SALVAR VIDAS BAJO EL FUEGO: una enfermera chilena en la Franja de Gaza
SALVAR VIDAS BAJO EL FUEGO: una enfermera chilena en la Franja de Gaza salvar salvar seres humanos donde sea, cómo sea”. POR ARTURO GALARCEP AP AP A“Los comestibles son extremadamentecaros y hay muy poco para comer, muy, muy, muy poco”, asegura la enfemera chilena sobre Gaza. “Los pacientes, sus familias, los hermanos, las madres, los hijos todos te agradecen constantemente: Gracias por venir, gracias por ayudarnos”, dice Giannina. Me acaban de avisar que falleció una enfermera. “Los niños sueñan con poder regresar a sus casas, al igual que el personal, que también desea volver a trabajar en condiciones normales.
Volver a una rutina, a una normalidad, es un anhelo compartido”. A D I D E CLa voz de Giannina Richeda, enfermera chilena de la Cruz Roja Italiana, y supervisora del Hospital de campaña en Deir al-Balah, en el centro de la Franja de Gaza, se oye apagada. Hace nueve meses que Giannina trabaja en el corazón de una de las zonas más devastadas por el conflicto entre Israel y Palestina. Esta entrevista ha tomado meses por lo mismo. Recién hace tres días pudo salir para tomar un descanso en Francia. Sin embargo, el horror no sabe de fronteras.
Minutos antes de atender esta llamada, Giannina recibió la noticia: una de las enfermeras bajo su supervisión, llamada Naima Abu Samra, murió en un bombardeo que destruyó la casa donde vivía con sus dos hijos y su esposo, el doctor Ahmed Daheir, quienes también fallecieron. Giannina Richeda comenzó su carrera en Chile, trabajando en una ONG en Conchalí en los años ochenta, atendiendo a comunidades vulnerables. Se graduó como enfermera en la Pontificia Universidad Católica de Chile y trabajó en Fonasa antes de trasladarse a Italia a mediados de los noventa. Ahí comenzó a colaborar con organizaciones internacionales como UNICEF, y más tarde se unió a Médicos Sin Fronteras. Durante más de 24 años, ha trabajado en contextos extremos como Yemen, Siria, Haití y el Congo, enfrentando los desafíos de salvar vidas en entornos conflictivos. En paralelo, se especializó en emergencias y catástrofes en Canadá, lo que le permitió prepararse mejor para liderar equipos médicos en zonas de crisis. Desde su incorporación a la Cruz Roja Italiana, Giannina ha dirigido misiones en hospitales de campaña, coordinando recursos escasos y apoyando al personal médico en situaciones límite. En Yemen, su labor se vio interrumpida cuando tuvo que salir bajo escolta tras recibir amenazas de secuestro. En Gaza, además de supervisar procedimientos médicos, gestiona planes de contingencia y busca mantener la moral del equipo en uno de los entornos más hostiles del mundo. A pesar de todo, dice, sigue convencida de que su lugar está donde más se necesita ayuda. Estoy aquí porque creo que salvar vidas en condiciones extremas es un acto que trasciende cualquier barrera diceGiannina, al teléfono. Mi objetivo no es tomar partido en un conflicto, sino ofrecer a las personas una oportunidad de sobrevivir, de recuperar algo de dignidad en medio del sufrimiento. Su día, cuenta, comienza a las 7:15 de la mañana, realizando una primera ronda para revisar cómo transcurrió la noche y las emergencias que pudieron haber surgido desde su última visita. Al teléfono cuenta cómo son las instalaciones: 13 grandes carpas blancas, una al lado de otra, que albergan las distintas unidades, como la zona de admisión, maternidad, pediatría o traumatología, que es donde trabaja Giannina.
El equipo, explica ella, está compuesto casi mayoritariamente por profesionales palestinos, a cargo de atender casos que reflejan la magnitud de la crisis: niños gravemente malnutridos, pacientes de todas las edades con heridas producto de bombardeos y otros con infecciones provocadas por la falta de agua potable y las malas condiciones de salubridad.
Muchos de estas personas son desplazados internos, es decir personas que han abandonado sus hogares ante el peligro constante, “Esta es una franja que está junto al Mediterráneo, y la granmayoría vive en carpas a lo largo de las playas, carpas de todo tipo, hechas con plásticos”. Ellos se alimentan gracias a World Kitchen Gaza, que es una ONG que distribuye comida para la gente. Un sobre de 50 miligramos de champú cuesta 40 dólares. Entonces, nosotros entregamos un kit de higiene, tanto al personal como a todos los pacientes. Hay montañas y montañas de basura.
