Seguridad vial: el juego de las lágrimas
Seguridad vial: el juego de las lágrimas Hemos pedido prestado el título de una gran película de 1992 para ilustrar la magnitud de la tragedia por capítulos que está viviendo el país. A la fecha de redacción de este artículo, sólo en la región de Coquimbo sumaban 76 los muertos en accidentes de tránsito en lo que va corrido de 2025. Con esto ya superamos la mortalidad de todo el año pasado, cuando tuvimos 67 decesos y 2.047 lesionados en un total de 3.179 siniestros viales. En tanto, las cifras nacionales para 2024 fueron de 1.439 fallecidos y 42.400 lesionados en 75.653 siniestros de tránsito. No hay semana en la cual no sepamos de una nueva colisión, volcamiento o atropello. Casi nos hemos acostumbrado, como si fuera cosa de lo más normal.
Como es obvio, dentro de las causas de este fenómeno se cuenta el aumento acelerado del parque vehicular (por lógica, a mayor cantidad de vehículos, mayor probabilidad de accidentes) y una serie de variables como las deficiencias de señalética en calles y caminos, mal estado de pavimentos, mal diseño de ciertos ejes viales, condiciones climáticas particulares, fallas mecánicas, etc.
Pero resulta innegable que el principal factor se encuentra, como se dice popularmente, "entre el asiento y el volante". La causal más importante es la conducta humana: irresponsabilidad, falta de respeto a las normas, desconocimiento de las reglas del tránsito, uso de drogas y alcohol en forma concomitante al acto de conducir, manejo distraído por uso de pantallas y teléfonos móviles. Debemos reconocer que en Chile la calidad de los conductores es dudosa.
En muchos países apenas la mitad (o incluso menos) de las personas que solicita licencia para conducir aprueba los exámenes; en el nuestro, la reprobación es mínima. ¿Es que los chilenos gozamos de un talento natural tan impresionante que superamos largamente a los choferes ingleses, franceses, alemanes, japoneses o chinos? Evidentemente, no, más bien hay un sistema de otorgamiento de licencias que permite a muchas personas poco aptas para la conducción ya sea por falta de conocimiento teórico o por escasez de habilidades utilizar maquinarias complejas y potencialmente peligrosas, como son los vehículos motorizados. A lo anterior sumamos la carencia de educación vial, no solo entre los conductores sino, sobre todo, entre los peatones y todos los demás usuarios de las calles, como los ciclistas y otros. En estos últimos grupos abunda, además de la ignorancia, la imprudencia y el exceso de osadía. En otros países la educación sobre normas viales es parte de la enseñanza escolar.
Sin ir más lejos, en Chile tuvimos hasta los años '90, en cada escuela y liceo, una brigada de tránsito en que estudiantes voluntarios recibían lecciones de Carabineros para enseñar a sus compañeros y facilitar el cruce ordenado usando pasos de peatones en vez de que cada niño atravesara la calle por donde le diera la gana.
Si bien en esta materia hay responsabilidades que recaen en organismos como el Ministerio de Obras Públicas, el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, Carabineros de Chile, entre otros, el primer y más importante rol le corresponde a cada uno de quienes usamos las calles. Mal que mal, son nuestras propias vidas las que se ponen en juego.
Seguridad vial: el juego de las lágrimas Por RICARDO GUERRERO Gerente de la Corporación Industrial de Desarrollo Regional de Coquimbo (CIDERE). C O L U M N A D E O P I N I Ó N :.