Editorial: Inversión en salud
Editorial: Inversión en salud Es imposible hablar de dignidad en salud si no se garantiza un presupuesto que permita cubrir adecuadamente la demanda, atender con tiempos razonables y asegurar condiciones de trabajo seguras y justas.
La falta de recursos no solo afecta la calidad de la atención a los pacientes, sino que pone en riesgo la salud mental y fisica de las y los trabajadores del sistema de salud, que día a día sostienen el sistema con esfuerzo y vocación.
Tener presupuestos mayores no es una consigna vacía, es un piso a partir del cual debemos trabajar para ampliar la cobertura de atención, reducir las listas de espera, mejorar la atención oportuna y garantizar un trato digno a las y los usuarios del sistema público. Invertir en salud significa poder contar con más personal, con insumos suficientes, con tecnología adecuada y con infraestructuras seguras. Es preciso recordar que las y los trabajadores del sistema de salud también se enferman. La sobrecarga, el estrés constante, la falta de descanso y el ambiente laboral tenso derivan en licencias médicas cada vez más frecuentes. Esto no solo repercute en sus vidas personales, sino que también impacta directamente en la atención a los pacientes, engrosando las listas de espera y profundizando la crisis del modelo. Es un círculo vicioso que se retroalimenta, y que solo puede romperse con inversión y planificación estratégica.
El gobierno desplegó todos sus esfuerzos para evitar la caída del sistema privado de salud, salvar a las isapres y darles 14 años para que paguen sus deudas, es urgente que esa misma voluntad politica se traduzca en medidas concretas para fortalecer de verdad la salud pública. La vida y dignidad de millones de personas dependen del sistema público, no de las clínicas privadas.
Un sistema de salud fuerte se construye con inversión pública, con empleos estables, con carrera funcionaria real, asignación técnica tanto para estamento salud como administrativo y con una gestión centrada en el bienestar de las personas y no en la lógica del mercado. Cada peso que se niega a la salud pública se traduce en menos cobertura, en listas de espera más largas, en tumos extenuantes, en pacientes desatendidos y en profesionales quemados. Chile necesita una reforma profunda que ponga en el centro la salud como un derecho garantizado por el Estado. Y esa transformación no es posible sin un compromiso presupuestario robusto, sostenido y planificado. Sin inversión suficiente, no hay salud digna..