Autor: DANIELA SILVA ASTORGA
Chile, sus rincones y su gente: libro perpetúa las fotos de Ana María Ziebold
DLOBEIZAÍRAMANAlino). Además de los miles de negativos, el conjunto reúne 278 documentos, 46 recortes de prensa, y, lo más relevante, 635 fotografías impresas. Cada vez que Ziebold recibió algún reconocimiento en salones, esa obra quedaba para la federación fotográfica local. Otras llegaron a las colecciones del Museo Reina Sofía, en España, y del Nacional de Bellas Artes, en Chile.
Aunque la maestría de Ziebold fue refrendada por los premios que obtuvo en el FCCCh y en o t r a s i n s t a n c i a s “en el club me faltaron solo dos pun-tos para llegar al máximo”, comenta, su figura no ha sido suficientemente reconocida en la esfera pública. Historia que cambiará este libro. “La lectura que ahora tiene su obra es distinta a la del pasado. Antes era vista como una aficionada a la fotografía. Algo simple, si lo ubicabas al lado de lo que hacía en el mismo momento la Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI). Pero no era así. Se expresó, tuvo tiempo para tener su mirada y desarrollarse muy bien en un área. Sus fotos, además, son sobre personas, paisajes y costumbres. Cosas que hoy están desapareciendo. Creo que esa valoración documental hacia el trabajo de mi madre ella la percibió a medida que caminamos juntas en esto. Ella miraba esto como fotos que se iban a perder, pero ahora tienen una nueva visión”, afirma Sandra. Y su madre añade, contenta: “Me siento más que realizada. Hoy veo que tengo fotografías similares a las que me impresionaron ese primer día en el Foto Cine Club. Di más de lo que podía dar”. ETEAGARDNAStos, paisajes recónditos, tradiciones que se difuminaron con el tiempo e instantáneas de vida en la ciudad, entre otras imágenes. Todas hechas, reveladas y ampliadas por ella misma. Su fascinación, además de contemplar, perderse y conversar antes de disparar la cámara, fue el quehacer del laboratorio. Su hija Sandra Gaete, quien impulsó esta publicación y el rescate del archivo de Ziebold, cuenta que la fotógrafa podía hacer incluso una decena de copias hasta llegar al resultado óptimo. “Yo era una de las que me metía al cuarto oscuro apenas la casa entraba en silencio, y no salía de ahí hasta la madrugada. El fin de semana, después del almuerzo, mi marido veía un partido de fútbol; yo me iba al cuarto. Ese era mi tiempo”, relata Zie-bold. Abandonó el oficio por motivos de salud, pero sobre todo por la irrupción de la fotografía digital. “Nunca la sentí mía. Lo mismo me pasaba con las diapositivas a color. Es que a mí me interesaba el reto del laboratorio”, suma. La publicación de 200 páginas cuenta con textos de Rita Ferrer y Sandra Gaete, y surgió debido al tiempo que brindó la pandemia. En medio del confinamiento, reunieron todas las cajas de negativos dispersas entre las casas de la familia, y empezaron a revisar. “Me reencontré con mis fotos. Fue tan emocionante, porque hay tantas historias detrás. Yo conversaba con la gente que retrataba”, apunta Ziebold. Muchas de sus imágenes fueron hechas en el sur.
Su marido, Claudio Gaete, era oriundo de PuertoDLOBEIZAÍRAMANASU MIRADA EN EL MUTEn el marco de dos semanas dedicadas a la chilenidad, el Mercado Urbano Tobalaba (MUT) expondrá hasta el 22 de septiembre una vitrina con 17 fotografías de Ziebold. Su familia proyecta para más adelante otra exhibición. Montt y, después de vivir en Santiago, volvió a su ciudad natal por trabajo. “Mi papá era ingeniero civil y con mi mamá se perdían por caminos, hacían viajes juntos, se subían a botes y llegaban a sitios bien escondidos. Y mi mamá tomaba fotos”, rememora Sandra.
Antes de proyectar este libro, su madre hizo una donación a la Biblioteca Nacional, convirtiéndose recién en la segunda mujer con un archivo fotográfico en la institución (la primera fue Inés Pau-Quería una actividad propia, un Claudio, Pablo y Sandra. Así dueña de casa y la crianza de paréntesis en sus labores de llegó en 1980 al Foto Cine Club de Chile (FCCCh), ubicado en el centro de Santiago. Decidida a matricularse, en el vestíbulo encontró una muestra de lo que allí se hacía. “Nunca había visto fotografías tan bien logradas en blanco y negro.
Eso me impactó tanto, que me enamoré y pensé: ¿ Alguna vez lograré algo así?”, recuerda Ana María Ziebold (1946). Entre 1980 y el año 2000, obtuvo reconocim i e n t o s p o r cientos de fotografías en Chile y el extranjero. Hizo casi 7.000 instantáneas y se convirtió en u n a g e s t o r a crucial dentro del club, como directora de docencia y del Salón Nacional, presidenta y vicepresidenta.
Además, integró el colectivo “ G e n e r a c i ó n 85”, que buscaba un impulso comercial paraLa fotógrafa en unaimagen de 1993. la disciplina, y en 1996 fundó el espacio “Fotoencuentro”. En el primer piso de esa casona de calle Dominica funcionaba su galería; en el segundo, el FCCCh. Una rotunda muestra del archivo que Ziebold compuso está hoy en el libro “En el camino”, ya disponible en librerías.
Editado por Puro Chile, muestra retra-. “En el camino” reúne 130 imágenes en blanco y negro hechas con maestría por una autora que descubrió la fotografía por casualidad, cuando tenía 34 años. a en los alrededores de Frutillar hacia 1980., imagen tomada en Angelmó (1982).