Autor: Por
Agustín Squella
Columnas de Opinión: Despacio
Columnas de Opinión: Despacio Después de un año volví al Cine Arte de Viña del Mar, la sala en la que he disfrutado de grandes películas y me he animado con la geografía humana que hace ya varias décadas circulaba por allí para enterarnos de lo queproyectaban e intervenir en los cine-foros que dirigía el inolvidable Aldo Francia.
No más terminada una función nocturna, incluso segundos antes de que la luz retornara a la platea, Aldo, sin usar micrófono, hacía algún planteamiento acerca de lo que habíamos visto y, sin que nadie se levantara de su butaca, comenzaba la discusión.
Que si el vestido azul de la protagonista significada esto, que si verde lo otro, que si todo era en blanco y negro o en color En la misma galería de la ciudad hubo siempre un café, hoy remozado, justo al otro lado del pasillo de la puerta del cine, de modo que bastaba con cuatro o cinco pasos para cambiar de lugar y prolongar la conversación en otro ambiente. Poco más allá había una desordenada y acogedora librería, con volúmenes arrumbados o dispersos por todas partes. Y de los análisis cinematográficos pasábamos rápidamente a los que concernían a las obras literarias que estaban a la venta. Misha, el librero, nunca tuvo mucho interés en vender, y nada más vernos entrar preguntaba qué nos había parecido la película que estaba en cartelera y que él había visto ya varias veces. Esta vez fui al cine por Almodóvar y su reciente estreno “La habitación de al lado”, con dos notables actrices: Julianne Moore y Tilda Swinton.
No obstante tratarse del verano, el público era escaso y, salvo avivar el recuerdo, no conseguí nada con pasear la vista por la sala con ganas de encontrar a los que hace tiempo no están en ese lugar ni en ningún otro.
Atendido de qué va el nuevo filme de Almodóvar, que discurre sobre un caso de eutanasia (o de colaboración al suicidio, o de suicidio por propia ma-Almodóvar no apura las imágenes, las deja estar, logrando en el espectador un estado de reposo que se prolonga sin variaciones durante las casi dos horas de proyección. no), me impresionó la profunda y muy lograda serenidad de las imágenes, de la música de fondo, y de las actrices y personajes de la película, salvo aquel que interpreta John Turturro, que se va de tesis acerca del inminente fin de la humanidad. Sobre la eutanasia, digo, pero también sobre la amistad, sobre tener o no conductas solidarias, sobre la tentación de tomar notas para escribir la historia de la protagonista que decide anticipar su muerte natural. El cine de Almodóvar no suele ser precisamente sereno, pero esta película lo es de punta a cabo. Sus muchos y reiterados primeros planos son finos, quietos, contenidos, y todo el relato abunda en una impasibilidad que supera al simple recato. La serenidad tiene aquí un carácter y contenido estético.
Es lo más parecido a una película de cámara, o sea, cercana, bien enmarcada, intimista, templada, y si en ella hay dramatismo, se trata de un dramatismo tenso y a la vez apacible; fuerte a la par que delicado; quieto y, no obstante, fluido; nada altisonante ni heroico, como la propia música del filme. El personaje que interpreta Swinton se comporta como una víctima, pero mostrando en esto una virtud meramente pasiva. Almodóvar no apura las imágenes, las deja estar, logrando en el espectador un estado de reposo que se prolonga sin variaciones durante las casi dos horas de proyección. En fin, una película que pudo ex-cederse, desbandarse incluso, o cuando menos pisar fuerte, pero que avanza de manera controlada, sin excesos, tal vez con alguna dulzura que no es aquí mansedumbre ni complacencia. Un filme que adopta y se atiene a una misma e invariable medida, que podría decir lo siguiente: “Apresúrate, pero despacio”. Si desea comentar esta columna, hágalo en el blog. COLUMNA DE OPINIÓN