"En Chile las personas tienen miedo"
"En Chile las personas tienen miedo" La historiadora y académica de la UAI, Nicole Gardella. E s el tema que preocupa a todos los candidatos presidenciales y, más en general, a toda la elite política (al menos retóricamente): la violencia. Sin embargo, es un término al que no siempre se le ha dado un buen uso. Para entender el concepto, la historiadora y directora de Incidencia Pública y Cátedras de la U.
Adolfo Ibáñez, Nicole Gardella, junto Aldo Mascareño y Rodrigo Vergara, editaron el libro «Violencia en Chile: La fragilidad del orden social» (CEPFondo de Cultura Económica). En 544 páginas, 31 especialistas abordan el tema a partir de tres dimensiones: formas de violencia, prácticas criminales, y las expresiones institucionales y sociales del fenómeno.
Por lo pronto, explica Gardella, se trata de un término que ha sufrido un efecto "inflacionario": en tiempos actuales, todo tipo de problemas --desde la atención en centros de salud hasta el funcionamiento del transporte público-pueden ser catalogados como violencia. "La violencia es la principal preocupación de los chilenos.
Cuando tú miras las encuestas de opinión pública, la seguridad, igual que la economía, genera inquietud en todas las personas transversalmente" dice Gardella. --Una de las conclusiones del libro es que los tipos de violencia han cambiado. Entonces, ¿qué podríamos identificar hoy como violencia? --Hay dos formas de entender la violencia. Hay una violencia que es institucional, o que se da estructuralmente, y hay una violencia entre las personas.
Esta última se da en las escuelas, familias o en la calle, y es probablemente la que más ha cambiado y la que más huellas deja para cada uno de nosotros. "El estallido nos mostró cuán frágil era el orden social" --Es cierto que existe la llamada "violencia simbólica" o "violencia estructural", ¿pero cuánto del uso de la palabra violencia es pura grandilocuencia? Ustedes en el libro hablan de un efecto "inflacionario". --Exactamente. Ese es un capítulo que dice que hay una economía "tanática" de la violencia. Y efectivamente hay un uso inflacionario, ese es el concepto exacto que se utiliza, y que opera a niveles físicos, psicológicos, sociales y naturales. Entonces nos equivocamos, llamamos violento, por ejemplo, a un megaincendio o un terremoto. Esto termina haciendo que las distintas demandas de la ciudadanía se vuelvan más urgentes, toda vez que todo es violento.
Cuando tú dices que todas las cosas que te ocurren son violentas, las personas requieren respuestas urgentes y rápidas, porque la vivencia se da desde un punto de vista más grave. --Todos los problemas se pueden calificar de violentos. Entrar al Metro lleno, las listas de espera en un hospital. El economista Rodrigo Vergara dijo que eso puede terminar afectando las políticas públicas.
Nicole Gardella: "En Chile las personas tienen miedo" La historiadora y académica UAI, una de las encargadas de la edición del libro «Violencia en Chile: La fragilidad del orden social», señala que "cuando dices que todo es violento, cualquier diagnóstico es mucho más difícil de hacer". F O T OGR AFÍA : CL A UDIO COR TÉ S V. Luciano Jiménez. "En Chile las personas tienen miedo" --Afecta a las políticas públicas porque afecta al diagnóstico. Cuando tú dices que todo es violento, el diagnóstico se vuelve más difícil de hacer y por ende la política pública que va a solucionar ese problema también es más compleja.
Ese es el problema central del uso inflacionario del concepto de violencia. --En una entrevista a «La Tercera», Aldo Mascareño decía que la violencia que hoy sufre Chile viene desde antes del estallido; que más bien ha ido en una escalada continúa y en aumento. ¿Dónde podemos ubicar su origen? --Yo diría que el origen más contemporáneo está en los 90; cuando partieron los atentados en la Araucanía, con el regreso a la democracia. Ha habido olas en los últimos 30 años, que en el último tiempo se han ido intensificando. No solo en su gravedad, sino que también en su periodicidad.
