EDITORIAL: TikTok, un caso emblemático
EDITORIAL: TikTok, un caso emblemático T ikTok es una aplicación que permite ver videos cortos con un software que, sobre la base de sus interacciones con el usuario, elige nuevos videos atractivos para este. Es un programa chino y, como tal, ha tenido problemas en los Estados Unidos y otros países occidentales. En particular, se lo acusa de enviar a Beijing información de las preferencias de los usuarios, generalmente adolescentes o preadolescentes. Esto representaría un riesgo para su privacidad y seguridad. El actual Presidente de los EE.UU., Donald Trump, ha tenido una posición errática en este tema. En su primer mandato firmó una orden ejecutiva que obligaba a la venta de TikTok en 90 días o, de lo contrario, la empresa debería cesar sus operaciones en ese país, su mercado más atractivo. Apelaciones a la decisión fueron retrasando su entrada en vigor y, luego del término de la primera administración Trump, el Presidente Joe Biden revocó la orden ejecutiva. Sin embargo, posteriormente, en un contexto de creciente animadversión hacia China, el Congreso norteamericano aprobó una ley con un objetivo similar: TikTok debía cesar sus operaciones, a menos que se vendiera antes de 2025. Pero en el intertanto, el nuevamente candidato Trump había cambiado de opinión, tal vez influido por donantes con gran participación accionaria en Bytedance, matriz de TikTok.
Así, a partir de marzo de 2024 comenzó a defender la aplicación e, inmediatamente luego de asumida su nueva presidencia, firmó una nueva orden ejecutiva, esta vez para extender en 90 días el plazo para que Bytedance la vendiera, y ahora nuevamente lo acaba de alargar en 75 días más, mientras se busca un comprador. El problema es que la venta requiere el permiso chino. En efecto, bajo una ley de 2019, el gobierno comunista controla las exportaciones de ciertas industrias que poseen tecnología o propiedad intelectual. Las autoridades de Beijing calificaron a TikTok entre las industrias protegidas y, en el contexto de los conflictos entre ambos países, ha señalado que no se vendería. Esta es, en realidad, una herramienta de negociación, pues el gobierno ha declarado que, luego de una negociación arancelaria, sí podría estudiarse la venta. Tal vez lo más interesante del affaire TikTok sea la reacción que genera en gobiernos occidentales una aplicación aparentemente inofensiva.
Después de todo, si bien es cierto que la información que entregan sus usuarios podría terminar en manos del Estado chino, también es efectivo que los jóvenes entregan despreocupadamente esa misma información a una multiplicidad de otras aplicaciones que pueden darle los más diversos usos. Desde esa mirada, cabe especular que las reales motivaciones bien podrían ser otras y que el énfasis en TikTok obedece simplemente a su visibilidad.
Y es que el caso podría ser la manifestación de una preocupación más general surgida al comenzar China a escalar por la cadena de valor de producción de bienes y servicios, y a innovar y desplazar a las empresas de los países desarrollados en diversas áreas. Esto, por cierto, en paralelo con un activo espionaje industrial y una política exterior agresiva.
Frente a ello, la reacción occidental ha sido prohibir diversos productos (como los teléfonos Huawei en EE.UU. ) y tratar de reducir la dependencia en sectores en los que China controla gran parte de la producción mundial: cátodos de baterías, baterías, metales provenientes de tierras raras y otros componentes de procesos industriales. Con cierta tardanza y a un gran costo, los países desarrollados están intentando revivir empresas que producen estos bienes, pero requieren subsidios, porque no pueden competir con las eficientes empresas chinas. Y esos problemas de competencia con una China emergente puede ser lo que ha transformado a TikTok en un chivo expiatorio. Mirada así, la nueva política de Trump hacia TikTok parece más razonable que la que tenía cuando quiso prohibirla. El problema es que el cambio de opinión no tiene una razón de fondo, por lo que nada impide que se modifique nuevamente. Esta veleidad presidencial, de la cual este caso es solo un ejemplo, está teniendo un alto costo para las economías de EE.UU. y del resto del mundo. Parece razonable la actual posición presidencial. El problema es que ese cambio de opinión no tiene una razón de fondo. TikTok, un caso emblemático.