Tienes que pensar que esta es una franja que está junto al Mediterráneo, y la gran mayoría vive en carpas a lo largo de las playas, carpas de todo tipo, hechas con plásticos, en condiciones de vida muy complicadas en todo sentido. ¿Cuáles son los casos más recurrentes que les toca atender?En traumatología, casos de personas heridas por bombardeos. Recibimos entre 70 y 80 casos diarios. También recibimos casos especiales, de pacientes pediátricos quirúrgicos, sin acompañamiento de la familia. Llegan muchos niños sin familia. Para ellos hay un programa dentro del hospital que consiste en una atención holística.
Ahí tenemos psicólogos, hay una psiquiatra, tenemos consejeros, asistentes sociales, entonces ellos siguen las situaciones complicadas, tanto integrales de niños que llegan sin miembros de la familia, como por ejemplo adultos que vienen con una víctima de un trauma y vienen además con una enfermedad crónica o con una condición médica. ¿Cómo lo hacen en situaciones de emergencias, cuando hay muchos bombardeos y por ende más cantidad de pacientes?Una emergencia es cuando llegan más de siete personas heridas, que a veces pueden ser 35,40 o incluso más. Ha habido períodos en que esto ocurre casi todos los días, o al menos cada dos días. En esos momentos, suena la alerta y recibimos una llamada avisándonos de cuántas personas están en camino. Todo el equipo se prepara para recibirlas y atenderlas de inmediato. Es una situación extremadamente dramática, especialmente cuando hay niños entre los heridos. Por suerte, el personal es altamente eficiente: médicos, enfermeras, camilleros, todos trabajan en perfecta coordinación. Los pabellones están operativos las 24 horas, y los servicios ortopédicos y quirúrgicos no se detienen. ¿Estos pacientes cómo reciben su presencia y la de otras organizaciones?Eso es muy emocionante. Los pacientes, sus familias, los hermanos, las madres, los hijos todos te agradecen constantemente: “Gracias por venir, gracias por ayudarnos”. Ese agradecimiento sincero es algo que no puedes ignorar. A veces, incluso intentan hacerte regalos. Por ejemplo, en esta costa mediterránea hay conchas marinas preciosas, y un día llegó una señora con una bolsita llena deGiannina Richeda comenzó su carrera en Chile, trabajando enuna ONG en Conchalí.
Se graduó como enfermera en la PUC y a mediados de los noventa se trasladó a Italia, donde comenzó a colaborar con UNICEF y Médicos Sin Fronteras. encontrando refugio en campamentos improvisados cerca de la costa, y dentro de zonas consideradas protegidas. La casa de Naima, la enfermera fallecida, también se encontraba en una zona protegida. ¿Había pasado en este período que falleciera una funcionaria del hospital?Sí, ya había pasado. Pero la verdad es que uno no se lo espera. Donde ella vivía corresponde a una zona humanitaria. Perder a una enfermera es un aspecto extremadamente doloroso y difícil de enfrentar. Una está permanentemente en contacto con el personal, un personal muy valioso, muy motivado de salvar vidas. Es difícil. Estoy en shock. ¿No la hace dudar de su presencia este tipo de riesgos a los que está expuesta?No. Pero porque yo creo en el valor humanitario de salvar a personas que se encuentran en una gravísima dificultad. Yo te puedo contar que ninguno de ellos, ni mujeres ni niños, tienen relación directa con el conflicto. Son seres humanos que viven en condiciones muy difíciles. Siempre he creído en los principios humanitarios, y eso es lo que me motiva a estar ahí. ¿Podría describir cómo son las condiciones en las que viven estas personas en esa zona?Sin agua. El agua es distribuida por las organizaciones internacionales, como la ONU. Los comestibles son extremadamente caros y hay muy poco para comer, muy, muy, muy poco. ellas. Nosotros no podemos aceptar regalos, pero ella insistió con tanto cariño que decidí aceptarlas. También suelen traernos dulces. La cocina árabe es fabulosa, y muchas veces las familias los preparan en sus casas o traen algún presente sencillo para agradecer nuestra labor.