Si antes teníamos un episodio violento cada tres años, hoy día hay tres episodios violentos al mes. --También es cierto que se trata de una idea que ha ido cambiando con el tiempo. --Sí, tiene que ver --probablemente-con que cuando las personas se educan más, también aprenden a identificar cosas que antes veían como normales o culturalmente naturales. Por ejemplo, hace 10 años pegarle a un niño no era una cosa mal vista. Hoy, cuando ya entendemos que eso está mal, somos más conscientes de aquellas cosas que tienen nombre de violencia.
Eso es transversal y tiene que ver con las maneras que tenemos de entender la realidad, mejorar nuestras condiciones o derechos. --¿ El uso excesivo del término violencia se puede atribuir a un sector político en particular? Te lo pregunto porque está la crítica de que la izquierda abusó del concepto durante el estallido. --Hay dos cosas. Hay personas que vivieron la violencia, como hay personas que ejercieron violencia. Y en términos de abordaje político, hay algunos que defendieron el accionar de aquellas personas que estaban manifestándose y hay otros que, por el otro lado, reprocharon aquello con más fuerza. Eso está claro. Pero el estallido lo que nos mostró fue cuán frágil era el orden social, cuánto, cuándo y cómo la violencia podía quebrar aquellas relaciones que de algún modo sostienen toda la sociedad. El estallido mostró que la violencia puede quebrar la relación con cualquier otro ciudadano que, aunque no sea mi par, me lo puedo cruzar en el Metro. En el estallido se mostró que la violencia puede hacerme sentir que estoy en desventaja ante las instituciones del Estado o que el Estado no va a alcanzar a responderme.
Y efectivamente hay personas que no reprocharon tan críticamente el estallido, y hoy día estamos viendo cuáles son las consecuencias de eso. --¿ Es más cómodo para la izquierda hablar de violencia como demanda social y no como delincuencia, y para la derecha todo lo contrario? --Sí. Exactamente. La izquierda se ha enfocado en ver la violencia estructural más clásica que aparece desde Marx en adelante. Y la derecha en cambio ha visto la violencia como aquellas violencias que ocurren entre las personas. Ambos tienen preocupación por la violencia, pero están mirando objetos distintos.
Y hoy día, según las encuestas, las personas están resintiendo más la violencia que ocurre entre las personas en vez que la violencia estatal o estructural. --Se ha dicho que en el contexto de violencia ligada a la delincuencia y al crimen organizado que vive el país, la gente estaría más dispuesta a la "mano dura". ¿Pero cuánta coerción del Estado crees que la ciudadanía está dispuesta a tolerar? --La mano dura es una solución muy seductora para todas aquellas personas que han vivido violencia.
El tema es que los ciudadanos no están necesariamente de acuerdo, y lo voy a poner en estos términos, con "la mano dura por la mano dura". Lo que quieren es no volver a sentir miedo.
Y si para eso se necesita acciones más o menos restrictivas, están dispuestas a darlas, a otorgarlas, pero no sólo por el mero hecho de ser mano dura. --¿ Crees que la gente tiene claro qué escenario puede generar aquello? --Hay un capítulo del libro que aborda eso, la justificación de la violencia.
Las personas tienen una concepción variable de lo que consideran justo o injusto por parte del Estado y los manifestantes. ¿Cuándo apoyan las manifestaciones? Cuando ven que el accionar de las autoridades o de las policías es injusto.
