COLUMNAS DE OPINIÓN: Estado ausente, Estado ausentista
COLUMNAS DE OPINIÓN: Estado ausente, Estado ausentista G racias a la Contraloría, aún tenemos patria. Su investigación reciente confirmó lo que muchos ya sospechaban: no solo el ausentismo en el Estado se ha duplicado en pocos años, sino que se ha vuelto terreno fértil para abusos groseros. Más de 25 mil funcionarios usaron licencias médicas para salir del país, incluyendo casos como una funcionaria que estudió en el extranjero y un médico que se la otorgó a sí mismo. El resultado: cirugías suspendidas, trámites detenidos y millones gastados en reemplazos en vez de soluciones. Mientras tanto, el reclamo por un Estado ausente se repite: "aquí no llega", dicen en barrios donde crecen campamentos, tomas y el desorden, como Meiggs. Pero aún más desalentador es que el Estado no llegue a su propia oficina. Ambos fenómenos están conectados: un Estado que no puede fiscalizarse difícilmente podrá fiscalizar a otros.
Incluso uno fuerte enfrentaría problemas en un contexto de creciente informalidad, migración irregular y precariedad; peor aún si está desmoralizado y debilitado desde dentro. ¿Qué hacer? Pensar que basta con tener ministros o jefes de servicio resueltos es ingenuo. La vida, y los gobiernos, son demasiado cortos como para pelear con los funcionarios. Quienes lo han intentado terminan enfrentando denuncias o movilizaciones que los dejan políticamente heridos. Reconstruir un Estado fuerte y eficaz es, pues, un desafío político. Se requiere algo escaso: voluntad firme y sostenida. Firme, porque implica enfrentarse a grupos organizados. Sostenida, porque los cambios toman tiempo y, casi siempre, más de un gobierno. Y ahí está la paradoja: el Estado necesita con urgencia esa voluntad, pero hoy es más difícil que nunca generarla. Las reformas difíciles solo avanzan cuando hay un gobierno con respaldo suficiente para imponerlas o bien cuando se logran acuerdos amplios que trascienden al gobierno de turno. Para administraciones que rara vez superan el 30?% de aprobación, la primera vía se ha vuelto casi imposible: sin respaldo ciudadano, enfrentarse a gremios o grupos organizados resulta inviable. Lejanos parecen los días en que la Concertación tenía el capital político y la mayoría social para impulsar reformas difíciles, como cuando Ricardo Lagos enfrentó a micreros, camioneros y al Colegio Médico. L a o t r a v í a -l o s acuerdos amplios-también se ha vuelto cuesta arriba en un escenario de fragmentación y alternancia constante. Los gobiernos evitan dar batallas costosas si no verán sus frutos, y las oposiciones prefieren herir antes que ayudar a un rival. Aun así, esos acuerdos siguen siendo la única salida viable. Al fin y al cabo, ningún sector podrá cumplir con lo que promete --por buena que sea su agenda-si hereda un Estado que ya no funciona porque no hay nadie en la oficina. Estado ausente, Estado ausentista Daniel Brieba Académico Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez "Los gobiernos evitan dar batallas costosas si no verán sus frutos, y las oposiciones prefieren herir antes que ayudar a un rival"..