Una conquista cultural: Chile inaugura su mejor sala de conciertos
Una conquista cultural: Chile inaugura su mejor sala de conciertos Con la inauguración de la Gran Sala Sinfónica Nacional, la Universidad de Chile y el país entero celebran la concreción de un postergado anhelo: un espacio con acústica excepcional, diseño funcional y admirable presencia estética, al servicio de las grandes obras del repertorio sinfónico y sinfónico-coral. Esta sala no solo se alza como la mejor de Santiago, sino también como un hito cultural que proyecta a Chile con dignidad y excelencia en el mapa internacional de la música.
Durante décadas, los conjuntos estables de la Universidad de Chile --la Orquesta Sinfónica Nacional, el Coro Sinfónico, los elencos de cámara y los solistas-aguardaron con legítima esperanza un recinto que respondiera a las más altas exigencias acústicas, técnicas y artísticas. Hoy, esa necesidad histórica ha sido finalmente satisfecha. La nueva sala fue concebida según los estándares internacionales más exigentes para albergar obras de gran envergadura.
Desde su diseño se puso especial cuidado en la calidad acústica, logrando claridad en cada línea instrumental y vocal, una reverberación adecuada, proyección sonora envolvente y equilibrio general que evita tanto zonas muertas como resonancias excesivas. La percepción del sonido ofrece una intimidad admirable, incluso en pasajes de máxima sonoridad.
Desde el punto de vista escénico, cuenta con un escenario amplio y versátil, capaz de acoger hasta 120 músicos y coros de más de 100 voces, con podios reforzados, graderías traseras y dispositivos móviles que permitirán, incluso, interpretar óperas en versión de concierto. El diseño de la sala responde al modelo de las grandes capitales musicales y se inspira en el concepto "viñedo", lo que garantiza visibilidad óptima desde todos los sectores y una dispersión sonora equilibrada. La capacidad --1.078 butacas-permite una afluencia generosa de público sin sacrificar la calidad de la experiencia auditiva.
También se ha puesto esmero en el confort del público: asientos cómodos y silenciosos, aislamiento total del ruido exterior (la sala se encuentra varios metros bajo tierra), climatización imperceptible, accesibilidad universal sin comprometer la acústica, e iluminación escénica flexible que realza la vivencia sensorial.
En suma, esta sala no es solo un logro institucional de la Universidad de Chile: es una conquista para la cultura nacional, un espacio de excelencia que eleva el estándar de lo posible en nuestras artes musicales.
El concierto inaugural se inició con la "Obertura Festiva", de Juan Orrego-Salas, obra vibrante que pareció escrita para un momento como este: su rítmica enérgica, el colorido orquestal y el aire celebratorio marcaron desde el primer acorde un tono de alegría y solemnidad, conforme al espíritu del acto. Fue también un justo homenaje a uno de los compositores chilenos más relevantes del siglo XX, cuya figura representa la unión entre creación musical, vida académica y proyección internacional. La Novena Sinfonía de Beethoven, que cerró la velada, constituyó un momento de profunda significación artística y simbólica. Bajo la dirección de Maximiano Valdés, la Orquesta Sinfónica y el Coro Sinfónico de la Universidad ofrecieron una lectura sólida y musicalmente coherente de esta obra monumental. La interpretación permitió palpar no solo la fuerza expresiva de los conjuntos estables, sino también las extraordinarias posibilidades acústicas del nuevo recinto. Como es natural en esta etapa inicial, los músicos deberán emprender un proceso de adaptación a un entorno más generoso y nítido que el que durante años condicionó su trabajo. En esta sala todo se escucha, lo bueno y lo no tanto.
En el cuarto movimiento, núcleo simbólico y emocional de la sinfonía, los solistas Carolina GarcíaValentín (soprano), María Luisa Merino (mezzosoprano), Gonzalo Quinchahual (tenor) y Cristián Lorca (barítono) cumplieron con solvencia sus exigentes intervenciones, pese al desafío de proyectar sus voces sobre una masa sonora imponente. Esta sección final fue abordada con energía y convicción, en un tempo de gran impulso que destacó el brío y el carácter afirmativo del Himno a la alegría, sin sacrificar firmeza ni nobleza. Fue, en definitiva, una interpretación que honró la historia de esta sinfonía y marcó con altura el inicio de una nueva era para la música sinfónica nacional. Crítica de música Una conquista cultural: Chile inaugura su mejor sala de conciertos JUAN ANTONIO MUÑOZ H. GRAN SALA SINFÓNICA NACIONAL El maestro Maximiano Valdés dirigió el concierto de inauguración de la Gran Sala Sinfónica Nacional. CRISTIAN CARVALLO. -