Siempre recuerdo una historia en particular¿ Cuál?Un día recibimos a una madre cuya hija estaba en otro hospital, apoyado también por Médicos Sin Fronteras (MSF). Yo trabajé con MSF durante muchos años, y su presencia aquí es muy importante. La niña estaba en una situación crítica, pero logramos estabilizarla y trasladarla a la unidad de cuidados intensivos. Al día siguiente, vinieron los padres a hablar conmigo. Yo apenas hablo tres palabras de árabe, pero trabajo con una traductora, y con su ayuda pude entender que querían saber si era posible trasladar a su hija al mismo hospital donde estaba su madre. No lo dudé ni un segundo. Reunir a las familias forma parte del trabajo humanitario. La autorización fue inmediata. En un par de horas, logramos reunir a la madre y la hija en el mismo lugar. Fue un momento increíble. Ambas lograron recuperarse y, tiempo después, volvieron al hospital para agradecerme personalmente. Esas son las cosas que hacen que este trabajo sea tan valioso. Ver cómo una vida que parecía apagarse recupera fuerza, cómo una familia rota encuentra un momento de alivio. Es como ver una flor marchita que, con cuidado y dedicación, vuelve a florecer. ¿Cómo percibe usted que la población enfrenta la vida diaria en términos emocionales y de resiliencia?Resulta increíble, pero se hace comunidad. La gente igual encuentra un espacio para reírse, no sé. Yo creo que tienen una capacidad de resiliencia muy desarrollada. Es importante entender el conflicto para ver cuál es el impacto en el tejido social tanto en las familias como en los individuos, también en el personal, porque están todos afectados. Dicho eso, es una sociedad que trata de hacer su vida lo mejor posible. La gente va a la playa y se baña en el mar, y cuando se pueden tomar un café, se lo toman. No sé si me explico. Yo creo que tienen la capacidad de traspasar el conflicto. Obviamente que hay muchos problemas de salud mental también. Es una situación extremadamente difícil, pero yo diría, orientándose en lo positivo, en lo activo, tienen una capacidad de salir adelante importante. ¿Y eso se percibe también en los niños?Sí, los niños juegan mucho. Contamos con un equipo de Child Protection que organiza actividades musicales, juegos y dinámicas que les permiten, al menos por un rato, vivir su niñez fuera del conflicto. Hay pequeñas áreas donde pueden jugar y venir a interactuar. A mí me encantan todos los pacientes, pero los niños tienen un lugar especial. Muchos vienen a este espacio abierto y se sientan conmigo, conversan, y hasta les enseño algunas palabras o números en inglés. Juga-mos juntos, y eso les da un momento de distracción. Cuando hay fiestas, el equipo organiza celebraciones y se les da dulces o frutas, como manzanas, que llegan gracias a donaciones. Además, se consulta con ellos qué les gustaría comer, dentro de lo posible. La idea es que puedan disfrutar un poco y sentir que su opinión cuenta. ¿Qué es lo que piden?Chocolates, tomate, huevos. Les gustan mucho los huevos y conseguirlos ha sido todo un desafío. Aun así, hemos logrado incluirlos en su dieta, al menos para los niños, porque son una buena fuente de proteínas.
En este clima de confianza que se genera con ellos, ¿las personas les transmiten a ustedes las esperanzas que tienen?Los niños sueñan con poder regresar a sus casas, al igual que el personal, que también desea volver a trabajar en condiciones normales, en hospitales rurales o en centros médicos bien equipados. Volver a una rutina, a una normalidad, es un anhelo compartido. Hablan de reconstruir: las familias, las costumbres, la cultura, todo lo que se ha perdido. Los niños, por su parte, también expresan sus sueños. Algunos desean simplemente viajar, aunque en este momento eso es casi imposible, porque la frontera con Egipto está cerrada.
