Nuestros vecinos argentinos
Nuestros vecinos argentinos a terminado la grata H temporada estival, la que ha tenido más o menos las mismas características desus predecesora.
El clima estuvo bueno, el Festival deal apagón que obligó a prolongarlo por 24 horas y la discusión por quiénsería lareina del evento-, hubo diversos exitosos festivales en varias ciudades de la región, la Armada presentó un excelente desfile desus naves, del cual gozamos todoslos habitantes de la zona, ylos vecinos del otro lado dela cordillera vinieron en masa. Elnúmero de estos se acrecentó siguiendo la tendencia ya histórica que el flujo de turistas que atraviesa la cordillera delos Andes, de un lado paraotro, depende de los precios queofrece el comercio decada país. Esta vez alos argentinos les era muy favorable nuestros precios y por ello uno los veía enmasaenlos comercios locales comprando con maletas diversos artículos, incluso los escolares. A'todo lo anterior hay que agregarla cantidad de automóviles argentinos que transitaban por nuestras calles. Eso me hizo recordar una vieja anécdota que yase contaba en la época remota en que fuiestudiante de Derecho enla UCV. En ese tiempo hubo un año en quecircularon unamayor cantidad de autos argentinos que la habitual. Realmente parecía unainvasión. Era una época en que el parque automotriz de Chile era inmensamente inferior al de hoy. Se contaba que un viñamarino que vivía enla solitaria Reñaca de esos años, había ido ala calle Valparaíso. Cuando entró por 15 Norte ala avenida Libertad, en los diversos semáforos que existían en cada luzroja podía ver que todoslos vehículos que lo rodeaban, tanto por detráscomo por delante, tenían patente argen-tina. En esos años los autosprovenientes del otro lado de la cordillera tenían una identificación reflejada en “chapa”. Los de Buenos Aires co-menzaban con una “C”, que significaba capital federal.
Bue-no, elreñaquino demarras durantetodo el trayecto por la venida Libertad no fue capaz de ver un solo vehículo con patente chilena, lo que le causó una alarma que se fue incrementando en la medida en que avanzaba. Al detenerse en la luz que existe en Libertad con UnoNorte, se dio cuenta que el auto queestaba delante poseía patentechilena. Lleno de felicidadse bajó de su vehículo y se aproximó al chofer de aquél, quien llevaba la ventana abierta.
Lleno de emoción, el nacional le dio una especie deabrazo y le dijo: “Por fin encuentro un compatriota, qué emoción más grande”. El chofer con carasorprendidalo quedómirando yle contestó “Y, ché. este país vos no podés arrendarunauto?”. Pero, aunque muchos no crean, esta verdadera avalancha de argentinos durante el verano es de vieja data, claro que por su cantidad supera hoy largamente a la histórica. Recuerdo que siendo niño venía de Lota averanear ala casa familiar enZapallar. Eralaépoca en que los automóviles en Argentina seguían la construc-cióninglesa y llevaban el volante a la derecha, lo que hacía realmente peligroso el manejo en nuestros caminos. Luego mutaron el manubrio a la izquierda, comolo hemos tenido siempre en Chile.
En laépoca a la que me refiero el Gran Hotel (hoy desaparecido) deZapallar estabasito casial frente deuna construcción que todavía existeen la calle principal y que es comouna especie deisla conf nes municipales y que en esa época era el lugar donde Aurelio vendía verduras. Dicho hotelsellenaba deargentinos. Tenían las mismas características de los que vienen a veranear hoy. Con esa “pachorra” que les es propia, se paseaban con untermo de aguacaliente para tomar mate en la playa y las niñas-muchas hermosasusaban un traje de baño más atrevido quelas nuestras. Respecto a la “pachorra” propia de los ches, la cosa noha variado. Una auxiliar devuelo de LanChile me contaba que ella se daba cuenta de inmediato cuando un niño de alrededor de 12años era chileno oargentino. El primero pedía “por favor, me puede traeruna cocacolita”, en cambio el segundo ordenaba “Eh.. . tra6me una Coca-Cola”. Es que nuestros vecinos del este no tienen límites para pensar y actuar. Hay un chiste que los retrata de cuerpo entero. Cuentan que un día un argentino iba caminando por la calle y súbitamente hubo un relámpago.
El hombre, comola cosa más natural del mundo, miró al cielo y dijo: “Gracias Señor por haberme sacado una foto”. Para ellos Buenos Aires es la ciudad más bonita delorbe, posee la avenida más larga de la tierra y Maradona y Messi son los mejores jugadores de fitbol dela historia. Notienen límites cuando desean expresarsus intenciones. Quizás la última demostración de ello es la del presidente Milei, quien envez de llevar de regalo asus anfitriones en Estados Unidos el típico mate de plata, llevo una motosierra. Para orgullo nacional, no puedo imaginarme a Ricardo Lagos haciendo una cosa como aquella. No es falta de personalidad. Es ubicación sobre la trascendencia del cargo quese ocupa. Conel perdón de Winston, en materia futbolística ellos nacen con la pelota en los pies. Hoy nos sentimos satisfechos porque en el fútbol argentino una docena de chilenos juegan en primera división. En cambio los argentinos que han pasado por nuestras canchas podrían contarse por docenas. Al respecto, como un muy antiguo caballero cruzado, no puedo olvidar que la UC, en 1948, terminó enla mitad dela tabla de posiciones. Al finde eseaño se contrató a quien antes que existieran Maradona y Messi era considerado el mejor jugador delas canchas argentinas: José Manuel Moreno. Se pagó la “estratosférica” suma de un millón de pesos por su pase. Ese hombre, con los mismos jóvenes que el año anterior habían tenido una mediocre actuación, sacó campeón a la UC en 1949. Recuerdo que siendo un niño de nueve añoslo vi de-butar en el verano de1949 enun partido amistoso contra Everton en el viejo estadio El Tranque. Ganó fácil la UC por unscore, simal norecuerdo, de cuatro a dos.
Hoy, en lo macro debemos pensar que tenemos que acer-carnos aún más a los argentinos para que vengan a Chile, para que hagan negocios aquí y para que el centro de ese país saque sus productos de exportación al Asia por Valparaíso, lo que le daría un tremendo impulso al decaído puerto nuestro. Claro que para ello se necesita construir un túnel a nivel que atraviese los Andes. Se me dirá que estoy loco por el valor qua tendría la obra. Pero hoy día nadaes imposible cuando se trata de grandes proyectos. Es cosa que Santiago y Buenos Aires se pongan de acuerdo en llamar a unalicitación internacional para que por medio de una concesión se realicela obra. Podríamos copiar la astucia peruana para dar vida a través de ese método a un puerto como Chancay, que debe haber costado más 0 menos lo mismo que construir el túnel de marras. Los argentinos son buenas personas. Simpáticos, cancheros, comen bien y tiene pachorra. Quizás lo único malo es que nacen con un gen que los lleva a ser especialistas en co-asrrerlos cercos. Viña del Mar fue un éxito -pese. POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO AGENCIA UNO “Y Ñ J | a y A blo td dl