¿Agua caída = agua perdida?
¿ Agua caída = agua perdida? Desde hace ya varios años, los boletines climáticos emitidos mensualmente por el Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA) una de las instituciones científicas más prestigiosas de nuestra región incorporan el siguiente párrafo: "Se recomienda utilizar el término `desertificación' para describir la situación hídrica en la Región de Coquimbo, ya que el concepto de sequía no refleja adecuadamente su magnitud, alcance y persistencia en el tiempo". Al buen entendedor, pocas palabras. Querámoslo o no, es irreal seguir esperando que el cielo, precipitaciones mediante, nos salve de nuestras apreturas hídricas. Las lluvias se van convirtiendo en la excepción más que en la regla y, por lo mismo, cuando llegan deberíamos aprovecharlas al máximo... algo que, a la fecha, no estamos haciendo.
En estos días en que hemos recibido un abundante frente de precipitaciones, no podemos dejar de pensar en cuánto de ese bendito flujo caído desde las alturas terminará llegando al mar en vez de alimentar nuestros campos, embalses, ríos y napas subterráneas.
Pensar en por qué no hemos invertido lo que debiéramos invertir en tecnologías para la retención de agua, tales como diques o "bolsones" en las quebradas y laderas de los cientos de cerros que la naturaleza nos dejó, de modo que almacenen agua de lluvia y contribuyan a recargar la capa freática, junto con disminuir el riesgo de aludes.
Una solución de bajo costo comparativo y que podría resultar particularmente útil en un escenario climático actual en que las lluvias, además de escasas, suelen concentrarse en pocas horas o días, produciendo volúmenes que la tierra llana no es capaz de absorber con rapidez. Tampoco hemos avanzado mucho en cuestiones como reciclaje de aguas servidas, recolección de aguas lluvias en espacios urbanos, reemplazo definitivo del riego por surco, entre otras cosas. De hecho, como es de público conocimiento, recién estamos en el proceso de licitación de nuestra primera planta desalinizadora de agua de mar.
Aunque tenemos el orgullo de ser la región con más represas destinadas a regadío y consumo humano en Chile, lo cierto es que, comparados con lo que se ha hecho en lugares como Israel, Arabia Saudita o Singapur, nos queda bastante por hacer. La palabra no es sequía sino desertificación. Nuestro paisaje futuro se parecerá más al Norte Grande que a la zona central.
Por eso, cuando llegue el próximo temporal, no deberíamos dormir tranquilos pensando que con eso se resuelven nuestros problemas con el agua; muy por el contrario, deberíamos ocuparnos más que nunca en captar la mayor cantidad posible de esos caudales y, de ese modo, lograr que cada vez sea menos el agua caída que se pierde.
La naturaleza no se adapta a nosotros, la cosa es al revés. ¿Agua caída = agua perdida? Por RICARDO GUERRERO gerente de la Corporación Industrial de Desarrollo Regional de Coquimbo (CIDERE). C O L U M N A D E O P I N I Ó N :.