Otros preguntan: “¿ Me podrían ayudar a salir para recuperar mi pierna o mi brazo?”. ¿Qué se puede responder ante esas preguntas?La Organización Mundial de la Salud, junto con otras organizaciones, ha hecho grandes esfuerzos, pero todavía hay muchos que no han podido salir, aunque algunos sí lo han logrado. En estas situaciones, uno se encuentra en la disyuntiva de quedarse en silencio o decir la verdad, porque lo importante es no generar falsas expectativas. Salir es extremadamente difícil, especialmente para los pacientes que requieren cuidados prolongados, como los niños. ¿Las personas entienden en general el conflicto en el que están inmersos?No lo sé, te lo digo sinceramente. Desde el punto de vista humanitario, nuestro trabajo está completamente orientado a salvar vidas, por lo que no hacemos preguntas que puedan resultar innecesarias o dolorosas. Personalmente, escucho y acompaño a las personas, pero evito profundizar con preguntas que puedan interrumpir su proceso emocional o añadir más carga a su sufrimiento. Ahora, es cierto que muchas de estas personas están informadas sobre la situación. Tienen acceso a medios de comunicación y saben perfectamente lo que está ocurriendo.
Sin embargo, lo que puedo decir es que, aunque estén al tanto, entender completamente lo que viven día a día resulta muy difícil, incluso para ellos mismos. ¿Qué cree que ha aprendido en esta crisis humanitaria en particular?“Mi objetivo no es tomar partido en un conflicto, sino ofrecer a las personas una oportunidad de sobrevivir, de recuperar algo de dignidad en medio del sufrimiento”. Durante más de 24 años, ha trabajado en contextos extremos como Yemen, Siria, Haití y el Congo, enfrentando los desafíos de salvar vidas en entornos conflictivos.. A D I D E C¿ Le había tocado perder a colegas, funcionarios del hospital, como ocurrió con Naima?ra salvar vidas y mantenerse en la línea de salvar seres humanos donde sea, cómo sea, es un valor único. No, solo en Siria viví algo similar. La situación allí era parecida. Algunos grados de vulnerabilidad también los vi en el Congo, pero lo que puedo decir es que el grupo humano aquí tiene una capacidad de resiliencia que es realmente admirable. Imagínate venir a trabajar sin saber si la zona donde vives será bombardeada o si recibirás una llamada en cualquier momento diciendo que tienes que evacuar.
Muy seguido, algunos profesionales me decían: “¿ Puedo irme antes? Tengo que evacuar a mi familia y sacar a los niños”. Por supuesto, siempre les respondía: “No te preocupes, haz lo que sea necesario”. Yo cubría sus turnos o buscábamos una solución. Esa es la verdadera solidaridad humana: todos somos víctimas de una situación de violencia, pero aun así continúan viniendo a trabajar, cumpliendo con su labor. Después de eso, regresan a lo que llaman “su casa”, aunque en realidad no es más que una carpa. ¿Así vivía Naima, no?Sí. Hasta ahora, te digo, no logro procesar la noticia. Siempre fue una persona muy colaboradora, dispuesta y comprometida. Estaba estudiando un máster en línea, muy motivada por aprender y salir adelante. Era una profesional preparada y con un gran deseo de crecer. Recuerdo que en un momento pidió unos días de vacaciones para poder rendir sus exámenes. Organizamos unas unidades prefabricadas que son más estables y logramos mejorar un poco el acceso a internet para que pudiera estudiar y examinarse adecuadamente. Era un ejemplo de esfuerzo y dedicación. No te puedes imaginar el dolor que me produjo la noticia. Tengo sus mensajes, su foto, sus aspiraciones, sus sueños y sugerencias en mi teléfono. Que los valores humanitarios son extremadamente importantes, que mantener la imparcialidad es fundamental pa-¿ Cuáles eran sus aspiraciones y sueños?Finalizar su doctorado, ser supervisora la paz. P A.
Desde un breve descanso en Francia, tras nueve meses colaborando en territorio palestino, Giannina Richeda, enfermera chilena de la Cruz Roja Italiana, conversó con Sábado sobre su labor en una de las zonas más devastadas por el conflicto entre Israel y Palestina.
Supervisora en el hospital de campaña en Deir al-Balah, Giannina ha dedicado su vida a salvar vidas en crisis humanitarias en Medio Oriente, África y América Latina, una misión cuyo peso parece aumentar con cada tragedia. Minutos antes de atender esta entrevista, recibió una noticia desgarradora: una enfermera bajo su supervisión murió junto a su familia en un ataque aéreo.
