EL PAPEL CRUCIAL QUE JUGARON LA IGLESIA Y LAS FUERZAS ARMADAS
EL PAPEL CRUCIAL QUE JUGARON LA IGLESIA Y LAS FUERZAS ARMADAS D 15El Papa Juan Pablo II junto al cardenalOIRUCREMLEAugusto Pinochet junto al cardenal Samoré y el nuncio apostólico An-gelo Sodano.
OIRUCREMLEEl 22 de diciembre de 1978, a las 22:00 horas, era previsto como el día “D” para Argentina, la jornada en que sus fuerzas armadas desembarcarían en las islas del canal del Beagle con el objetivo de conquistarlas.
“Estuvimos a horas de una guerra fraticida, que hubiera sido nefasta”, relata el almirante en retiro Miguel Ángel Vergara, quien fue uno de los marinos que zarparon la medianoche de ese día, con órdenes de evitar la anexión de las islas.
“Sin embargo, durante esa jornada, las FF.AA. chilenas recibieron un mensaje clave: la flota argentina y las fuerzas de invasión, que se dirigían a ocupar las islas, habían retrocedido y regresado”, relata Richard Kouyoumdjian, vicepresidente de AthenaLab. Hay varias teorías e historias, incluyendo una providencial tormenta.
El hecho es que, el día anterior, el Papa Juan Pablo II había convocado a la Santa Sede a los embajadores de ambos países para ofrecer el envío de una misión de paz para buscar una solución. Oferta que ambos gobiernos aceptaron.
La Santa Sede eligió como su representante al cardenal Antonio Samoré exencargado del archivo vaticano y expresidente de la pontificia comisión para América Latina, quien, a las pocas horas, viajaría a Montevideo, terreno neutral, y lograría un compromiso de ambas partes de renunciar al uso de la fuerza y aceptar la mediación papal. Así comenzó un proceso de negociación que perduró hasta la firma del Tratado de Paz y Amistad de 1984 y su ratificación de 1985.
CÓMO SE ORIGINAN LOS ESFUERZOS DE LA IGLESIAA fines de junio de 1978, el obispo de Osorno, Francisco Valdés, envió una carta a Augusto Pinochet, solicitando el “arbitraje de la Santa Sede”. A lo que Pinochet respondió que se “estudiaría esta proposición”. Un mes después, Valdés enviaría otra misiva al excanciller Hernán Cubillos para contarle que la idea de una intervención diplomática del Vaticano era aprobada por otros miembros de los episcopados chileno y argentino. En esto, también fueron claves los nuncios en Chile, Angelo Sodano, y en Argentina, Pio Laghi. Con ese impulso, Cubillos solicitó una audiencia con el Papa Juan Pablo I, quien, pese a haber durado solo 33 días como pontífice, alcanzó a enviar una carta a las Conferencias Episcopales de ambos países.
En la misiva, que se hizo pública el día de su muerte, motivaba a las autoridades eclesiásticas a realizar la “obra de pacificación, alentando a todos, LAS INSTITUCIONES CLAVES:gobernantes y gobernados, hacia metas de entendimiento mutuo”. ¿POR QUÉ INTERVIENE EL PAPA?El doctor en Historia y experto en temas de Iglesia Católica, Marcial Sánchez, destaca que esta intervención por parte de la Iglesia se debe a que el “Vaticano es un Estado y en su rol, efectivamente, puede mediar en conflictos de otros países”, algo a lo que suma la influencia moral que tiene, sobre todo en los países donde se profesa la religión católica.
Él añade que, “históricamente, la Iglesia Católica ha mediado en varios conflictos, pero solo desde el año 1929 lo tiene en susestatutos”. En junio de 1978, el obispo de Osorno, Francisco Valdés, envió una carta a Augusto Pinochet, solicitando el “arbitraje magnífico de la Santa Sede”. En esta línea, el caso de Chile y Argentina es uno de los pocos episodios de éxito en los que ha actuado como mediadora de un conflicto. En contraste, en los últimos tiempos ha hecho varios intentos por retomar este rol, como en el caso de la guerra entre Ucrania y Rusia, pero sin resultados positivos.
