Lecciones de Los Angeles
Lecciones de Los Angeles P ese a que Los Angeles, en California, ha sido catalogada como la ciudad de Estados Unidos mejor preparada para enfrentar incendios forestales, ni la agencia estatal dedicada a su control (FEMA), ni los bomberos mejor entrenados del mundo pudieron evitar la tragedia que presenciamos en enero, en mi opinión, con demasiada distancia.
Las imágenes de espesas columnas de humo sobre terrenos grisáceos cubiertos de viviendas taladas y de palmeras carbonizadas zamarreadas por el viento nos demostraron que dicha preparación tenía límites, impuestos por embalses vacíos, bosques desbordados de vegetación y por el aumento de las temperaturas.
Tras las agotadoramente cálidas jornadas que enfrentamos solo la semana pasada, quizás nos sirva escuchar el mensaje de Los Angeles para anticiparnos a escenarios equivalentes y, me temo, nada de improbables en Chile: 1 El clima sí importa.
La propagación de las llamas a lo largo de más de nueve mil hectáreas de las icónicas playas de Santa Mónica y Malibú, y del área residencial conocida como Pacific Palissades, y de más de cinco mil hectáreas al oeste y este de la ciudad respectivamente, fue detonado por las mejores condiciones que el fuego podría encontrar.
La vegetación acumulada durante dos inviernos consecutivamente lluviosos ya se había transformado en una maraña de chaparrales tras el verano del año más cálido registrado en el planeta, reportándose incluso más de 37 en las noches del verano californiano, al que le siguió un otoño inusualmente seco.
Y pese a que aún no se comprueba el origen de la chispa detonante, dicho combustible natural se inflamó rápidamente por la acción de los vientos de Santa Ana, esas ráfagas secas y cálidas que soplan hacia el oeste desde Nevada y Utah hasta el sur de California, y que alcanzaron 136 km/hr. 2 La ciudad sí importa. Teniendo los recursos para hacerlo, construir viviendas es algo sencillo.
Lo que no lo es, es planificar urbanizaciones coherentes, evitándose la acumulación de edificaciones de madera disputándose calles estrechas y curvas que, al colindar con áreas naturales, se convierten automáticamente en zonas que tienen que tener despejados sus perímetros de vegetación y todo tipo de material inflamable para así reducir sus niveles de riesgo.
En medio de un verano donde el mar, lagos y ríos se nos aparecen como fuente de salvación frente a los calores del valle, el drama de Los Angeles nos recuerda que necesitamos tomar conciencia y políticas adecuadas para replantear nuestras interacciones con el medio que nos rodea, a través de una planificación urbana sostenible y un manejo adecuado del clima.
Lecciones de Los Angeles Romy Hecht Arquitecta e investigadora UC PAISAJES IDEADOS Tras las agotadoramente cálidas jornadas que enfrentamos solo la semana pasada, quizás nos sirva escuchar el mensaje de Los Angeles para anticiparnos a escenarios equivalentes. FABIÁN RIVAS.