Natalidad en retroceso
Natalidad en retroceso A unque, paradójicamente, el país no ha podido alcanzar el pleno desarrollo y obtener todas sus ventajas, sí debe enfrentar muchos problemas y desafíos de países en ese estadio, como ocurre con la caída en el número de nacimientos y la amenaza cierta del envejecimiento poblacional.
Se trata de un fenómeno cuya gravedad contrasta con la escasa atención que suele prestársele en el debate público Si bien la reducción de la natalidad es un fenómeno global, en Chile la disminución ha sido brusca y hoy exhibe la tasa de fecundidad más baja de América Latina, con un promedio de 1,3 hijos por mujer en 2023, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), una de las menores cifras a nivel mundial. Como informó ayer "El Mercurio", el promedio de nacimientos mensuales apenas se empinó por sobre los 11mil el año pasado. Hace diez años, superaban los 20 mil.
Este proceso --que se inicia en la década de 1960, cuando la tasa era de 5,49 hijos-ha sido lento pero sostenido, acelerándose en el último tiempo de manera preocupante, pues anticipa una reversión de la pirámide demográfica en las próximas décadas.
Muchas son las razones que explicarían este fenómeno, que está cambiando drásticamente el perfil de una sociedad en la que las familias cada vez quieren menos hijos, las mujeres postergan la maternidad y muchos jóvenes declaran simplemente no querer descendencia.
Según la Encuesta Bicentenario UC, entre las razones esgrimidas para no tener más hijos se cuentan las limitaciones que la maternidad impone para el desarrollo laboral de las mujeres, las dificultades y costos de la crianza, y la inestabilidad de la vida en pareja. Un 27% señala también como razón de su decisión de no tener hijos el cuidado del medio ambiente.
La evidencia internacional indica que no es fácil revertir este proceso, cuyas consecuencias sociales y económicas son profundamente negativas debido a la presión que implica para los sistemas de salud y de pensiones contar con una escasa población activa que debe contribuir a sostener a un grupo etario mayor cada vez más numeroso. El cambio cultural que ha significado la incorporación de la mujer al mundo laboral no solo ha abierto nuevas posibilidades para ellas, sino que ha representado una contribución decisiva al desarrollo del país.
Sin embargo, debe obligar a un ajuste de las políticas públicas para favorecer la crianza, promoviendo el que ambos padres asuman los costos y beneficios que significa tener hijos, y asegurando el acceso a una red confiable de salas cuna y de instituciones de educación parvularia.
En este sentido, pese al valor de medidas en favor de las madres como el posnatal de seis meses y otros beneficios, el 21 por ciento de los chilenos es crítico y estima insuficiente el apoyo institucional otorgado a la crianza.
Algunos países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), donde el promedio de fecundidad es de 1,58 hijos, han logrado establecer una relación virtuosa entre trabajo femenino y natalidad, consiguiendo la compatibilidad entre ambos roles mediante un sistema laboral que ofrece espacios de flexibilidad y en el que tanto padres como madres acceden a los permisos de posnatal, en una real corresponsabilidad. Situación muy distinta es la de nuestro país, donde son aún escasos los padres que optan por este permiso.
Parece inexplicable que este fenómeno demográfico, de graves consecuencias no solo económicas --por la escasez de mano de obra y la presión sobre los recursos fiscales--, sino también sociales, debido al debilitamiento de las redes familiares que constituyen el pilar fundamental de apoyo afectivo y relacional de las personas, no ocupe un lugar central en la agenda pública. Los debates en torno a las pensiones, salud, inserción laboral y muchos otros temas relevantes no parecen considerar en toda su dimensión lo que significa el cambio demográfico. No se entiende de otro modo que, mientras parlamentarios promueven iniciativas de contraproducentes efectos, como la extensión del posnatal a un año, la norma sobre sala cuna universal siga entrampada en el Congreso. Mirar con ópticas ideológicas un problema tan urgente es una irresponsabilidad, pues si no se aborda con prontitud, serán las próximas generaciones las que pagarán el costo. Para ello solo basta observar con atención las dificultades que ya enfrentan diversos países del mundo desarrollado. Es inexplicable que este fenómeno, de graves consecuencias económicas y sociales, no ocupe un lugar central en la agenda pública..