"Me tomé el tiempo de analizar el reggaetón, no lo entendí"
"Me tomé el tiempo de analizar el reggaetón, no lo entendí" El director de orquesta Maximiano Valdés.
H oras antes de tomar el avión que lo llevó fuera de Chile para comenzar sus vacaciones, el director de orquesta Maximiano Valdés Soublette (75), nos recibe en el departamento de su hermano mayor Juan Gabriel.
Es domingo temprano, y la noche anterior cerró el tercer concierto que dio por inaugurada la Gran Sala Sinfónica Nacional de la Universidad de Chile (Vicuña Mackenna 20), misión que asumió luego de que a comienzos de junio falleciera el director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, Rodolfo Saglimbeni. "Fue algo emocionalmente fuerte, porque, desde luego, la muerte de Rodolfo nos tocó a muchos muy cerca. Tomar el relevo de un hombre a quien todos queríamos fue difícil.
Además, porque era una nueva sala, una nueva acústica", sostiene el director titular de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico. --En una entrevista a «La Segunda», Saglimbeni contó que usted lo marcó y que se conocieron cuando él había terminado la secundaria, compartiendo incluso un viaje en auto desde Barquisimeto a Caracas. ¿Cómo recuerda esa experiencia? --Me acuerdo que se me acercó a conversar, él tocaba trompeta. De ese viaje recuerdo algo vagamente.
Después nos encontramos aquí (en Chile), nos dimos un abrazo en Frutillar, la primera vez, y lo aprecié mucho, le tenía mucho afecto y sobre todo admiraba su compromiso con Chile, su seriedad como director titular, su cero vanidad, su compromiso con la música y los compositores de aquí. El maestro Maximiano es el hijo del medio del matrimonio formado por el exsenador Gabriel Valdés y la compositora y cantante Sylvia Soublette.
Su hermano mayor, es el actual embajador ante EE.UU., Juan Gabriel, y su hermana menor, María Gracia, es directora del Centro Cultural Estación Mapocho. "Tuvimos un hogar muy feliz, con una madre que, en sus primeros años, no trabajaba, estaba con nosotros. Ella se preocupó de hacernos cantar. Con nosotros vivía una chica que había sido adoptada por mis padres y teníamos un pequeño coro, estoy hablando de cuando tenía unos cinco años. Por ahí empezó todo, creo yo", recuerda. "Estoy con la intención de formar un grupo" --Siempre estuvo escuchando música. --Sí, oí mucha música y cantar a mi madre desde que nací.
Como vivíamos en Lo Barnechea, que en esos años era muy lejos, esa casa estaba pensada para una educación: había mucha lectura, se conversaba mucho de fenómenos culturales históricos, crecimos oyendo hablar de eso, que fue fundamental después en mi vida.
En Semana Santa, había un poco de recogimiento, se oía música religiosa, se ponían discos y se escuchaban, entre otros, la «Pasión según San Mateo» (de Bach) y ahí, la famosa aria contralto, me golpeó muy profundo. Esa música me habló mucho y me di cuenta que me emocionaba.
Eso fue muy importante al momento de mi decisión y siempre se lo digo a los jóvenes con los que converso: ¿ cuál es la misión de cada uno en esta tierra? Esta pregunta tiene que ver con qué te expresas mejor, qué es lo que realmente expresa tu ser.
Para mí, la música pasó a ser la respuesta. --Estudió Derecho en la UC y en una entrevista contó que fue Mario Vargas Llosa el que lo hizo recapacitar. ¿Cómo fue ese encuentro? --Eso fue un encuentro de escritores latinoamericanos que se produjo en Chile.
Hubo una recepción después, en la casa Maximiano Valdés: "Me tomé el tiempo de analizar el reggaetón, no lo entendí" "Conozco a Bad Bunny, es muy simpático y es inteligente", dice el reconocido director de orquesta que estuvo en Santiago para inaugurar la Gran Sala Sinfónica Nacional de la Universidad de Chile. Loreto Flores Ruiz. "Me tomé el tiempo de analizar el reggaetón, no lo entendí" de mi padre, nuestra casa, y fueron muchos escritores, entre ellos Vargas Llosa. Lo recuerdo en el centro del salón, hablando todo. En una esquina, un hombre muy modesto, que no decía nada, era Juan Rulfo.
