Ranking de notas: a esta hora se improvisa
Carlos Williamson Clapes UC n el acceso alas universidades en 2013 se incorporó el ranking de notas en la educación media como un factor que contrarrestara las ventajas relativas de estudiantes con mejor desempeño en las pruebas estandarizadas sólo por su perfil socioeconómico.
La hipótesis subyacente era que un estudiante destacado frente a sus pares, que tuvo las mismas oportunidades y evaluación del resto, debía ser premiado con una bonificación sobre el puntaje de notas de ensemedia (NEM). Sin embargo, como los criterios de asignación de notas podía diferir entre colegios, nada garantizaba que con el nuevo instrumento persistieran e incluso se agravaran las brechas, Esto fue advertido en su oportunidad (ver Informe N*7 Mineduc julio 2012) y es lo que, en los hechos, ha sucedido. Los colegios, cuyo prestigio se juega en alguna medida en su capacidad para “poner” a sus egresados en la universidad, ojalá en aquellas más selectivas, reaccionaron “inflando" las NEM. Esta respuesta fue más intensa en los colegios de élite. Al final el puntaje ranking ha favorecido más a estudiantes de colegios particulares; el remedio terminó siendo peor que la enfermedad.
Lo sorprendente es que han pasado más de 10 años y recién ahora, a días de las postulaciones, surge la premura por modificar la metodología El tema de fondo es cómo aplanar la cancha para que jóvenes que nacieron en entornos con menor capital cultural, mayores dificultades de estudio en sus hogares y precaria formación en sus colegios, pero con talento y potencial académico, puedan acceder en igualdad de condiciones a la universidad y, en especial, a carreras más selectivas y con mayor rentabilidad laboral. Programas de inclusión con cuotas para estudiantes vulnerables de mejor rendimiento relativo en sus colegios —el caso del PACE= son experiencias virtuosas, pero con limitados alcances. Es imperioso una modificación en la admisión regular. Por una parte, con un ranking puro, no contaminado con el factor NEM, que asigne el mismo puntaje a los estudiantes que se ubican en el mismo percentil de sus respectivos colegios. Y, por otro lado, reconocer que el acompañamiento a estudiantes que provienen de ambientes con mayor vulnerabilidad social requiere apoyo de las instituciones educativas para evitar la deserción temprana, y eso demanda más recursos públicos.