Autor: Claudio Elórtegui Gómez Doctor en Comunicación Director Escuela de Periodismo Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
Columnas de Opinión: Indolentes
Columnas de Opinión: Indolentes Teníamos la oportunidad como región de honrar a las víctimas y sus familias, construyendo en El Olivar una nueva población desde las cenizas, con un Estado que pudiera articularse con la enorme solidaridad evidenciada por la ciudadanía”. omo país, lamentablemente, se nos ha hecho habitual padeCc cer los devastadores efectos de los incendios. Si bien han formado parte de nuestra historia regional, al igual que los teFremotos, son desastres que causan dolorosas pérdidas humanas que siempre nos conmueven. Además, el origen intencional de toseventos y su posterior descontrol, nos golpean por la dimensi: que puede adquirir la maldad humana. Esas mentalidades criminales terminan por estimular la fuerza de la naturaleza para la destrucción de todo lo que se interponga. Aun año de los desoladores efectos causados en Viña del Mar, Quilpué y Villa Alemana por la irracionalidad del denominado Cartel del Fuego, surge también otro rasgo para analizar. Por desgracía, uno que se ha hecho recurrente, independiente del color político de quien esté en el gobierno o la institucionalidad de turno que enfrenta la crisis. Me refiero a la indolencia, como concepto para apelar a aquellos que, teniendo las facultades para mitigar ese do-lor desde la reconstrucción y la gestión, no lo hacen desde innumerables justificaciones. El diccionario de la Real Academia define la indolencia como “cualidad de indolente”, en tanto, indolente es referenciado como: “2. Flojo”, “3.
Quenosse afecta o conmueve”, Insensible, que no siente el dolor”. Algunos sinónimos que la misma RAE entrega a cada una de estas definiciones de indolente son: “perezoso, negligente, desidioso”; “insensible, so-“apático, abúlico”; impasible, inconmovible”. Apropósito de estos términos, me quiero concentrar en uno de los sectores más perjudicados por el mega siniestro, como fue El Olivar.
Luego de los incendios, en una columna en este mismo espacio, manifesté que teníamos la oportunidad como víctimas y sus familias, construyendo una nueva población desde las cenizas, con un Estado que pudiera articularse con la enorme lidaridad evidenciada por la ciudadanía.
Estaba el contexto para edificar un nuevo estándar de casas, inspiradoras en lo estético y ar-quitectónico, manteniendo la dignidad con materiales constructivos que hoy son muy diferentes en calidad y funcionalidad a los que se ocuparon cuando se levantó El Olivar. Era lo menos quecomo pais y región podíamos entregar.
En esa columna, proyectaba que debido a lo significativo de los hechos, al ritmo de una reconstrucción que trajera esperanza a los sobrevivientes, se pudiera también levantar un hito conmemorativo que permitiera no olvidar la gravedad de los eventos y diera a las futuras generaciones, que todos los días transitan porel Troncal urbano, la posibilidad de mantener presente a los que habían partido: adultos mayores que tenían movilidad reducida, personas discapacitadas, migrantes, héroes anónimos que fallecieron ayudando asus vecinos a escapar del infierno y muchas amadas mascotas.
Cuesta asimilar que después de todo lo vivido por un número considerable de residentes de El Olivar, como lo han informado reportes periodísticos de El Mercurio de Valparaíso, menos del 19 de las viviendas han sido reconstruidas. Eso es indolencia.
Un año después delatragedia, los sobrevivientes deben enfrentarse a un Estadoinmisericorde, siendo testigos de autoridades quese recriminan, otros que pierden su empleo por los mediosy algunos que no dudan en hacer publicaciones en redes sociales, como si la compulsión de la “política en vivo” agilizara las soluciones que esperan más de 1.100 familias sin casas. Cuando una institucionalidad no está preparada para entregar respuestas a ciudadanos que no estaban en una situación de toma o de asentamiento irregular, algo muy malo pasa en nuestro país. Sobre todo, si nuestro territorio está sujeto a los desastres.
En tanto, cuando se apuesta al olvido como solución definitiva, a la pérdida de interés de la agenda nacional frente a este doloroso episodio y a mirar para el lado como solución estratégica, estamos dinamitando la confianza en la democracia. Es de esperar que, para esta primera conmemoración, los indolentes puedan recapacitar y presenten los más inspirados proyectos habitacionales que requieren nuestras derruidas ciudades, coo mo soluciones a concretar este 2025.é.