Según Sánchez, en el caso del Conflicto del Beagle la intervención papal fue clave, ya que “evita una guerra absolutamente inminente”, y puntualiza que Juan Pablo II era visto “co-mo un hombre que había tenido la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, que había estado bajo la invasión de la URSS.
Esto hizo que Jorge Videla y Augusto Pinochet le abrieran las puertas”. Según el historiador de la USS Milton Cortés, tanto el Pontífice como el cardenal Antonio Samoré quien fue representante especial de la Santa Sede “insistían constantemente en que este no era un juicio arbitral”, sino que se buscaba “la justicia y la equidad en la solución de la controversia”, algo clave para lograr la confianza de ambas naciones. Fue precisamente eso, según han contado los protagonistas, lo que hizo que el rol de la Santa Sede fuese un éxito.
No había intenciones de imponer una posición en favor de uno u otro más allá de algunas ideas propuestas que fueron consideras demasiado “originales”, sino solo voluntad de que las partes hablaran y discutieran lo necesario. Samoré, además, era visto por ambos países como “un hombre imparcial, un mediador neutral y bastante confiable, ya que era confidente y tenía bastante flexibilidad ante las propuestas”, destaca Sánchez. El cardenal falleció de un infarto en febrero de 1983, en medio de las negociaciones. En ese momento, el Papa nombra a un sucesor directo, y establece que los monseñores Gabriel Montalvo y Faustino Sainz continuarían la mediación bajo la supervisión del cardenal Agostino Casaroli. De hecho, en su lecho de muerte, Samoré sostuvo una mano de cada sacerdote y les reiteró su plena confianza y los anima a continuar su obra.
Para cerrar la mediación, se realizó una ceremonia de canje de ratificaciones en el Vaticano en la que el Papa Juan Pablo II dice queeste es el “comienzo de una nueva era, que se abre prometedora para los dos países”. EL ROL DE LAS FF.AA. Cuando Argentina rechaza el laudo arbitral, es “el punto donde empieza a agravarse la crisis”, establece el coronel Branko Verzsalovic, jefe del Centro de Estudios Estratégicos de la Academia de Guerra.
Por seis meses “se despliegan las fuerzas militares, el Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea”. Por esto es que el almirante Vergara indica que las Fuerzas Armadas cumplieron un “importante papel disuasivo”, y agrega que la “movilización y despliegue de fuerzas, incluyendo un importante contingente de Carabineros, se hizo de manera silenciosa y sin alarmar a la población.
Tanto es así que mientras la Escuadra chilena que permaneció por meses en los fondeaderos de los canales patagónicos se alistaba al combate con la flota argentina, la preocupación de los chilenos estaba centrada en el desarrollo de la Teletón”. Roberto Arancibia, doctor en Historia y, en ese entonces, segundo comandante del Destacamento Escorpión, relata que “estábamos totalmente en terreno, lejos de Puntas Arenas, en un sector central de la península, y desde ahí teníamos que reaccionar en caso de que los argentinos penetraran en el territorio”. Asimismo, otros destacan el rol del general Pinochet, quien dio a Videla todo el poder y la confianza para negociar.
Esto, pese a que había presión interna, sobre todo desde el almirante José Toribio Merino, quien tenía una posición mucho más dura, no siempre proclive a la negociación. nUna, encabezada por el Papa Juan Pablo II y el cardenal Antonio Samoré, fue la garantía que permitió que las posiciones, aparentemente irreconciliables y al borde de la guerra, se encontraran en un punto medio. La otra, al mando del general Pinochet, cumplió, por meses y años, un rol de disuasión en la frontera y mostró pragmatismo a la hora de negociar, pese a ciertas pugnas internas. AMANDA UGARTE STEWART. Samoré y los miembros de la delegación chilena.