A la salida me presentaron a Vargas Llosa y él me pregunta: "¿ Tú qué haces?". Le dije "estudio Derecho". Él me mira y dice "también cometí el mismo error". Pero no fue un error, agradezco mucho a la facultad, formó mi manera de razonar.
Luego de estudiar casi cuatro años, dejó la carrera y se fue Roma. "Ahí hice todo el conservatorio, estuve ocho años, hice piano, composición, parte de violín y finalmente accedí a ser alumno de dirección de orquesta de quien fuera uno de mis profesores". --¿ Cómo es que cambia el piano por la dirección de orquesta? ¿ Qué lo atrajo? --Cuando uno mira para atrás muchas veces he dicho que fue un error, que debiera haber seguido como pianista, porque me gustaba mucho, pero no fui músico como otros tantos colegas que hacen solo música y que pasan del conservatorio a una carrera musical. Fui una persona que necesitó entender muchas cosas antes, entre ellas, el sentido de la música.
Muchas veces lo lamenté, porque los pianistas producen sonido y los directores no y eso provoca algún tipo de frustración, si no neurosis, porque uno depende mucho de la buena voluntad de quien está tocando, de colaborar con la idea que uno tiene de producir un sonido.
Pero seguí tocando y ahora volví a tocar, estoy con la intención de formar un grupo. --Ha dicho que ser director titular también es importante para conseguir tranquilidad laboral. ¿Cuáles son las dificultades para los que se deciden seguir esta profesión? --He tenido mucha suerte en mi vida, porque he tenido cuatro titularidades y todas por largos períodos, pero dependen de muchos factores. Primero, de la suerte, que haya una vacante y que la gente que decide piense que lo puedes hacer. No es una decisión que dependa de uno, sino que de las personas que contratan. En segundo lugar, tener los elementos que se necesitan para ser un titular, no solo se trata de ser un buen director, ni de conocer el repertorio, ni de tener buen trato con los músicos.
Se trata de insertarse en una cultura y de ver cómo uno puede contribuir al desarrollo de ella y de tener dotes de comunicación con los compositores locales, con personas que pueden aportar recursos a la orquesta y eso uno lo aprende más en el mundo anglosajón que en el latino. --¿ Cómo le gustaría terminar su carrera? --Es como todo en la vida. El otro día fui a ver a un hombre que fue mi profesor cuando tenía siete años, el padre Jaime Moreno, de 98 años. Y me dijo: "La vida es la continuación de pequeñas cosas", como apuntando a que son los pequeños elementos los que te abren la puerta de lo que viene después. En mi carrera lo mismo, las cosas de repente empiezan a bajar, se reciben menos invitaciones y uno acepta eso. No pienso dirigir hasta el día que me muera. No, hay un límite.
Hay muchas cosas que me interesan hacer; me interesa dirigir ciertas obras, no estoy en un momento en que quiera asumir 20 conciertos por año y no tener otra cosa que hacer que estudiar todo el santo día. No tengo ninguna angustia, todavía tengo mucho trabajo por delante. Llevo 15 años en Puerto Rico y voy a dejarlo el próximo año. Dios dirá. --¿ Cómo evalúa estos años a cargo de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico? --Hemos sido muy felices ahí con mi señora. Me dieron todo, la dirección de la orquesta, la dirección artística y, finalmente, la dirección del Festival de Casals. Puerto Rico tiene una cultura musical muy rica y variada. Tenemos un contrincante que es la música popular, que tiene un impacto inmenso en la isla, les peleamos espacio. La isla es territorio americano, entonces poseo un gran presupuesto, mucho mayor que lo que tienen las orquestas chilenas, y tengo la posibilidad de trabajar con gente de primerísimo nivel. En cierto punto de la vida lo que importa es hacer música y he disfrutado de toda la calidad y libertad que buscaba.
Ha sido muy bonito. "Mutilar la música para hacerla accesible no es serio" --El director Paolo Bortolameolli ha dirigido el ciclo "Clásica No Convencional" (CNC), conciertos que se hacen en fábricas o bodegas. ¿Qué importancia le asigna a el lugar y al formato en que se entrega la música clásica? --Depende del objetivo. También he hecho eso y cuando lo he realizado, ha sido pensando en que el lugar atraerá a personas que no van normalmente a una sala de conciertos, ese es el objetivo. Por esa meta a veces se sacrifican condiciones acústicas que son necesarias, pero comprendo la idea de sacar este concepto de élite y de acercar la música.
