Autor: POR CECILIA E. STURLA
Más allá del otro
Más allá del otro HUMANITAS POR CECILIA E.
STURLA El 26 de septiembre de 2023 se llevó a cabo en la Sala del Honorable Consejo Superior el encuentro titulado "Desa= fíos de equidad de género en el siglo XXI: ética del cuidado, reciprocidad y complementariedad", donde habló el rector Ignacio Sánchez, Silvana Zanlungo, quien lidera la Dirección de Equidad de Género, la directora de Pastoral y Cultura Cristiana Ángela Parra, y expuso la filósofa argentina Cecilia Sturla. El fragmento que compartimos a continuación está basado en lo presentado ese día.
El texto completo y las referencias están disponibles en www.humanitas.cl. ¿Difiere el punto de vista ético de acuerdo al género? Desde que Carol Gilligan postulara su tesis de que las mujeres tenemos "una voz diferente" en las cuestiones éticas, el asunto no sólo fue objeto de grandes debates ad intra de los feminismos, sino ad extra también.
Silos varones tienden a ver los problemas éticos desde la universalidad de la ley y las mujeres desde la particularidad de cada persona, ello implicaría dos maneras diferentes --no subalternas ni opuestas, sólo diferentes-de comprender el obrar humano. Universalidad y particularidad, "el otro formal" y el "otro concreto", serían modos de entender las acciones de los hombres que tendrían maneras diferentes de acuerdo al sexo de origen.
Esta idea de concebir la ética, tendría profundas influencias en el plano político: si llevamos a las últimas consecuencias la tesis de Gilligan, podemos llegar a pensar que las leyes positivas se hicieron bajo la mirada masculina, dejando de lado la voz de las mujeres, que es diferente y que tiene matices que la mirada masculina no los tomaría en cuenta.
De ello se derivaría que las leyes, expresiones de aquellos valores universales, se dirigen al plano de lo público, mientras que los valores particulares, que se expresan en la familia, se dirigen al plano privado, porque es el varón el que asumió las obligaciones civiles cuando la mujer tenía vedado ese ámbito, quedándose en el hogar al cuidado de los hijos. Las críticas no tardaron en llegar: tanto a favor como en contra, pero también parcialmente a favor y parcialmente en contra. Algunas voces feministas se hicieron oír.
Si se esencializa la discrepancia y por lo tanto se naturaliza lo cultural, esto llevaría a reforzar la diferencia como lo "totalmente otro" y eso mismo seguiría privilegiando la separación entre lo público y lo privado.
Porque si somos las mujeres quienes portamos la voz de la empatía, del cuidado y de los sentimientos y los varones son los que marcan la universalidad de la ley y las reglas, todas las profesiones en las que están involucradas el cuidado del otro, recaerían de nuevo sólo en nosotras. Y esto incluye el trabajo doméstico, la familia, la enfermería, la docencia de los más pequeños, etc. Mientras que los varones estarían destinados a las profesiones que crean las leyes, las ejecutan y se encargarían de todas aquellas actividades que no requieren un especial cuidado de las personas. Separar lo masculino de lo femenino en las cuestiones éticas sería retroceder necesariamente en posicionamientos arbitrarios, como históricamente se dio con algunos pensadores de la Modernidad. JJ. Rousseau, por ejemplo, es particularmente paradig'mático en este punto, y por ello el pensamiento feminista fue alertando la mirada reductivista y profundamente sesgada del pensador ginebrino.
Tanto en el Segundo Discurso como en el Emilio, sus posicionamientos con= trovertidos no se hacen esperar: las mujeres no pueden hacer abstracción de los intereses particulares por lo que no son capaces de autonomía ética ni pueden ser sujetos del contrato social.
Deben estar en sujeción al marido, a quien deben agradar y servir en todo momento, siendo una imagen de decoro, honradez y fidelidad (no dice nada del marido con respecto a la mujer). * Kant va a opinar en la misma línea: al imperativo moral se llega a través de la razón, pero esta no es propia de las mujeres, porque a ellas no les corresponden las virtudes sublimes sino las bellas. * Ante esta mirada donde la reflexión por lo moral en los grandes pensadores se da omitiendo la voz de las mujeres, no es extraño que los estudios feministas cuestionaran en alguna medida esas mismas reflexiones. La pregunta que debemos responder es cómo se generarían esas diferencias. Y ante ese interrogante, las respuestas difieren en algunos aspectos cruciales.