Para ella, “mantener la imparcialidad es fundamental para Durante más de 24 años, ha trabajado en contextos extremos “Los pacientes, sus familias, los hermanos, las madres, los hijos… todos te agradecen constantemente: Gracias por venir, gracias p A “Esta es una franja que está junto al Mediterráne SALVAR VIDAS BAJO EL FUEGO: una enfermera chilena en la Franja de Gaza salvar salvar seres humanos donde sea, cómo sea”. POR ARTURO GALARCEP AP AP A“Los comestibles son extremadamentecaros y hay muy poco para comer, muy, muy, muy poco”, asegura la enfemera chilena sobre Gaza. “Los pacientes, sus familias, los hermanos, las madres, los hijos todos te agradecen constantemente: Gracias por venir, gracias por ayudarnos”, dice Giannina. Me acaban de avisar que falleció una enfermera. “Los niños sueñan con poder regresar a sus casas, al igual que el personal, que también desea volver a trabajar en condiciones normales.
Volver a una rutina, a una normalidad, es un anhelo compartido”. A D I D E CLa voz de Giannina Richeda, enfermera chilena de la Cruz Roja Italiana, y supervisora del Hospital de campaña en Deir al-Balah, en el centro de la Franja de Gaza, se oye apagada. Hace nueve meses que Giannina trabaja en el corazón de una de las zonas más devastadas por el conflicto entre Israel y Palestina. Esta entrevista ha tomado meses por lo mismo. Recién hace tres días pudo salir para tomar un descanso en Francia. Sin embargo, el horror no sabe de fronteras.
Minutos antes de atender esta llamada, Giannina recibió la noticia: una de las enfermeras bajo su supervisión, llamada Naima Abu Samra, murió en un bombardeo que destruyó la casa donde vivía con sus dos hijos y su esposo, el doctor Ahmed Daheir, quienes también fallecieron. Giannina Richeda comenzó su carrera en Chile, trabajando en una ONG en Conchalí en los años ochenta, atendiendo a comunidades vulnerables. Se graduó como enfermera en la Pontificia Universidad Católica de Chile y trabajó en Fonasa antes de trasladarse a Italia a mediados de los noventa. Ahí comenzó a colaborar con organizaciones internacionales como UNICEF, y más tarde se unió a Médicos Sin Fronteras. Durante más de 24 años, ha trabajado en contextos extremos como Yemen, Siria, Haití y el Congo, enfrentando los desafíos de salvar vidas en entornos conflictivos. En paralelo, se especializó en emergencias y catástrofes en Canadá, lo que le permitió prepararse mejor para liderar equipos médicos en zonas de crisis. Desde su incorporación a la Cruz Roja Italiana, Giannina ha dirigido misiones en hospitales de campaña, coordinando recursos escasos y apoyando al personal médico en situaciones límite. En Yemen, su labor se vio interrumpida cuando tuvo que salir bajo escolta tras recibir amenazas de secuestro. En Gaza, además de supervisar procedimientos médicos, gestiona planes de contingencia y busca mantener la moral del equipo en uno de los entornos más hostiles del mundo. A pesar de todo, dice, sigue convencida de que su lugar está donde más se necesita ayuda. Estoy aquí porque creo que salvar vidas en condiciones extremas es un acto que trasciende cualquier barrera diceGiannina, al teléfono. Mi objetivo no es tomar partido en un conflicto, sino ofrecer a las personas una oportunidad de sobrevivir, de recuperar algo de dignidad en medio del sufrimiento. Su día, cuenta, comienza a las 7:15 de la mañana, realizando una primera ronda para revisar cómo transcurrió la noche y las emergencias que pudieron haber surgido desde su última visita. Al teléfono cuenta cómo son las instalaciones: 13 grandes carpas blancas, una al lado de otra, que albergan las distintas unidades, como la zona de admisión, maternidad, pediatría o traumatología, que es donde trabaja Giannina.
El equipo, explica ella, está compuesto casi mayoritariamente por profesionales palestinos, a cargo de atender casos que reflejan la magnitud de la crisis: niños gravemente malnutridos, pacientes de todas las edades con heridas producto de bombardeos y otros con infecciones provocadas por la falta de agua potable y las malas condiciones de salubridad.
Muchos de estas personas son desplazados internos, es decir personas que han abandonado sus hogares ante el peligro constante, “Esta es una franja que está junto al Mediterráneo, y la granmayoría vive en carpas a lo largo de las playas, carpas de todo tipo, hechas con plásticos”. Ellos se alimentan gracias a World Kitchen Gaza, que es una ONG que distribuye comida para la gente. Un sobre de 50 miligramos de champú cuesta 40 dólares. Entonces, nosotros entregamos un kit de higiene, tanto al personal como a todos los pacientes. Hay montañas y montañas de basura.
