Autor: Por: Guillermo González Donoso Paisajista e Historiador | Universidad de los Andes | Vivero Sur guillermo(survivero.cl
UNA VIAJERA POR CHILE Marianne North y el paisaje chileno
UNA VIAJERA POR CHILE Marianne North y el paisaje chileno Marianne J\forth y el paisaje chileno Por: GuiLlermo González Donoso Paisajista e Historiador Universidad de los Andes Vivero Surguillermo@survivero.cl Entre los muchos viajeros ilustres que recorrieron nuestro territorio territorio en los siglos XIX, los naturalistas ocupan un lugar especial. Estos observadores agudos del paisaje fueron, sin proponérselo del todo, grandes promotores de la singularidad chilena. Claudio Gay es el ejemplo más conocido: contratado por el gobierno para realizar una historia natural, una cartografía y una estadística de la joven república, república, dejó un legado monumental.
Como él, otros sabios extranjeros como Ignacio Domeyko, el geólogo italiano Amado Pissis o el naturalista naturalista alemán Rudolfo Philippi ayudaron a delinear nuestra identidad nacional: nombra ron cerros, describieron especies, midieron climas, y publicaron todo eso en Europa, presentando a Chile ante el mundo académico y científico. Sin embargo, también hubo viajeros que llegaron por otros caminos, impulsados por misiones paralelas o simplemente por una curiosidad curiosidad vital. Es el caso de María Graham, que retrató con elegancia y espíritu crítico las tertulias de OHiggins y los sueños navales de Lord Cochrane. O el de Marianne North, quien nos ocupa hoy: una mujer excepcional, ilustradora botánica y viajera incansable, que recorrió el mundo en busca de paisajes y especies dignos de ser pintados. Hija de un influyente político británico, Marianne heredó fortuna, independencia independencia y una sólida educación. En 1884 llegó a Chile desde el extremo sur, cruzando el Estrecho de Magallanes y visitando Punta Arenas, por entonces una colonia penal.
Desde allí recorrió los canales canales y fiordos hasta desembarcar en Lota, donde fue recibida por la que llamó madame C, Isidora Goyenechea de Cousiño, la viuda de Luis Cousiño y señora del parque y palacio más opulento del sur de Chile. Su impresión, sin embargo, fue decepcionante. A pesar de la fama del lugar, Marianne lo encontró recargado y falto de autenticiissuu-downloader. com. UNA VIAJERA POR CHILE Marianne North y el paisaje chileno a,. dad.
En su diario escribió: Su jardín estaba lleno de chucherías y mal gusto (... ) Chile era el país menos representado en esa vegetación A pesar de esta crítica, logró encontrar en los rincones sombreados del parque los copihues (Lapa geria rosea) que tanto ansiaba ver, trepando trepando entre robles y hayas. Como buena mujer de ciencia y de arte, no se conformó con esa primera impresión. Sabía que el verdadero Chile vegetal estaba más allá de los jardines afrancesados de la aristocracia. En Santiago, tras los eventos sociales propios de una visita de su categoría, decidió explorar explorar las zonas rurales al oriente de la ciudad. Así llegó a Apoquindo, aún un sector de chacras y quebradas. La veían recorrer sola a caballo los senderos cordilleranos, en busca de los majestuosos chaguales (Pu ya chilensis) en floración. Gracias a la guía de un huaso local, que no dudó en cobrar por su ayuda, Marianne logró ver una quebrada llena de puyas en flor, coronadas de azul y rodeadas de picaflores. Esa imagen, exuberante y precisa, quedó plasmada en su pintura y en su diario. Su curiosidad no se agotaba. Quiso conocer también la costa y su flora seca y rústica: el chagual verdoso, los quiscos, los cactus columnares. columnares. Ella, que había donado su colección de ilustraciones al jardín botánico de Kew Gardens en Londres, deseaba enriquecerla con especies especies del Chile central. En esa etapa fue acogida por Benjamín Vicuña Vicuña Mackenna y su mujer Victoria Subercaseaux, quienes la invitaron a su fundo en Limache.
Allí, en la hacienda Santa Rosa de Colmo, Marianne subió cerros y recorrió quebradas con un administrador local, preguntando insistentemente insistentemente por molles, bellotos, quillayes, chupa-chupa (Eccremocarpus (Eccremocarpus scaber), lobelias (Lobelia excelsa) y otras especies que para los lugareños no generaban ningún tipo de interés. Chile le fascinó. En sus palabras, este era The Lanci of the Cactu?, un territorio casi mítico donde las cactáceas, aloes y agaves formaban formaban relicarios naturales en medio de quebradas polvorientas o valles brumosos.
Luego partió al sur, en tren hasta Angol, y desde allí cruzó la cordillera de Nahuelbuta en busca de la mítica Araucaria araucana, ese árbol de aspecto prehistórico que crece en las alturas del sur chileno. Se maravilló con sus formas geométricas y su porte imponente, comparándola comparándola con torres naturales o alfileres gigantes enterrados en la montaña. montaña. También descubrió la nalca, con sus tallos comestibles como ruibarbos, y caminó entre helechos y copihues en los senderos sombríos sombríos de la selva fría.
Marianne Norrh no solo dejó testimonio de sus viajes en palabras: sus pinturas siguen vivas, reunidas hoy en la galería que lleva su nombre en Kew Gardens, uno de los pocos museos del mundo dedicado a una sola artista mujer Y gracias al trabajo de la traductora Rocío Abarzúa, Abarzúa, hoy contamos con una excelente versión en español del capítulo chileno de su diario, Recollections of a Happy Life, publicada por Libro Libro Verde. Los invito a leerla. Viajen con ella por quebradas que aún existen, cerros que aún florecen, y jardines que aún esperan ser redescubiertos. redescubiertos. Porque su mirada extranjera nos enseñó a mirar lo propio propio con otros ojos: los de la curiosidad, la ciencia, el arte y el asombro. sucvivero. 56923952Q48 survivero. cI.