada uno. Mejorar en capital humano y empleo tomará tiempo, y Chile --especialmente los más necesitados y la sufrida clase media no puede esperar. Se requiere simplificar los permisos y ofrecer incentivos tributarios que atraigan a inversionistas nacionales y extranjeros. Aunque existen proyectos en el Congreso para reducir los plazos de aprobación de inversiones, estos son tímidos y no abordan la magnitud del desafío. Reducir el tiempo de aprobación de una planta desaladora de 11 a 8 años no parece suficiente. Debemos dinamizar inversiones clave en infraestructura, tecnología y energías renovables, generando empleo y crecimiento.
Para impulsar el mercado laboral, debemos reducir los costos laborales, no aumentarlos como en los últimos años (salario mínimo, 40 horas, ley Karin, discusión de negociación ramal, etc. ), y eliminar la mirada contenciosa en las relaciones laborales. Esesencial incentivar la contratación formal con medidas efectivas, y no con subsidios de baja cobertura y nulo impacto. Finalmente, es imperioso reducir los costos al despido para permitir una mejor asignación de trabajadores. Chile está en una encrucijada, y la persistente cojera de su economía afecta el presente y compromete el futuro de las próximas generaciones, que pagarán "el pato". Hay mucho por hacer y poca voluntad. Es momento de decisiones audaces y reformas estructurales que impulsen el crecimiento y la prosperidad. Pero, al parecer, tendremos que seguir esperando. Ojalá que no por mucho tiempo... Como cantaba Serú Girán: "¿ Cuánto tiempo más llevará?" Profesor titular y director del Instituto de Economía UC..