EDITORIAL: Ñuble y la doble vejez
EDITORIAL: Ñuble y la doble vejez EDITORIAL Ñuble y la doble vejez El 38,6% de las mujeres mayores en la región presenta alguna discapacidad, mientras que entre los hombres el porcentaje baja al 31,4%. Y esta diferencia se amplía con la edad. En el grupo de 85 años o más, siete de cada diez mujeres tienen alguna discapacidad, en contraste con el 67,7% de los hombres. Esta es la doble vejez: más años de vida, pero también más años con dificultades físicas, sociales y emocionales. En el corazón de Ñuble, donde la ruralidad impone condiciones particulares de vida, el envejecimiento no solo es una realidad demográfica, sino también una urgencia social y ética.
Los datos recientes del estudio Caja Los Héroes-Universidad del Desarrollo, revelan un fenómeno que debiera aleratr tanto a autoridades como a la comunidad regional, en general: más de un tercio de los adultos mayores de 60 años en Ñuble tiene algún grado de discapacidad, con una brecha preocupante entre hombres y mujeres.
El estudio, basado en el Censo 2024, detalla que el 38,6% de las mujeres mayores en la región presenta alguna discapacidad, mientras que entre los hombres el porcentaje baja al 31,4%. Y esta diferencia se amplía con la edad. En el grupo de 85 años o más, siete de cada diez mujeres tienen alguna discapacidad, en contraste con el 67,7% de los hombres. Esta es la doble vejez: más años de vida, pero también más años con dificultades físicas, sociales y emocionales. ¿Estamos preparados como región para enfrentar este nuevo mapa social? La respuesta, lamentablemente, es no. La radiografía comunal evidencia la profundidad del problema. Chillán registra un 33,1% de discapacidad entre las personas mayores de 60, con cifras que escalan a 68,2% en mayores de 85. En Portezuelo, una comuna pequeña y envejecida, el 82% de quienes superan los 85 años presenta discapacidad. En las mujeres, la cifra se mantiene igual de alarmante: 81,3%. Pero se trata de mucho más que números. Son mujeres que deben enfrentar su vejez en zonas muchas veces apartadas, sin transporte público adaptado, con postas rurales desabastecidas o sin especialistas, y con pensiones que apenas alcanzan para cubrir lo básico. Son adultas mayores que viven solas, que se han dedicado toda su vida al cuidado de otros y que ahora enfrentan su propia fragilidad con escasa asistencia estatal. La doble vulnerabilidad que describe el estudio ser mujer y adulta mayor se traduce en una mayor exposición a enfermedades, a pobreza, a discriminación y a la invisibilidad social.
Según el Senama, más de la mitad de los chilenos cree que las personas mayores no pueden valerse por sí mismas, ignorando que el 78% es autovalente y que un 62% desea seguir trabajando, no solo por necesidad económica, sino por dignidad y sentido de pertenencia. Este prejuicio social es tan dañino como la falta de políticas públicas. La discapacidad no puede seguir siendo abordada solo desde la perspectiva biomédica, como si fuera un asunto individual. Requiere soluciones estructurales: mejor salud pública, atención especializada en geriatría, entornos accesibles, transporte inclusivo, viviendas adaptadas, programas de asistencia domiciliaria y, sobre todo, un sistema de cuidados con enfoque comunitario y de género. El desafío es mayúsculo. Para 2050, más de 1,9 millones de personas en Chile superarán los 80 años. Es un dato que obliga a pensar el país con otros ojos. En Ñuble, en tanto, donde la transición demográfica avanza con más velocidad que las soluciones, se necesita una estrategia regional con recursos, planificación y participación de las propias personas mayores. La región tiene el deber moral de garantizar que sus hijos e hijas puedan envejecer con dignidad, sobre todo quienes han cuidado, criado y sostenido a generaciones completas, sin pedir nada a cambio..