Me parece muy bien, siempre que haya mínimas condiciones acústicas. --Saglimbeni realizaba conciertos masivos, al aire libre y en zonas populares de Santiago. ¿Qué opinión tiene de esa forma de acercar la música clásica al público? --Es indispensable, deberíamos tener un parque en Santiago donde las orquestas se alternen para tocar en el verano como sucede en Berlín o en Chicago. Todas las orquestas tienen lugares de verano, la misma New York Philharmonic en el Central Park.
Sería ideal conseguir un lugar en Santiago donde las orquestas toquen y el público vaya, se siente en el pasto y escuche música en el verano. --A qué se refiere cuando ha dicho que "el trivializar el repertorio no ayuda.
Por ejemplo, mezclar movimientos con otro tipo de género musical para hacerlo más accesible es un error". --Lo he dicho porque, sobre todo en países como EE.UU., hay una idea --para que la gente se entretenga-que es tocar algo de aquí, allá o acá, y creo que no.
Las obras musicales son lo que son, cada una es el equivalente a una obra de la naturaleza, mutilarla para hacerla accesible o para que la gente escuche la melodía que conocen, no me parece serio ni razonable. --¿ Qué opinión tiene de la música actual? --¿ Usted se refiere a música popular? Me tomé el tiempo de analizar el reggaetón, porque es un gran fenómeno, sobre todo en Puerto Rico. Dije, "tengo que entender qué hay detrás de todo esto", pero no lo entendí. Es decir, conozco a Bad Bunny, lo he visto en Puerto Rico, es muy simpático y es inteligente, habla bien, está preocupado por el destino político de su isla y lo comprendo. Hizo una canción muy bonita, donde habla precisamente de "qué pasó con mi pueblo" y con el señor que iba a comprar pan y la panadería ya no está y hay un supermercado americano.
Es un poco contra EE.UU. esa (canción); sí, tenía melodía, pero lo demás es puro ritmo y repetir lo mismo, con un sonido gutural, manipulado un poco y genera un fenómeno de masa, donde todos bailan, sin mucho razonar o sin tener una melodía que pueda llevar a alguna parte la música.
Pertenezco a una generación donde las melodías de las canciones eran importantes y, por consiguiente, no es que me sienta al margen, pero me interesa poco, efectivamente. --Hay espacio para todo tipo de música, porque los conciertos que usted ofreció en la nueva sala se agotaron. La música clásica sigue teniendo su espacio. --Sin duda alguna y espero que así lo sea.
No conozco a ningún músico clásico que tenga un aparataje publicitario detrás como tienen ellos (los reguetoneros) y sobre todo una utilización de la persona, en términos de vestimenta, de manera de hablar, cuyo único objetivo es comercial. Quien hace eso utiliza al artista para ganar más dinero, para venderlo mejor.
No hay ningún artista clásico que haga esto, ni siquiera Yuja Wang con sus zapatos de taco alto, que se ve bonita cuando sale y punto, la juzgamos por cómo toca, no por cómo se viste.
Sí, hay espacio para todo y está bien que así sea. --La formalidad en los conciertos, el cómo se visten los artistas y los asistentes, ¿también es importante? --Una gala como esta (inauguración de la sala U. de Chile) implicaba vestirse adecuadamente como es la tradición.
En el caso de los directores, no es que a mí me guste vestirme de frac, pero es cómodo, porque la chaqueta es corta y para levantar los brazos es mucho más cómodo que un traje completo. Pero hoy se usa cada vez menos. El concierto es un rito y eso hay que mantenerlo, porque los seres humanos le damos importancia a las cosas a través de los ritos, es importante que sea un momento especial. En Puerto Rico obligamos a usar chaqueta, los hombres entran vestidos de una cierta manera y eso que allá hace calor.
Me presentaron a Vargas Llosa y él me pregunta: «¿ Tú qué haces?». Le dije «estudio Derecho». Él me mira y dice «también cometí el mismo error»". No pienso dirigir hasta el día que me muera. No, hay un límite. No estoy en un momento en que quiera asumir 20 conciertos por año y no tener otra cosa que hacer que estudiar todo el santo día"..