El sensacional presente DE UN TENISTA CON FUTURO
El sensacional presente DE UN TENISTA CON FUTURO “Yo siempre, de muy chiquito, he sido un jugadoragresivo. Una de mis tácticas es hacer entrar al rival para después hacerlo salir de la cancha”. entrenaba casi todos los días. Yo le llevaba su leche, su pan. Y lo iba comiendo en el colectivo mientras íbamos al club”. Eran una familia de clase media, como ellos mismos dicen. Mario Soto, el papá, trabajaba en la susodicha Fundición de Enami: tenía un trabajo estable, negociación colectiva, bonos. Rosa es contadora. Pero los recursos no sobraban. Y menos para la formación de un tenista profesional. Rosa cuenta: “Por ejemplo, para los torneos viajábamos desde Copiapó a Santiago en bus, llegábamos el mismo día del partido para evitarnos una noche de hotel. Haciendo mil sacrificios de este tipo”. ¿Y si no resultaba la idea de ser tenista profesional? Muchos niños que quisieron llegar a ser profesionales quedaron en el camino. Mario Gómez, su exprofesor de tenis en Paipote, y quien detectó el talento del niño, narra: “Hizo un primer nacional en Iquique para menores de 10 años. Yo llevaba a Matías pensando que era la carta segura y nos encontramos con muchos chicos igual que él o mejores a veces. Matías no salió campeón de singles, sí salió campeón de dobles. Pero fue elegido el mejor jugador del torneo en cuanto a la parte técnica, los golpes. Entonces de toda esa generación que había ahí, solo Matías llegó arriba.
Eso habla de que no siempre el campeón o el número 1 llega arriba”. El profesor Mario Gómez atestigua la fuerza mental de Matías: “Cuando viajábamos con niños de ocho, nueve años, íbamos a almorzar o a cenar a alguna parte, y en vez de pedir lo que piden los niños a su edad, completos, comida chatarra, él pedía pollo a la plancha con ensalada y de postre gelatina”. Y suma a eso que en sus clases los días martes y jueves se practicaba tenis, y llegaban todos los niños. Mientras que los lunes y miércoles, cuando se trataba de hacer trabajo físico, solo llegaba Matías. “Desde los cinco hasta los diez años, para él era entretenido jugar. Pero a los 10 ya empezó a competir y a salir de Copiapó a todo Chile a jugar torneos”, cuenta su padre, Mario Soto. Pero latía el fantasma de que no llegara al profesionalismo. Su papá cuenta que desgastó nudillos tocando puertas. “Si en un momento no había recursos, teníamos que traerlo de vuelta a Copiapó. Era angustiante. Era el día a día. Invertimos mucho en Matías. Y no podíamos echar pie atrás porque cada día le iba mejor”. A los 12 años y a los 14 fue el número 1 de Chile. “Entonces ahí se volvió menos difícil la cosa. Nuestro gran aporte vino de la Municipalidad de Copiapó. También empecé a hablar con las mineras, pero no nos fue bien. Ahora tiene además una beca del gobierno regional desde hace cuatro o cinco años”, destaca su papá. “Corría sangre”A los 18 años vino el quiebre gringo en su carrera. Se fue a estudiar a la universidad en Estados Unidos.
Allí las exigencias eran altas: académicas, porque debía cumplir para conservar la beca (su padre dice que hablaban con él frecuentemente y siempre estaba estudiando); y deportivas, porque el nivel era altísimo, y con rivalidades clásicas. Las grandes antagonistas de su universidad eran la Universidad Texas Christian, de Fort Worth, Dallas, y la Universidad de Texas, Austin. “Por muchos años los tres equipos estábamos entre los cinco mejores de Estados Unidos”, explica Matías. A la fecha de esta entrevista, Matías venía de haber jugado en Brasil, con todo el público en contra muy respetuosos, aclara y lleno de fotógrafos y cámaras de televisión. Pero dice que nada se compara con esos clásicos universitarios en Estados Unidos. “En esos partidos corría sangre, jejeje. Por momentos se permite mucho, que la gente grite. Como es Estados Unidos, les gusta el show, el espectáculo. Ocurren cosas que en el tenis profesional no se permiten. Es entretenido. Acá uno a veces juega un partido y es muy callado todo, hay poca gente. En cambio, allá, entrar a la cancha, el calor, los gritos. Los hinchas de cada universidad tienen sus cánticos. Antes se podía cantar durante el punto, ahora no.
Y cuando hay pausa, también los jugadores levantan al público”. Por cierto, el día de la entrevista en San Carlos de Apoquindo, el marco de público en su partido era tal como él critica: deben haber sido unas 15 personas en total mutismo. De regreso de Estados Unidos a Chile, con 22 años, Matías se convirtió en profesional. Sus oportunidades se multiplicaron. “Trabajé con Jaime Mestre, que es uno de los buenos psicólogos deportivos de Chile. Y conversé con mi gente. Con mi entrenador, que es mi hermano Mario (39). Mi hermano también funciona como un psicólogo para mí. Me hace plantear los partidos, ver qué pasó, lo que no pasó. Me conoce. A veces cuando estoy jugando y él ve que estoy bajando, sabe apurarme. Me da instrucciones.
Y como la situación empezó a mejorar, viajamos en avión”. “Yo hace mucho tiempo que hago mis gastos, yo manejo mi plata” (su madre dice:“Matías es un niño de muchas decisiones”). “Y ayudo en mi casa”, suma él. Reacio, habla sobre eso: “Prefiero mantenerlo personal, pero, por ejemplo, si mi madre necesita, eh, no sé, dentista... Soy capaz de poder ayudar a mi padre en eso. Mi sobrina quiere llevar al perro a que le corten el pelo... Cosas cotidianas.
