El guante de seda
El guante de seda Los chilenos nos hemos acostumbrado a la descalificación y a la simplificación caricaturesca de la persona y argumentos del adversario polític o.
A ñ o r a m o s u n a r e l a t i v a amistad cívica que caracterizó al debate público en el pasado; pasado que no sentimos sea tan lejano y que hoy, sin embargo, parece haberse esfumado.
En este ambiente implacable y cruel, no deja de sorprender la prudencia con la que la opinión pública ha tratado a las dos autoridades directamente involucradas en la polémica por la venta de la casa del expresidente Allende.
Las referencias e interpelaciones hechas a la ministra Maya Fernández y a la senadora Isabel Allende por medios y líderes han sido sumamente cautelosas y deferentes, incluso de parte de quienes cuestionan severamente la compraventa y exigen hacer efectivas las responsabilidades. Se ha dicho que ambas políticas han "sido puestas en una situación muy difícil" por el Gobierno y su falta de rigor. Se ha señalado una y otra vez que ellas nada han ganado en lo personal.
Se ha destacado su seriedad e impecable trayectoria, y aun quienes piden sanciones subrayan que existe una responsabilidad objetiva, vale decir, que la cesación en el cargo procede "aun cuando la senadora se encontrase de buena fe". Este respeto y nivel de debate es virtuoso y loable.
Se respeta a las personas (Fernández y Allende), y a las instituciones democráticas (presunción de inocencia y despersonalización de la responsabilidad infraccional objetiva). Es, de algún modo, un resabio de la amistad cívica perdida y añorada. Dicho esto, el asunto deja expuesta también una segunda cuestión relevante.
La deferencia que se prodiga hoy a la ministra y a la senadora deja al descubierto la abismante diferencia con la que algunos medios y líderes presentan, juzgan y absuelven (o condenan), públicamente y sin titubear, a autoridades y personas que se ubican en lados contrarios del espectro político. No hay aquí reciprocidad alguna. Lo de Allende y Fernández hoy, recuerda la respetuosa credibilidad atribuida transversalmente al ministro Montes en el contexto del caso Convenios. Recuerda también a la sorpresiva defensa de la presunción de inocencia por parte de las ministras feministas en el caso Monsalve.
Contrasta, por el contrario, con la verborrea condenator i a c o n l a q u e ciertas fuerzas políticas y medios suelen increpar a líderes empresariales, o a líderes y autoridades de centro o de derecha tan pronto cualquier trascendido (o filtración) los vincula directa o indirectamente con situaciones cuestionables desde el punto de vista de la ética pública. En estos casos, todo vale para condenar y nada para presumir inocencia, reconocer trayectoria, alegar error o inadvertencia, suspender el juicio o despersonalizar responsabilidades objetivas. El umbral al que debiésemos aspirar es al demostrado hoy con Fernández y Allende. O, si se quiere, el guante de seda debiese estar disponible para ambas manos, y no solo para la mano izquierda. C O L U M N A D E O P I N I Ó N El guante de seda El umbral al que debiésemos aspirar es al demostrado con Fernández y Allende. Si desea comentar esta columna, hágalo en el blog Por Fernanda García.