Autor: JUAN ANTONIO MASSONE
Cartas: Luciérnagas de Marcelo
Cartas: Luciérnagas de Marcelo Si alguien es persona cabal suele portar un alfabeto de criatura compasiva y fraterna; cuando el estiramiento de los años ratifica la continuidad de estar atento a la sencillez de un mensaje sin ocaso, o bien, en la pequeña anécdota se escucha la voz que acepta los limites de su propia naturaleza, estamos seguros de hallar un protagonista que aprendió la suprema lección de entregar la vida.
Lo dicho no es un invento, sino la conclusión que ofrece el conocimiento amical que dispensara la cercanía de Marcelo Jarpa Fabres (1949-2025), escritor muy especial y un testigo de la fe y la esperanza encarnadas hasta el epilogo de sus pasos. Su libro El espino y el sol, refrenda lo dicho. Como muchas personas que le conocieron, comprobé su tono fraterno y caballeroso; acercaba un habla cansina, como si recelase de apresuramientos y ansiedades que pudiesen perturbar la proximidad comunicativa. No había cómo no percibir, de él, amabilidad sin doblez, piadosa confesión de discípulo y un invariable tono de inocencia. Esos rasgos fraguaron en Marcelo una persona querida por moros y cristianos. Perteneciente a una arcadia meditativa, escribia sus manuscritos con letra legible y palera. Pudo ser un gran caligrafo, también. Hace algunos años me obsequio una caja con tres volúmenes anillados de sus reflexiones autógrafas que nacieron en la proximidad del parque Forestal. Ese rasgo de geografia citadina llevo a mentarlo "El poeta del parque". Diario personal y poemas los formatos que congeniaron con él. Observador de cielo y tierra, las estrellas y la luna le fueron dilectas, los árboles y tambien el mar. Ese ver en lo existente las huellas digitales del Creador y en calidad de alfabeto bien avenido con su espíritu devoto, supo transformarlo en escritura acogedora y de réplicas profundas. El poeta que fuera Marcelo podría semejarse a un enjambre de luciérnagas. Participó en la agrupación eclesial y estética "Católicos en el arte", conformada por artistas de diferentes disciplinas, en los noventa y principios de los dos mil. Una sesión mensual y las actividades públicas de dicha entidad contaron con el entusiasmo y la mesura de Marcelo Jarpa. Varios de sus integrantes, al igual que el poeta, pasaron de este mundo. La ausencia exige una aceptación más lenta, opuesta al desprendimiento fácil cuando dejamos de lado asuntos insignificantes y sosos. Después de todo, nos acostumbramos a contar con las presencias, aunque no nos reunamos frecuentemente con ellas.
Para saludar esta nueva dimensión que nos convoca, nada mejor que la palabra suya, intérprete genuina de él. "¡Tú tendrás estrellas que saben reir! Te rodearán los astros como el circulo de la luna y alguno dejará caer en el vaso oscurecido una lágrima de amor. Te saldran al encuentro luciérnagas de Dios, que van a iluminar la sangre de la tarde y el vino del amigo bajo el árbol centenario. ITú tendrás estrellas que saben reír!"..