El imperativo moral de Chile
El imperativo moral de Chile La aprobación de la reforma del sistema de pensiones debiera ser una buena noticia para Chile, después de tantas malas noticias y decepciones.
Hay mucho pájaro de mal agüero que anda por ahí proclamando que esto es un engaño al pueblo, un error parecido a la de la reforma tributaria del segundo gobierno de Bachelet (¡ por Dios qué mala reforma esa!). ¿A quién creerle? En tiempos de la sospecha y del populismo en sus más diversas formas, uno como ciudadano duda y es fácil caer en el fatalismo y el pesimismo.
No tengo conocimientos técnicos sofisticados en la materia, pero esta vez he decidido creer, creerles a los políticos y técnicos del Gobierno y la oposición que "cocinaron" el acuerdo. ¡Viva la cocina! Si todos se equivocaron, significa que el país no tiene esperanza alguna, y que estamos ante una conjura de incompetentes de izquierda y derecha. Sospecho de las declaraciones destempladas de una Pamela Jiles y un Daniel Jadue y también de un Kaiser.
Las del economista José Luis Daza, al otro lado de la cordillera, pueden estar contaminadas por el estilo Milei, de dispararle a todo lo que se mueva en otra dirección de la de adonde él va. Hubiera esperado de un técnico serio como él una propuesta de alternativa antes que un ninguneo de sus colegas economistas.
Por supuesto que puedo equivocarme, el tiempo dirá quién tenía la razón y probablemente, en materias tan complejas como esta, no hay fórmulas mágicas y hay muchas variables que hay que tener en consideración, y la realidad siempre puede darnos una sorpresa a la vuelta de la esquina. Pero no se puede negar que aquí hay un gran y loable esfuerzo por articular un acuerdo en una materia que hasta hace poco era un campo de batalla ideológica cerrada.
Es tan irresponsable no estar alertas ante los posibles errores que pueda haber en reformas de esta envergadura, como no celebrar lo que pueda ser un avance en un tema --el de las pensiones-que quedó entrampado por años, por la incapacidad de la clase política de destrabarlo. Nos podemos hacer adictos al pesimismo. Ojo con eso. Celebrar lo positivo también es un acto de coraje, en estos tiempos de teorías del complot, polarizaciones tóxicas, matonaje verbal de lado y lado. Lo que sí parece que queda claro es que, sin crecimiento, va a ser muy difícil que la reforma pueda realizarse bien. El crecimiento, a estas alturas, no es una obsesión de economistas, sino un deber ético. La falta de crecimiento perjudica a los más pobres y vulnerables y por eso llama la atención que a la izquierda le cueste tanto asumirla como una tarea nacional de primera prioridad. Parece que una especie de "pobrismo" inconsciente prefiriera que no creciéramos.
No crecer es condenar a los miles de pacientes de las largas listas de espera a devolverse a su casa; no crecer es decirles a las miles de familias sin casa que se olviden en un tiempo próximo del anhelo de una vivienda propia; no crecer es condenar a miles de jóvenes a empleos precarios e informales. Creo que como país hemos aprendido las consecuencias, en la vida de todas las personas, de un bajo crecimiento económico. Una parte del malestar que sirvió como combustión del estallido fue porque el crecimiento se había frenado.
Toda la monserga del "decrecimiento" que "iluminó" a algunos, nos parece ahora un desvarío de una generación de jóvenes políticos que no han sufrido la escasez y que llegan a romantizar hasta la pobreza. "Crear, crear, crear", era el imperativo del poeta Vicente Huidobro. Ese siempre debe ser un imperativo espiritual y cultural de las sociedades que no se conforman con la mediocridad. Pero un nuevo imperativo ha nacido: crecer, crecer, crecer. Y ser idealista hoy no es pensar que Chile puede crecer, sino que debe hacerlo. Imperativo moral que toda nuestra élite debiera tomarse en serio. Crecer para evitar que miles de chilenos --y con justa razón-sientan hoy "un miedo incontenible a la pobreza", como dice la canción del Gitano Rodríguez. C O L U M N A D E O P I N I Ó N El imperativo moral de Chile Ser idealista hoy no es pensar que Chile puede crecer, sino que debe hacerlo. Si desea comentar esta columna, hágalo en el blog Por Cristián Warnken.