Tienes que pensar que esta es una franja que está junto al Mediterráneo, y la gran mayoría vive en carpas a lo largo de las playas, carpas de todo tipo, hechas con plásticos, en condiciones de vida muy complicadas en todo sentido. ¿Cuáles son los casos más recurrentes que les toca atender?En traumatología, casos de personas heridas por bombardeos. Recibimos entre 70 y 80 casos diarios. También recibimos casos especiales, de pacientes pediátricos quirúrgicos, sin acompañamiento de la familia. Llegan muchos niños sin familia. Para ellos hay un programa dentro del hospital que consiste en una atención holística.
Ahí tenemos psicólogos, hay una psiquiatra, tenemos consejeros, asistentes sociales, entonces ellos siguen las situaciones complicadas, tanto integrales de niños que llegan sin miembros de la familia, como por ejemplo adultos que vienen con una víctima de un trauma y vienen además con una enfermedad crónica o con una condición médica. ¿Cómo lo hacen en situaciones de emergencias, cuando hay muchos bombardeos y por ende más cantidad de pacientes?Una emergencia es cuando llegan más de siete personas heridas, que a veces pueden ser 35,40 o incluso más. Ha habido períodos en que esto ocurre casi todos los días, o al menos cada dos días. En esos momentos, suena la alerta y recibimos una llamada avisándonos de cuántas personas están en camino. Todo el equipo se prepara para recibirlas y atenderlas de inmediato. Es una situación extremadamente dramática, especialmente cuando hay niños entre los heridos. Por suerte, el personal es altamente eficiente: médicos, enfermeras, camilleros, todos trabajan en perfecta coordinación. Los pabellones están operativos las 24 horas, y los servicios ortopédicos y quirúrgicos no se detienen. ¿Estos pacientes cómo reciben su presencia y la de otras organizaciones?Eso es muy emocionante. Los pacientes, sus familias, los hermanos, las madres, los hijos todos te agradecen constantemente: “Gracias por venir, gracias por ayudarnos”. Ese agradecimiento sincero es algo que no puedes ignorar. A veces, incluso intentan hacerte regalos. Por ejemplo, en esta costa mediterránea hay conchas marinas preciosas, y un día llegó una señora con una bolsita llena deGiannina Richeda comenzó su carrera en Chile, trabajando enuna ONG en Conchalí.
Se graduó como enfermera en la PUC y a mediados de los noventa se trasladó a Italia, donde comenzó a colaborar con UNICEF y Médicos Sin Fronteras. encontrando refugio en campamentos improvisados cerca de la costa, y dentro de zonas consideradas protegidas. La casa de Naima, la enfermera fallecida, también se encontraba en una zona protegida. ¿Había pasado en este período que falleciera una funcionaria del hospital?Sí, ya había pasado. Pero la verdad es que uno no se lo espera. Donde ella vivía corresponde a una zona humanitaria. Perder a una enfermera es un aspecto extremadamente doloroso y difícil de enfrentar. Una está permanentemente en contacto con el personal, un personal muy valioso, muy motivado de salvar vidas. Es difícil. Estoy en shock. ¿No la hace dudar de su presencia este tipo de riesgos a los que está expuesta?No. Pero porque yo creo en el valor humanitario de salvar a personas que se encuentran en una gravísima dificultad. Yo te puedo contar que ninguno de ellos, ni mujeres ni niños, tienen relación directa con el conflicto. Son seres humanos que viven en condiciones muy difíciles. Siempre he creído en los principios humanitarios, y eso es lo que me motiva a estar ahí. ¿Podría describir cómo son las condiciones en las que viven estas personas en esa zona?Sin agua. El agua es distribuida por las organizaciones internacionales, como la ONU. Los comestibles son extremadamente caros y hay muy poco para comer, muy, muy, muy poco. ellas. Nosotros no podemos aceptar regalos, pero ella insistió con tanto cariño que decidí aceptarlas. También suelen traernos dulces. La cocina árabe es fabulosa, y muchas veces las familias los preparan en sus casas o traen algún presente sencillo para agradecer nuestra labor.