Seyla Benhabib va a sostener que el sistema sexo-género es lo que marcó la diferencia en las percepciones éticas: antes de serindividuos morales, fuimos niñas que hemos necesitado del apoyo y la ayuda de los otros para constituirnos como sujetos morales*. El desarrollo moral debe contemplar tanto la empatía y las relaciones con el otro, cuanto el universalismo de las leyes.
Ambos son complementarios y, si bien está de acuerdo en sentido lato con Gilligan, sostiene que la teoría de la ética del cuidado no tiene los elementos necesarios como para ser una teoría en cuanto tal. * Nancy Chodorow, en la línea de Benhabib, afirmará que la crianza es asignada a las mujeres que repiten el modelo: las mujeres se identifican con la madre y los varones se diferencian de ella, por lo que sería el apego lo que hace que la percepción entre mujeres y varones difiera desde temprana edad.
Las mujeres en este sentido, se viven como formando parte de una red de relaciones y los hombres más como individuos, debido a la crianza en un sistema sexo-género. * Por ello deberíamos ir más allá de la relación sexo y género para aceptar la convergencia y reciprocidad entre varones y mujeres. Pero lograr esta convergencia resulta aún hoy todo un desafío. En cierto modo, estamos influenciados por los autores de la modernidad, que cuando analizaron el "estado de naturaleza" del hombre, lo pensaron sin vínculos, sin relaciones, desarraigado de sus afectos. Por ello en buena medida, el "contrato social", es decir, las leyes que impedirían la guerra de todos contra todos, se estructuraron como el ideal de autonomía moral, pero con un yo desarraigado.
Si bien la ética de la justica en la Ilustración resultó necesaria para deslegitimar los privilegios por nacimiento y de allí la importancia de su universalidad, también se dio contemporáneamente, la ética de los sentimientos morales en Hume. Podríamos decir entonces que Kant es quien da el marco para la ética de la justicia, y Hume Para la ética del cuidado. Lo cierto es que no podemos prescindir de ninguna de las dos posturas éticas. La llamada ética del cuidado se caracteriza por un juicio más contextual, se adopta se caracteriza por un juicio más contextual, se adopta. Más allá del otro el punto de vista del "otro particular", con sus peculiaridades, los sentimientos, los detalles y se basa en la responsabilidad por los demás.
Supone una preocupación por la posibilidad de omisión, es decir, no sólo hay que evitar el mal, sino que hay que procurar el bien, porque tenemos una responsabilidad por el otro, que implica no sólo no vulnerar sus derechos, sino que tenemos un deber moral de obrar por los demás. No hacerlo puede ser inmoral. ¿Podemos reducir el problema de los universales a cuestiones de género? Evidentemente no. La misma Gilligan así lo entiende cuando sostiene que: la voz distinta que yo describo no se caracteriza por el sexo sino por el tema.
Su asociación con las mujeres esuna observación empírica [... ]. Pero esta asociación no es absoluta; y los contrastes entre las voces masculinas y femeninas se presentan aquí para poner de relieve una distinción entre dos modos de pensamiento y para enfocar un problema de interpretación, más que para representar una generalización acerca de uno u otro sexo. * ¿Esa distinción corresponde a un sexo particular? Entiendo que no, pero es evidente que hay tendencias en uno y otro sexo que marcan acentuaciones diferentes. No es una cuestión que parte de la esencia, sino del contexto cultural, social, de raza, de religión, de condiciones externas que van configurando miradas diferentes sobre las acciones. No se trata de "estar a favor o en contra", sino de entender los matices y el aporte en general de la teoría de Gilligan.
