VIAJE A LA MEMORIA DE CRISTOBAL MARIN
VIAJE A LA MEMORIA DE CRISTOBAL MARIN Hace unas semanas, Cristóbal Marín subió hasta Laguna Negra, un cuerpo de agua ubicado en el Cajón del Maipo, a 2.700 metros sobre el nivel del mar.
No se trató exactamente de un trekking de montaña que llevó a cabo con unos amigos, sino más bien de un ejercicio de reconocimiento en terreno para su próximo libro, que versará sobre cordilleras de la memoria y con el que pretende cerrar la trilogía que inició con Huesos sin descanso; Fueguinos en Londres y Atacama fantasma. --Estaba siguiendo la ruta que hizo en 1873 Benjamín Vicuña Mackenna y su delegación a Laguna Negra. En esa expedición, él fue en búsqueda de agua para Santiago --explica. Su debut literario fue con Huesos sin descanso que lleva varias reediciones y recientemente fue publicado en Argentina y España, donde reconstruye decenas de biografías de fueguinos exhibidos en Europa como salvajes del siglo XX.
El libro comenzó a gestarse en 1992 en Londres cuando Cristóbal Marín, quien es licenciado en Filosofía, cursaba un doctorado en Estudios Culturales en la Universidad de Birmingham y pasaba largas horas en la Biblioteca Británica estudiando al filósofo inglés Jeremy Bentham, quien tuvo una fascinación por el embalsamamiento y el uso de los cadáveres.
Bentham terminó siendo un personaje central en su libro, así como la muerte y los restos mortales, tema que atraviesa todo el ensayo, donde también se cuelan algunas anécdotas familiares, como la ocurrencia de su abuelo de desenterrar los restos de sus antepasados desde el Cementerio General de Santiago para llevarlos a un pequeño cementerio improvisado en el campo familiar de Melipilla, donde Cristóbal Marín pasó su infancia. --Me demoré mucho en escribir ese libro --dice Marín, sentado en su oficina en la UDP, donde es prorrector y trabaja en la administración de la universidad--. Tenía todo este material que recopilé en Inglaterra y no podía encontrar la forma para escribirlo. No quería hacer una novela. El material era tan extremo a veces que parece ficción, pero es verdad. Tenía que encontrar una forma que respetara esas historias. Ahí llegué a este híbrido, por llamarlo así, que es entre ensayo, un poco de historia, relato de viaje, relato antropológico y un poquito de técnicas de la novela.
Una vez que encontró la fórmula que le permitió escribir con tantas capas, se volcó a su segundo libro, Atacama fantasma, que publicó en 2023 y el año pasado ganó el Premio a la Mejor Obra Literaria en la categoría escritura de la memoria.
El volumen está centrado en el desierto chileno y recupera los recuerdos de algunos viajes de infancia y juventud, así como la descripción de varias hazañas históricas, como el intento de Diego de Almagro y su hueste por conquistar ese paisaje duro y solitario. --En sus libros aparecen muchos personajes históricos. ¿Hay alguno por el que sienta especial fascinación? --Bueno, Charles Darwin es un personaje clave de la ciencia y de la historia cultural de la humanidad. Su teoría de la evolución de la selección natural no solo cambió la biología y ciencia moderna, sino la cosmovisión del mundo. Pero además que Chile haya sido tan importante para él: los fueguinos, la Patagonia, su viaje al desierto, su viaje a la cordillera, en lo que estoy trabajando ahora. La verdad es que me interesan mucho las vidas de las personas. Los dos Philippi: Rodulfo, que armó toda la ciencia en Chile, y Bernardo, que trajo la inmigración alemana. Son vidas extraordinarias, que nos constituyen como país también.
Además, son personajes trágicos: tras la muerte de Rodulfo Philippi nunca más apareció tu cuerpo. --Las historias familiares se cuelan en lo que escribe. ¿Tuvo que vencer algún pudor para poder incluirlas? --El yo es complejo de manejar y en los libros me arriesgo con el yo, pero siempre controlado. Es un yo que habla por nosotros, que va de la memoria personal a la colectiva (... ). No es fácil. Pero a pesar de que son libros bastante autobiográficos, hay mucho pudor porque no creo en la literatura del yo que está tan de moda y es solo autobiografía o autoficción. Hay gente que lo hace y muy bien, pero no es lo que me interesa. Lo mío es esta conexión entre la memoria personal y la memoria del país, que de cosas muy personales busca una experiencia más universal.
