“La fruticultura puede ser la gran respuesta al desempleo en La Araucanía y al desarrollo económico”
“La fruticultura puede ser la gran respuesta al desempleo en La Araucanía y al desarrollo económico” En En los últimos años, La Araucanía ha sorprendido con un fenómeno inesperado: la fruticultura se ha convertido en uno de los motores más dinámicos de su economía. Avellanos europeos, cerezos y berries crecen en tierras que antes se destinaban casi exclusivamente a cereales o ganadería. Marcelo Carrasco C. ,analiza este proceso y sus implicancias sociales y económicas. Marcelo, usted ha dicho que la fruticultura es estratégica para Chile. ¿Por qué? Porque no se trata solo de sembrar árboles, sino de un sector que sostiene buena parte de la economía nacional. La fruticultura genera empleo en zonas rurales, dinamiza comunidades completas y aporta al PIB. Pero además, nos da prestigio internacional: Chile es hoy una potencia agroexportadora reconocida en Estados Unidos, China y Europa por la calidad de sus uvas, cerezas, arándanos, manzanas y duraznos. Esa es una ventaja que debemos cuidar y ampliar. Pero La Araucanía no siempre fue considerada un poio frutícola. ¿Qué cambió? Hace 30 años nadie habría pensado en esta región como frutícola. Sin embargo, el escenario cambió por varios factores. Primero, el clima: aquí tenemos temperaturas templado-frías que son ideales para especies de alto valor. Segundo, los suelos: ricos en materia orgánica y la disponibilidad de agua. Y tercero, el impacto del cambio climático, que ha desplazado la frontera agrícola hacia el sur.
Gracias a eso, La Araucanía hoy es la segunda región productora de avellano europeo y líder en arándanos orgánicos. ¿Cómo se traduce todo esto en la vida de las personas? En empleo, que es lo más importante para nuestra gente. La fruticultura es intensiva en mano de obra: requiere trabajadores en cosecha, procesamiento, empaque y logística. Eso significa empleos temporales bien pagados en épocas de alta demanda, algo vital para una región con altos índices de desempleo. Además, abre oportunidades para mujeres rurales, que muchas veces buscan trabajos más flexibles y compatibles con sus responsabilidades familiares. Y no solo se trata del campo: la agroindustria, el transporte, el comercio y los servicios también crecen alrededor de este rubro. ¿Tiene ejemplos concretos de ese impacto? Claro. Entre 2012 y 2016 la superficie frutícola aumentó un 44 %. Eso significó que la mano de obra creció más de un 150 %, llegando a casi 30 mil trabajadores.
Son números que reflejan el dinamismo del sectory su capacidad de absorber fuerza laboral en una región con alto desempleo e informalidad. ¿Y cómo se proyecta el futuro cercano? En 2019 teníamos 14.440 hectáreas plantadas en 548 huertos, de las cuales más de 7.000 eran de avellano europeo. Las proyecciones para 2025 hablan de 15 mil hectáreas y la meta es alcanzar 30 mil para 2030. No es un sueño, es una tendencia en marcha. En 2020, las exportaciones de frutas frescas y frutos secos sumaron 150 millones de dólares FOB, casi el 28 % de las exportaciones regionales. Y solo el avellano europeo aumentó un 78 % su producción en un año. ¿Qué pasa con los pequeños agricultores? ¿ Pueden integrarse a este auge? No solo pueden, deben ser parte. El primer Catastro de Potencial Frutícola mostró que el 90 % de los productores evaluados tiene condiciones medias o altas para entrar al rubro. Hablamos de más de 3.000 hectáreas adicionales que podrían sumarse en el corto plazo. El 58 % de los agricultores que hoy no cultivan frutales están interesados en diversificar, y un dato muy relevante: un 31 % son mujeres propietarias.
Eso abre una posibilidad concreta de inclusión de género en la cadena frutícola. ¿Cuáles son las principales oportunidades y qué desafíos ve en el horizonte? Las oportunidades son claras: incorporar a pequeños agricultores en la cadena exportadora, ampliar la superficie con especies de alta rentabilidad y fortalecer los instrumentos de financiamiento, capacitación y asesoría técnica.
Los desafíos son igual de importantes: garantizar condiciones laborales dignas, superar las barreras de acceso a crédito y tecnología que muchas veces frenan a los pequeños productores y, sobre todo, lograr una coordinación público-privada en una estrategia de largo plazo. Para cerrar, ¿qué se necesita para que La Araucanía se convierta en referente nacional e internacional? Una decisión política clara. Tenemos suelos fértiles, agua y especies que se adaptan al cambio climático. Pero sin inversión en infraestructura, sin una estrategia a largo plazo y sin diálogo con la industria, el potencial se puede perder. La fruticultiira no es solo negocio: es desarrollo regional, cohesión social e inclusión laboral. Si actuamos ahora, La Araucanía puede transformarse en el gran polo frutícola de Chile y un ejemplo internacional.
T “La fruticultura puede ser la gran respuesta al desempleo en La Araucanía y al desarrollo económico” Marcelo Carrasco C. analiza el auge del avellano europeo, cerezas y berries en la región, donde el cambio climático, la calidad de los suelosye! agua han abierto una ventana única de desarrollo.
Con cifras récord de exportaciones y la generación de empleos generados, sostiene que el desafio ahora es político: integrar a pequeños agricultores, asegurar condiciones laborales dignas y proyectar a la región como un referente frutícola mundial.. - -