Cuando en cambio, ven que esa respuesta es justa, que se mantiene dentro de ciertos márgenes, dejan de apoyar la manifestación y apoyan entonces a las autoridades. ¿Dónde está el límite? Están dispuestos hasta dónde vean que es justa la respuesta. "No hay que hacerle una ley a cada cosa que ocurra" --¿ Cuánto de este clima de violencia es de responsabilidad de las instituciones y de la clase política? Porque, por una parte, cierta élite política ha relativizado la violencia y otros, en no pocas ocasiones, la han ignorado. --Esa es una de las conclusiones del libro. Las instituciones se debilitan cuando hay más violencia y la violencia se fortalece cuando las instituciones se van debilitando. Tienen una relación que es circular. ¿Cuánto de responsabilidad hay? La responsabilidad es permitir que haya cierta violencia que erosione las instituciones y que después aquellas instituciones no sean capaces de responder.
Que la violencia haya infiltrado y afectado el funcionamiento de las instituciones, y que la clase política no se haya dado cuenta de eso, es su responsabilidad. --Uno de los trabajos del libro critica duramente los proyectos de ley surgidos en el Congreso que pretendían abordar el fenómeno de la violencia. ¿La labor parlamentaria se ha mostrado populista en este asunto? --Sí, eso es exacto.
Cuando tú tienes un legislador que actúa como inorgánicamente, que no logra ver una línea del tiempo, sino que ve hitos, es sumamente inefectivo. ¿Qué es lo que terminan haciendo? Leyes que supuestamente van a combatir la delincuencia, pero que terminan teniendo efectos negativos en su aplicación porque son sumamente específicas. ¿Hay que abordar la delincuencia desde un punto de vista legislativo? Por supuesto que sí, pero no hay que hacerle una ley a cada cosa que ocurra. --Eso termina afectando el discurso público y hasta los tipos penales, ¿no? --Claro.
El problema con el abordaje penal de las cosas que son violentas, cuando tú hipercalificas un delito y lo encierras con una delimitación muy específica, es que solo aquello que sea exactamente igual puede ser investigable o punible.
Cuando tú le pones a una ley el nombre de una víctima, en vez de proteger y conceptualizar el problema que esa persona vivió, terminas con leyes hiperespecíficas para cada uno de los casos. ¿Cuál es el problema? La investigación se hace cada vez más lenta y los jueces tampoco alcanzan a actuar con estas nuevas leyes, porque cada día hay una nueva ley.
Cuando la cuestión se hiperfocaliza, entonces se dificulta el trabajo judicial. --El día de la presentación del libro hablabas de que la violencia hace "que decidamos dejar de ir a ciertos lugares, evitar ciertas horas, rutas e incluso palabras". ¿Somos una sociedad con miedo? --Es un capítulo que escribí con Mauricio Salgado, en el que entrevistamos a víctimas y testigos de delitos violentos, todas ellas entienden ese hecho como uno que marca un antes y un después en sus vidas. No es solamente la víctima la que se queda con miedo, la familia también. Se va contagiando y eso hace que cambiemos nuestros patrones de conducta social. En la ENUSC hay un aumento en la percepción de victimización de las personas.
En Chile efectivamente las personas tienen miedo. --¿ Crees que los medios de comunicación, especialmente la televisión, somos responsables de agudizar el temor que vivimos como sociedad? --En un capítulo del libro, Lorena Antezana dice que los medios de comunicación utilizan un relato que es como de novela para reportar los casos. Es una narrativa que apela a la emocionalidad. Y eso incide, por supuesto, en la percepción de inseguridad que tiene la audiencia. Al mismo tiempo de que se aumenta la percepción de inseguridad, lo que hace es normalizar el hecho que está ocurriendo, lo vuelve común. Y hay una administración mediática que dosifica el miedo. Eso hacen los medios de comunicación. Nos equivocamos y llamamos violento, por ejemplo, a un megaincendio.
Esto hace que las distintas demandas de la ciudadanía se vuelvan más urgentes, toda vez que todo es violento". El problema con el abordaje penal de las cosas que son violentas, cuando tú hipercalificas un delito y lo encierras con una delimitación muy específica, es que solo aquello que sea exactamente igual puede ser investigable o punible"..