La intensidad del recuerdo --¿ Por qué le interesó escribir sobre la muerte y los restos mortales, que es el tema de fondo de Huesos sin descanso? --Bueno, es uno de los grandes temas de la filosofía. La muerte es el hecho fundamental de la experiencia humana.
Pero también tiene que ver con estas experiencias personales que cuento en el libro, el traslado de los huesos de mis antepasados o con que viví en un campo donde había una iglesia y un cementerio. Todo eso se fue quedando en el inconsciente. De niño vi entierros de manera muy cercana, que es algo que hoy a los niños casi no se les muestran. --Cuando uno es niño ver a un muerto es bien impresionante. --Muchísimo. Uno se da cuenta cuánto lo impresionó por la intensidad del recuerdo. Y mi recuerdo de esos hechos era muy vívido. Por lo demás, muchos antropólogos dicen que cuando los hombres comienzan a tener este cuidado por los restos mortales es el paso de la naturaleza a la cultura. Ese hecho, junto con el lenguaje, es algo fundamental del ser humano. Son muy pocas las culturas donde no hay una reflexión o cuidado por la memoria y los restos mortales. Una mezcla de todo eso me llevó a ese interés. Y, luego, ver los huesos de fueguinos en Londres, en Berlín y en otras capitales europeas.
Las momias, que son restos mortales de culturas originarias atacameñas, fueguinas, kawésqar, selknam o yaganes y están ahí exhibidos. --¿ Para echar mano a la memoria de su propia familia, tuvo que investigarla? ¿ O quizás algún antepasado ya había escrito algo? --No. Pero sí interrogué a mis tíos y tías y a mi hermana. En parte para saber y en parte para contrastar con mi propia memoria. Porque a veces me aparece un hecho, pero mis hermanos tienen otra percepción. Al final elijo la historia que más me sea plausible.
Porque siempre en el recuerdo hay un poco de ficción. --Usted menciona en su libro a una bisabuela que instaló un cine en las viejas pesebreras del campo en Melipilla. --A esta bisabuela le ofrecieron un cine que vendían en Santiago de como 100 butacas. Era la época de cierta preocupación social en algunos campos: hacer un estadio, una escuela, un hospital. Y esta bisabuela enganchó y dijo hagamos algo más: un cine. Funcionó durante muchos años y era una entretención porque cuando lo instalaron no existía la televisión. Las películas mexicanas eran taquilla absoluta. Eso fue antes de que yo naciera, pero todavía quedaba un resabio de eso. A mí me tocó más bien ver las películas de Raphael y de Leonardo Favio, que eran musicales. Además, todas las películas de cowboys, de vampiros y karatecas que vi fue ahí. Esa es una vida rural que apenas queda en Chile como experiencia. --¿ Esa forma de vida del campo de su infancia se acabó? --Se acabó. La modernidad arrasa y bien, yo no creo en una nostalgia de eso. Lo que trato de rescatar es la ambivalencia de la modernidad en el sentido de que arrasa con todo, y hay pérdidas y ganancias.
Quizás a veces me conecto más con las pérdidas, pero creo que también hay ganancias. --¿ No se considera un nostálgico? --No es la nostalgia lo que más me interesa de esa vuelta a la memoria y el pasado, sino desentrañar mundos, la memoria y la existencia humana, aunque suene un poco pretencioso.
Es una tontera, pero no puse ningún nombre para identificar a las personas de mi familia para hacer la experiencia lo más universal, que podría ser la de cualquiera, no de una persona, clase o grupo social determinado. Bueno, igual es.
