«Los oaxaqueños tienen una relación muy dulce con lo que significa ser chileno»
En la Quinta Versión del «Migra Fest», Festival de Cine de Culturas Migrantes 2025, que se efectuó en Talca, Llongocura y Pelarco, se exhibieron numerosos cortos, largos y documentales que vinieron a confirmar la vigencia del cine como reflejo de estos tiempos complejos y En la noche de clausura, entrevistamos al comunicador audiovisual de Linares, Franco Castellani Alegria, director del estupendo documental «Los Choros del Canasto: entre pañuelos y paliacates», que revela la existencia de la Chilena, un baile tradicional que se practica desde hace mucho tiempo en Oaxaca, México.
En una noche integral de exhibiciones de cortos, largos y documentales en Extensión de la Universidad de Talca se llevó a cabo la clausura de la quinta versión del Migra Fest, que trajo la novedosa presentación en vivo de la banda de música popular de Linares «Los Choros del Canasto», a su vez, protagonistas de un magnífico documental donde se describe la extraordinaria y novedosa manera de concebir La Chilena, Un baile tradicional que llevaron hace muchas décadas trabajadores chilenos hasta México. «Diario Maule Hoy» entrevistó a su director Franco Castellani Alegria, comunicador audiovisual de Linares, (Instagram : grafos) en momentos en que el público aplaudió de pie la actuación de la banda linarense y descubrió esta colorida y significativa película sobre este puente que han construido estos profesores de música maulinos con el pueblo azteca. ¿Cuál es la sinopsis de la película para que los lectores descubran tu trabajo?«Es la historia de esta banda de chiquillos linarenses, «Los Choros del Canasto», que viajan a México en una gira para mostrar su música, y aparte de ello, explorar e investigar el fenómeno musical de La Chilena, que es un estilo folclórico que se da en el territorio azteca, que nace a partir de migraciones muy antiguas que se daban entre Chile y Estados Unidos, donde los navegantes quedaban a mitad de camino ahí en México y se mezclaban finalmente con la cultura local». ¿Cómo lograste los óptimos resultados de la película, considerando que tuviste muy poco tiempo de preparar su narrativa? «Hay mucho de instintivo y de improvisación en sus resultados. Teníamos una idea de lo que iba a pasar, pero nada de lo que se planificó resultó tal cual lo imaginamos. Logramos los objetivos que andábamos buscando, pero no por los caminos que habíamos pensado que íbamos a lograrlo. Finalmente, el documental se construye en base a lo que va ocurriendo en el día a día. Yo a los muchachos no los conocía antes de este viaje, entonces igual hubo un tiempo, en el cual tuve que adaptarme. Ellos son un grupo muy afiatado, son dos hermanos, la productora también es hermana, y los otros son amigos muy cohesionados y tienen una trayectoria de más de una década. A pesar de todo eso, fueron muy amables y generosos y abrieron ese espacio y me integraron como uno más. Eso fue muy lindo y emocionante. Ese compartir que tuvieron los primeros días, viaje junto con ellos, permitió que, orgánicamente, pudiéramos entre todos ir construyendo este guión sin saber en que iba a concluir.
Finalmente, el documental termina construyéndose como tal, en la sala de post producción». ¿Cuántas semanas estuvieron en México y en qué lugar? «En Oaxaca estuvimos dos semanas muy bien aprovechadas, porque fueron intensas y llenas de nuevas experiencias que se reflejan en el trabajo final». ¿Cómo fue la recepción de los oaxaqueños? «Extraordinario, súper maravilloso. Los oaxaqueños, a pesar de ser unos amantes y defensores de su cultura, están muy abiertos a recibir artistas de distintas latitudes, sobre todo chilenos. Ellos tienen una relación muy dulce con lo que significa ser chileno. Llegamos a la casa de una artista, quien básicamente nos pasó las llaves de su casa, y nos dijo, la casa es de ustedes. Ella fue nuestra anfitriona en México, nos llevaba a los lugares donde los chiquillos tenían presentaciones, y nos presentó a un montón de artistas, que son parte de los círculos culturales de Oaxaca. También generamos contactos nuevos. En ese sentido, hay un par de antropólogos que conocimos «carreteando» dentro de las mismas presentaciones, y llegaban chilenos residentes, conversábamos con ellos y ahí conocimos mucha gente importante.
Fuimos al Museo de Arte Precolombino y ahí entrevistamos a un antropólogo veterano, que investiga la lengua y la cultura mexicana, y el nos habló acerca de La Chilena, también sobre la importancia de los símbolos de la cultura y como la música y el arte, vienen a ser la columna vertebral de cualquier país». ¿Qué valores más significativos lograron en el rodaje de la Fiesta en Oaxaca llena de colorido, trajes, música y tradiciones ancestrales y cómo lograron transmitirlos al espectador?«En esta respuesta quiero hacer dos alcances. Primero, la fiesta que se hace al final del documental que se efectúa en la casa de Mimi, que es nuestra anfitriona, es la más íntima y emotiva.
Y segundo, hay una celebración que aparece al medio del documental, que es la Fiesta Comunitaria en el Cerro, en un sector que se llama El Tule, donde básicamente es una puesta en escena que prepara el Municipio, donde vienen conjuntos folclóricos a presentar sus bailes típicos y termina con una invitación al público.
No es algo que tu ves desde el escenario y no los tocas, sino que, es algo inmersivo y ahí fue cuando yo vuelo el dron e incluimos tomas de todos nosotros bailando, porque nos invitaron a participar, a todo el mundo. Bienvenidos al baile y a la fiesta a pasarlo bien. Fue maravilloso. Y la fiesta final, es Mimí quien invita a sus amigos músicos, artistas, cultores y se genera una amalgama de viajeros porque habían personas provenientes de Argentina, España, Chile, comunidades indígenas. Hay alguien tocando la quijada de un burro, que es una escena espectacular y me encanta estéticamente, y todo eso cómo se mezcla, porque nadie había ensayado antes. Se cantó en la ocasión, temas de Violeta Parra y Victor Jara, así que Chile es muy conocido en México. Fue una experiencia vibrante». ¿Continuarás exhibiendo el documental en otros lugares de la región y de Chile? «Estamos en conversaciones para poder financiar una nueva postproducción. Deseo pulirlo un poco más, y eventualmente, quiero presentarlo en distintos Festivales.
Nos encantaría llevar el documental a Oaxaca, sobre todo, por el valor que fue para nosotros y creemos que es muy importante compartirlo con ellos». ¿Cuál es tu próximo proyecto ? «Quiero meterme más en el mundo del documental y seguir explorando la región del Maule, porque es bellísima y hay un montón de cosas que queremos contar cómo relevar el patrimonio alimentario y el patrimonio cultural de la región, ya sea, las fiestas religiosas que están ocultas por todos lados. Entonces, hay un hambre de seguir haciendo cosas», concluyó.