Al marcar "Si los varones tienden a ver los problemas éticos desde la universalidad de la ley y las mujeres desde la particularidad de cada persona, ello implicaría dos maneras diferentes --no subalternas ni opuestas, sólo diferentes de comprender el obrar humano". esa "voz diferente", lo que hizo fue poner sobre la mesa una cuestión que, por olvido u omisión, se nos estaba escapando: la voz de las mujeres tiene diferentes matices que si bien siempre estuvieron en los de éticos, muchas veces quedaron invi por corrientes que relegaron lo femenino al ámbito de lo privado y lo doméstico, que es donde se desarrollan las virtudes consideradas como "femeninas", de acuerdo al pensamiento de Victoria Camps*. Pero el problema dista de tener una respuesta unívoca.
Ir más allá de las categorías de sexo y género y de lo público y lo privado, del "otro generalizado" y del "otro concreto", implica dar un paso más en la búsqueda de la igualdad entre varones y mujeres. Y por ello debemos buscar los valores que consideramos sagrados para poder hablar de universalismo y de particularidades.
En esta línea de pensamiento, pero en una autora que no es a mi criterio lo suficiente mente estudiada, se encuentra Simone Weil. * En el libro editado en 1949, Echar raíces, un libro brillante, difícil de digerir para quien no esté entrenado en la filosofía política y en los grandes libros sobre política de todas las épocas, alerta sobre temas tan profundos como oscuros, tan necesarios como incómodos.
Allí la pensadora francesa sostendrá que no podemos hablar de derechos sin una referencia a lo que obliga el hecho mismo de ser persona, porque la obligación frente al otro es una necesidad absoluta y precede a la noción de derechos. En este sentido, los derechos siempre están sujetos a condiciones determinadas y son materia contingente, mientras que las obligaciones responden al plano de lo absoluto.
Vale la pena transcribir un texto particularmente interesante, aunque extenso: interesante, aunque extenso: "Lograr el equilibrio implica que la tensión provocada por lo universal y lo particular, por el sexo y el género, por lo úblico y lo privado, se convierta en una útensión creadora", y no en una "tensión dialéctica' que para que subsista una debe perecer la otra". Oswaldo Guayasamin La noción de derecho, al ser de orden objetivo, no se puede separar de las nociones de existencia y de realidad. Aparece cuando la obligación desciende al ámbito de los hechos; entraña siempre, por tanto, en cierta medida, que se tomen en consideración supuestos de hecho y situaciones particulares. Los derechos siempre están sujetos a condiciones determinadas. La obligación sólo puede ser incondicionada. Se sitúa en un ámbito que está más allá de toda condición porque está más allá de este mundo. Los hombres de 1789 no reconocían tal ámbito. Sólo admitían el de las cosas humanas. Por ello partieron de la noción de derecho. Pero quisieron instaurar principios absolutos. Esa contradicción les hizo caer en una confusión de lenguaje y de ideas aún presente en la confusión política y social actual. El ámbito de lo eterno, lo universal y condicionado es distinto delámbito delas condiciones de hecho; y en él habitan nociones diferentes, ligadas ala parte más secreta del alma humana.
El objeto de la obligación, en el ámbito de las cosas humanas, es siempre el hombre en cuanto tal. * Esta tensión entre el ámbito de lo universal y el ámbito de lo contingente es una tensión propia de las cosas humanas. Cuando distinguimos ambos órdenes, podemos captar con mayor claridad la profundidad del valor de lo universal pero también de lo contingente. El problema se da cuando reemplazamos uno por otro. Por ello entiendo que debemos tener en cuenta la respuesta de Simone Weil: cuando el hombre deja de considerar como sagrada la obligación de cuidar al otro, convierte el derecho en algo absoluto. De allí que A.
Camus se pregunte en El hombre rebelde si se puede, lejos de lo sagrado y de sus valores absolutos encontrar la regla de una conducta. * Se trata de rescatar lo que es verdaderamente absoluto y ubicar en su lugar lo que es contingente.
Pero si vivimos en un mundo desconsagrado, difícilmente podremos entender la necesidad de las leyes universales para actuar de modo ético con las personas o, en el cuidado de las personas, a las que consideramos sagradas, elevamos ese cuidado a categoría universal. (... )* * Texto completo y referencias disponibles en www.humanitas.cl. en www.humanitas.cl. Veintiséis años sirviendo al encuentro de la fe y la cultura www.humanitas.cl www.humanitas.cl.