Pero al menos creo se hace más universal que si pusiera el nombre de tal familia o grupo. --Mucho antes de escribir sus libros, usted participó del programa de televisión "Chile íntimo", que relataba la historia nacional desde el cotidiano de las familias. --Sí. Ahí fui socio de ese programa que hicimos con (la periodista) Viviana Flores. Lo que tratamos de hacer fue desentrañar la vida íntima de los chilenos en cuestiones cotidianas: el amor, la familia, la casa, la muerte. Pero ahí la diferencia es que usábamos imágenes, archivos de 8 mm, Super-8, incluso videos y fotografías. Logramos imágenes magníficas de Chile. Yo tenía unas cajas con películas de mi propia familia y luego les pedimos a otras familias chilenas que nos compartieran las suyas: las digitalizábamos y se las pasábamos en un CD en esa época. Muchas familias no habían visto esas imágenes porque no tenían cómo. Entonces fueron acontecimientos familiares, lo que fue muy interesante. --¿ En ese archivo familiar salía usted de niño? --Sí, yo salía. Pero lo que más había era de mi padre y de mi abuelo. Cosas cotidianas de la vida del campo: ceremonias, bautizos, las lecherías antiguas, partidos de fútbol. Está toda la filmación de cuando cruzan la cordillera, lo que me interesa porque es el tema que estoy trabajando ahora y por supuesto lo pondré en el próximo libro. La melancolía como condición existencial --En Atacama fantasma afirma que el desierto genera melancolía... --El desierto, como cito por ahí, es un paisaje melancólico y genera melancolía a quien experimenta el desierto. En ese sentido, ahí recopilo algunos pensadores que reflexionan sobre el desierto como lugar de melancolía, desde los primeros padres cristianos hasta este autor que cito Robert Burton. El desierto ha sido un paisaje que genera melancolía y es melancólico en sí. --¿ Tuvo algunos episodios melancólicos trabajando en ese tema? --Tuve algunas reflexiones sobre la melancolía. Robert Burton (clérigo inglés que escribió Anatomía de la melancolía) lo dice muy bien: hay una dimensión de la melancolía que es parte de la condición humana, que todos tenemos de alguna manera. El problema es que cuando se desboca y se transforma en algo mórbido, se vuelve una enfermedad que se parece a la depresión y hoy se describe como depresión melancólica. Ahí estás atrapado en una cuestión muy problemática y de mucho sufrimiento. Y los límites entre uno y otro a veces no son tan claros.
La melancolía como condición existencial, algunos han dicho que representa el ser mortales y genera mayor lucidez respecto a tu entorno, pero tiene este peligro de ser atrapado por esto. --Pero hay algo de melancolía en quienes se dedican a reflexionar y mirar el pasado. ¿Usted se considera un melancólico? --No. O más bien no sé. Pero me interesa. Creo que todos tenemos esta condición básica donde la melancolía aparece en algunos momentos. Pero de ahí a convertirse en una enfermedad es muy peligroso porque es muy terrible. Yo no la he sufrido, pero los testimonios de quienes sí son terribles. El mismo Robert Burton da un testimonio dramático de esta enfermedad. Pero algo de melancolía hay en todo ser humano que reflexiona.
De ahí el desafío de que esto no se convierta en algo de lo que no puedas escapar. "A pesar de que mis libros son bastante autobiográficos, hay mucho pudor porque no creo en la literatura del yo que está tan de moda y es solo autobiografía o autoficción". "El desierto ha sido un paisaje que genera melancolía y es melancólico en sí", afirma. En la foto, en el cementerio de los ingleses en Tiliviche, cerca de Iquique, donde está enterrado James T. Humberstone. GENTILEZA CRIS T Ó BAL M ARÍN Cuando trabajaba en Huesos sin descanso viajó a la Patagonia y Tierra del Fuego. En la foto, en Puerto Navarino, en el canal Beagle. GENTILEZA CRIS T Ó BAL M ARÍN "Algo de melancolía hay en todo ser humano que reflexiona. De ahí el desafío de que esto no se convierta en algo de lo que no puedas escapar", afirma.
VIAJE A LA MEMORIA de Cristóbal Marín Con dos libros que han resultado muy exitosos, Huesos sin descanso; Fueguinos en Londres y Atacama fantasma, el ensayista y académico dice haber encontrado una fórmula que le acomoda para escribir entrelazando la historia del país con la memoria personal. Aquí habla de algunos recuerdos persistentes: la infancia en el campo de Melipilla, la impresión que le causó de niño ver unos entierros y las inolvidables funciones en el cine que instaló su bisabuela.
Sin embargo, descarta ser un nostálgico. "No es la nostalgia lo que más me interesa de esa vuelta a la memoria y el pasado, sino desentrañar mundos, la memoria y la existencia humana, aunque suene un poco pretencioso". POR CAROLA SOLARI FOTO MACARENA PÉREZ.