Siempre recuerdo una historia en particular¿ Cuál?Un día recibimos a una madre cuya hija estaba en otro hospital, apoyado también por Médicos Sin Fronteras (MSF). Yo trabajé con MSF durante muchos años, y su presencia aquí es muy importante. La niña estaba en una situación crítica, pero logramos estabilizarla y trasladarla a la unidad de cuidados intensivos. Al día siguiente, vinieron los padres a hablar conmigo. Yo apenas hablo tres palabras de árabe, pero trabajo con una traductora, y con su ayuda pude entender que querían saber si era posible trasladar a su hija al mismo hospital donde estaba su madre. No lo dudé ni un segundo. Reunir a las familias forma parte del trabajo humanitario. La autorización fue inmediata. En un par de horas, logramos reunir a la madre y la hija en el mismo lugar. Fue un momento increíble. Ambas lograron recuperarse y, tiempo después, volvieron al hospital para agradecerme personalmente. Esas son las cosas que hacen que este trabajo sea tan valioso. Ver cómo una vida que parecía apagarse recupera fuerza, cómo una familia rota encuentra un momento de alivio. Es como ver una flor marchita que, con cuidado y dedicación, vuelve a florecer. ¿Cómo percibe usted que la población enfrenta la vida diaria en términos emocionales y de resiliencia?Resulta increíble, pero se hace comunidad. La gente igual encuentra un espacio para reírse, no sé. Yo creo que tienen una capacidad de resiliencia muy desarrollada. Es importante entender el conflicto para ver cuál es el impacto en el tejido social tanto en las familias como en los individuos, también en el personal, porque están todos afectados. Dicho eso, es una sociedad que trata de hacer su vida lo mejor posible. La gente va a la playa y se baña en el mar, y cuando se pueden tomar un café, se lo toman. No sé si me explico. Yo creo que tienen la capacidad de traspasar el conflicto. Obviamente que hay muchos problemas de salud mental también. Es una situación extremadamente difícil, pero yo diría, orientándose en lo positivo, en lo activo, tienen una capacidad de salir adelante importante. ¿Y eso se percibe también en los niños?Sí, los niños juegan mucho. Contamos con un equipo de Child Protection que organiza actividades musicales, juegos y dinámicas que les permiten, al menos por un rato, vivir su niñez fuera del conflicto. Hay pequeñas áreas donde pueden jugar y venir a interactuar. A mí me encantan todos los pacientes, pero los niños tienen un lugar especial. Muchos vienen a este espacio abierto y se sientan conmigo, conversan, y hasta les enseño algunas palabras o números en inglés. Juga-mos juntos, y eso les da un momento de distracción. Cuando hay fiestas, el equipo organiza celebraciones y se les da dulces o frutas, como manzanas, que llegan gracias a donaciones. Además, se consulta con ellos qué les gustaría comer, dentro de lo posible. La idea es que puedan disfrutar un poco y sentir que su opinión cuenta. ¿Qué es lo que piden?Chocolates, tomate, huevos. Les gustan mucho los huevos y conseguirlos ha sido todo un desafío. Aun así, hemos logrado incluirlos en su dieta, al menos para los niños, porque son una buena fuente de proteínas.
En este clima de confianza que se genera con ellos, ¿las personas les transmiten a ustedes las esperanzas que tienen?Los niños sueñan con poder regresar a sus casas, al igual que el personal, que también desea volver a trabajar en condiciones normales, en hospitales rurales o en centros médicos bien equipados. Volver a una rutina, a una normalidad, es un anhelo compartido. Hablan de reconstruir: las familias, las costumbres, la cultura, todo lo que se ha perdido. Los niños, por su parte, también expresan sus sueños. Algunos desean simplemente viajar, aunque en este momento eso es casi imposible, porque la frontera con Egipto está cerrada.