Eso me da tranquilidad mental de que, bueno, también estoy cuidando a mi gente, porque mi familia fue la que se sacrificó por muchos años”. Un jugador agresivoConsiderando solo este año, Matías ha subido 418 puestos en el ranking ATP. Eso es gigante. A mediados de este diciembre había alcanzado el puesto 248, quedando cerca, pero muy complicado, para entrar a la fase de clasificatorias del Grand Slam de Australia, en enero. En el torneo M15, en San Carlos de Apoquindo, llegó a la final, pero la perdió después de ganar 6-0 el primer set. Esta derrota fue matadora. Su éxito este 2024, sin embargo, fue reconocido por la ATP, que lo premió con 75 mil dólares, aunque su padre aclara que esta cifra es el tope.
Por ejemplo, dice Mario Soto, la ATP publicó que Matías ha ganado 50 mil dólares este año, entonces debería recibir 25 mil dólares, que es la diferencia para llegar a los 75 mil. ¿Y cómo es el tenis de Matías? Primero que nada, su ídolo es Novak Djokovic. “Yo siempre, de muy chiquito, he sido un jugador agresivo. Una de mis tácticas es hacer entrar al rival para después hacerlo salir de la cancha. Pero hay que ser versátil. Además, últimamente he mejorado mucho mi saque, porque de partida no soy alto (1,73 m). Estoy por la media baja de los promedios de los tenistas. Entonces un saque es importante. Me sale fácil lo que normalmente no pasa en jugadores de mi estatura”, suma. Y finaliza: “Sí, estoy contento con lo que ha sido este año. Hay que afinar detalles, pero tengo la expectativa de llegar muy lejos”. Estados Unidos. POR ALEJANDRO PARDO. FOTO SERGIO ALFONSO LÓPEZEn el viaje a China por Copa Davis, en“Para los torneos viajábamos desde Copiapó a Santiago en bus, llegábamos el mismo día del partido para evitarnos una noche de hotel. Haciendo mil sacrificios de este tipo”, recuerda su madre. septiembre, el team chileno pasó a un mall. Los jugadores y el equipo técnico se dirigieron a ver productos de marca, tecnología, ropa. Pero Matías Soto, el quinto jugador del equipo detrás de Tabilo, Jarry, Garín y Barrios ingresó a una librería. Allí compró dos libros en inglés: Mind over Money, del autor Evan Lucas, y Atomic Habits, de James Clear, este último con más de 10 millones de ejemplares vendidos. En resumen, Atomic Habits habla de “un método sencillo para construir hábitos” correctos y enterrar los malos.
Y Mind Over Money se pregunta y responde al mismo tiempo: “Por qué entender el comportamiento de tu dinero va a mejorar tu libertad financiera”. De niño, Matías, hoy de 25 años, había sido débil en el inglés.
Su profesora, allá en su colegio en Copiapó, le decía a su entonces profesor en la escuela de tenis, y también profesor de educación física en el colegio, Mario Gómez, que si Matías iba a ser un tenista profesional, recorrería todo el mundo y debería saber el idioma. Pero a los 18 años lo buscaron desde Estados Unidos. Y sin saber ni una pizca del idioma, partió hacia Norteamérica. Esta tarde de comienzos de diciembre, se sienta en el casino del complejo deportivo de San Carlos de Apoquindo. Tiene el pelo mojado por la ducha que se dio tras ganar su partido decuartos de final del torneo M15 de Santiago. El sol afuera brilla como si estuviera en su palacio de la precordillera. Y cuenta: “Yo llegué a estar entre los 50 mejores del mundo en junior y me contactaron. Cuando uno está ahí, los entrenadores de los equipos van a buscar a los jugadores. A mí me ofrecieron beca completa. Y a los 18, cuando dejé de ser junior, tenía la alternativa de convertirme en profesional, lo que es una selva, es gastar mucha plata, y además no tenía la madurez. Entonces decidí irme al tenis universitario, donde uno también compite. Ahí estuve cuatro años becado 100%, en uno de los mejores programas deportivos universitarios. Estudié Relaciones Públicas y Administración de Empresas en la Universidad Baylor, en Texas. Y en mayo de 2022 salí de la universidad y me volví profesional”. Ahorro en hotelesSoto fue afortunado con esta beca. Pero el trance para llegar ahí fue espinoso. A los tres años, tomó la raqueta en esos tiempos no había raquetas más pequeñas para niños y la arrastraba, cuenta su madre, Rosa Carmona: “A los cuatro ya jugaba bastante bien.
A los cinco años empezó a ir a la escuela de tenis, y ya a los seis estaba compitiendo”. La escuela de tenis quedaba en Paipote, hacia arriba de Copiapó, en las instalaciones de la Fundición Paipote de la Enami (la empresa cerró este año y hoy las canchas de tenis están casi abandonadas). Rosa continúa: “Yo lo iba a buscar al colegio, en tercero básico, cuarto básico. De ahí nos íbamos a pie a tomar un colectivo que iba hacia arriba, hacia Paipote, que queda como a 15,20 minutos del centro. Y allí él entrenaba y yo me quedaba en la galería esperándolo. Invierno, verano, fin de semana, día de clases, cualquier día. A veces hasta las nueve de la noche. Él. En 2024, Matías Soto, el quinto tenista de Chile, subió 418 puestos en el ranking ATP y la organización lo premió con una importante suma de dinero. Pero el camino para llegar a ser profesional ha sido duro. Desde su pan y su leche cuando niño en un colectivo en Copiapó, hasta sus arduas horas de estudio y fieros torneos de tenis en la universidad en