Otros preguntan: “¿ Me podrían ayudar a salir para recuperar mi pierna o mi brazo?”. ¿Qué se puede responder ante esas preguntas?La Organización Mundial de la Salud, junto con otras organizaciones, ha hecho grandes esfuerzos, pero todavía hay muchos que no han podido salir, aunque algunos sí lo han logrado. En estas situaciones, uno se encuentra en la disyuntiva de quedarse en silencio o decir la verdad, porque lo importante es no generar falsas expectativas. Salir es extremadamente difícil, especialmente para los pacientes que requieren cuidados prolongados, como los niños. ¿Las personas entienden en general el conflicto en el que están inmersos?No lo sé, te lo digo sinceramente. Desde el punto de vista humanitario, nuestro trabajo está completamente orientado a salvar vidas, por lo que no hacemos preguntas que puedan resultar innecesarias o dolorosas. Personalmente, escucho y acompaño a las personas, pero evito profundizar con preguntas que puedan interrumpir su proceso emocional o añadir más carga a su sufrimiento. Ahora, es cierto que muchas de estas personas están informadas sobre la situación. Tienen acceso a medios de comunicación y saben perfectamente lo que está ocurriendo.
Sin embargo, lo que puedo decir es que, aunque estén al tanto, entender completamente lo que viven día a día resulta muy difícil, incluso para ellos mismos. ¿Qué cree que ha aprendido en esta crisis humanitaria en particular?“Mi objetivo no es tomar partido en un conflicto, sino ofrecer a las personas una oportunidad de sobrevivir, de recuperar algo de dignidad en medio del sufrimiento”. Durante más de 24 años, ha trabajado en contextos extremos como Yemen, Siria, Haití y el Congo, enfrentando los desafíos de salvar vidas en entornos conflictivos.. A D I D E C¿ Le había tocado perder a colegas, funcionarios del hospital, como ocurrió con Naima?ra salvar vidas y mantenerse en la línea de salvar seres humanos donde sea, cómo sea, es un valor único. No, solo en Siria viví algo similar. La situación allí era parecida. Algunos grados de vulnerabilidad también los vi en el Congo, pero lo que puedo decir es que el grupo humano aquí tiene una capacidad de resiliencia que es realmente admirable. Imagínate venir a trabajar sin saber si la zona donde vives será bombardeada o si recibirás una llamada en cualquier momento diciendo que tienes que evacuar.
Muy seguido, algunos profesionales me decían: “¿ Puedo irme antes? Tengo que evacuar a mi familia y sacar a los niños”. Por supuesto, siempre les respondía: “No te preocupes, haz lo que sea necesario”. Yo cubría sus turnos o buscábamos una solución. Esa es la verdadera solidaridad humana: todos somos víctimas de una situación de violencia, pero aun así continúan viniendo a trabajar, cumpliendo con su labor. Después de eso, regresan a lo que llaman “su casa”, aunque en realidad no es más que una carpa. ¿Así vivía Naima, no?Sí. Hasta ahora, te digo, no logro procesar la noticia. Siempre fue una persona muy colaboradora, dispuesta y comprometida. Estaba estudiando un máster en línea, muy motivada por aprender y salir adelante. Era una profesional preparada y con un gran deseo de crecer. Recuerdo que en un momento pidió unos días de vacaciones para poder rendir sus exámenes. Organizamos unas unidades prefabricadas que son más estables y logramos mejorar un poco el acceso a internet para que pudiera estudiar y examinarse adecuadamente. Era un ejemplo de esfuerzo y dedicación. No te puedes imaginar el dolor que me produjo la noticia. Tengo sus mensajes, su foto, sus aspiraciones, sus sueños y sugerencias en mi teléfono. Que los valores humanitarios son extremadamente importantes, que mantener la imparcialidad es fundamental pa-¿ Cuáles eran sus aspiraciones y sueños?Finalizar su doctorado, ser supervisora la paz. P A.
Desde un breve descanso en Francia, tras nueve meses colaborando en territorio palestino, Giannina Richeda, enfermera chilena de la Cruz Roja Italiana, conversó con Sábado sobre su labor en una de las zonas más devastadas por el conflicto entre Israel y Palestina.
Supervisora en el hospital de campaña en Deir al-Balah, Giannina ha dedicado su vida a salvar vidas en crisis humanitarias en Medio Oriente, África y América Latina, una misión cuyo peso parece aumentar con cada tragedia. Minutos antes de atender esta entrevista, recibió una noticia desgarradora: una enfermera bajo su supervisión murió junto a su familia en un ataque aéreo.
Para ella, “mantener la imparcialidad es fundamental para Durante más de 24 años, ha trabajado en contextos extremos “Los pacientes, sus familias, los hermanos, las madres, los hijos… todos te agradecen constantemente: Gracias por venir, gracias p A “Esta es una franja que está junto al Mediterráne