Autor: Cátedra Gonzalo Rojas
Antonia Torres: La poesía es detenerse y mirar
Antonia Torres: La poesía es detenerse y mirar GanaDora De BeCa De resiDenCia Gonzalo rojas 2025 Antonia Torres: La poesía es detenerse y mirar Antonia Torres Agüero (Valdivia, 1975) acaba de ganar, entre 108 aspirantes de 17 países, la Beca de residencia Gonzalo Rojas 2025, de la Universidad de Concepción.
Poeta, narradora, investigadora, docente, de su obra pueden destacarse los poemarios Orillas de tránsito (2003), Inventario de equipaje (2006), Umzug (2012) y Los detalles del mundo (2022) y las novelas Las vocales del verano (2017) y Libros marcados (2023). Aún bajo el influjo de la noticia y las felicitaciones, le enviamos este cuestionario.
En pocas horas teníamos de vuelta sus palabras: intensidad y lirismo. -"Todas las cosas del mundo hablan y hay que aprender a escucharlas", afirmó en una entrevista. ¿Cómo entrenar el oído poético para esa fecunda escucha? ¿ En un mundo tan ruidoso, también nos habla el silencio? -Es una pregunta desafiante, porque afinar el oído poético es un asunto difícil en nuestra contemporaneidad cruzada intensamente por el bombardeo de los medios de comunicación de distinto tipo.
Las muy heterogéneas plataformas digitales, por decirlo de modo muy general, ofrecen una oferta infinita y casi a la medida de nuestro target cultural y social, dándonos la sensación de vivir en un mundo "a nuestra medida". Una especie de "mundo perfecto" en el que solo nos cruzamos con las personas, los temas y los mensajes que nos interesan.
Entonces ¿ qué espacio dejamos a la sorpresa que pudiera abordarnos en el aparente marasmo de lo cotidiano? ¿ Qué lugar queda para el asombro de lo inesperado? ¿ Qué momentos restan al silencio, ese que habla de otro modo que no tiene palabras y que los poetas intentamos articular en un lenguaje? Por eso la poesía es detenerse y mirar.
La poesía es susurro que hay que aprender a escuchar. -Ha dicho que la poesía y el arte en general son la suma de fracasos; pero también, ante la pregunta por la emoción predominante en uno de sus libros, mencionó la alegría. ¿De qué forma moverse en esa cuerda fina y tensa entre la derrota y la felicidad? -Es que son energías o polos propios del vivir, ¿o no? Pero ojo: creo que la idea de fracaso puede ser muy productiva, por lo demás.
Más aún en este mundo utilitario y "exitista". Cuando dije eso lo dije pensando en que todo gesto artístico es una forma de dar cuenta de que los lenguajes humanos no le apuntan, no dan en el clavo, no alcanzan o apenas rozan aquello que es importante decir, dibujar o indicar. Entonces, cada poema es un fracaso en la medida que es apenas un intento por dar forma a lo invisible, al misterio, a lo trascendente. A lo que no tiene voz. Pero que, aun cuando fallamos, cada intento conforma parte de esa gran obra que es la creación artística.
El documento individual y humano de este enigma que es vivir. -Se ha repetido que la patria s e n t i m e n t a l suele ser la infancia, ¿qué e vo c a c ione s de ese periodo la frecuentan más? ¿ Cuántos caminos le abrió el ejercicio poético de su papá y la guía capital de su mamá? -Hablo un poco de eso en mi novela o relato autobiográfico Libros marcados (Random House 2023): de la educación poética temprana, por decirlo de algún modo. Creo que, como decía Teillier, practicar la poesía es volver o permanecer en ese tiempo mítico, ese espacio fundacional de la infancia. El mundo como recién visto o como recién experimentado. Y claro, en ese marco mis figuras paterna y materna son capitales. Para bien y para mal.
Mi padre era poeta (Jorge Torres Ulloa, 1948 2001) y mi madre, Tatiana, aunque sin escribir, lo ha sido siempre a su modo. ¿Qué significa eso?: asombro ante el mundo, celebración y capacidad de gozo, consciencia de la muerte y la propia Cátedra Gonzalo Rojas Escritora, periodista, Magíster en Literatura Hispanoamericana Contemporánea y Doctora en Filología Románica, la poeta valdiviana ha desarrollado una intensa carrera profesional en la que se han combinado la poesía, la narrativa, la docencia y la investigación científica.. Antonia Torres: La poesía es detenerse y mirar desaparición, afán por trascender o superar la banalidad de lo cotidiano. Son cosas que se aprenden en la infancia y que vamos olvidando a medida que envejecemos.
Yo estoy por volver o estar todo lo que se pueda en ese estado. -A juicio de Mario Vargas Llosa, «en la poesía todo está puesto al servicio del lenguaje, mientras que en la novela el lenguaje, incluso si es muy rico y cautivante, está al servicio de la historia que se quiere contar». ¿A usted, que ha cultivado ambos géneros, qué reflexión le merece esta idea? -Me gusta más pensarme como poeta que como novelista. Ni siquiera estoy tan segura de si esas dos "novelas" sean un ejemplo paradigmático del género.
En cambio, creo más en la función poética del lenguaje, que es aquella que privilegia más que un supuesto "mensaje" o contenido a transmitir, las formas, el estilo, los efectos que la materialidad del lenguaje tiene en los lectores u oyentes. Por decirlo de otro modo, me interesa más el significante que el significado; este último siempre tan discutido, tan polémico, tan arbitrario.
Me interesa la literatura como una experiencia del lenguaje que no pretende decir algo desde una proverbial sabiduría, sino que más bien se lleva a cabo para explorar algo que no conocemos o no entendemos del todo. Creo que la poesía es el género privilegiado para eso, porque se conecta con el ritmo, el sonido, la música. Se conecta con una especie de habla atávica y primordial que cada uno de nosotros lleva sin saberlo.
Me interesan en algún sentido menos las historias y más el despliegue material de un lenguaje limitado para dar cuenta de unas experiencias extrañas, inclasificables, ilimitadas. -Por su ejercicio literario, ha debido develar, con cierto pudor, escenas que son memoria íntima de la familia. "En el fondo, de eso se trata el arte, de que las cosas dejen de ser tuyas y sean del resto", ha afirmado al respecto... ¿Practica el escritor una especie de nudismo sentimental? -En gran medida sí. Pero ojo que una cosa es desnudarse y otra exhibirse. Porque el arte en general siempre ha hecho eso: transforma una experiencia única, privada, personal en OPINIONES Twitter @DiarioConce contacto@diarioconcepcion.cl Foto: rapHael sierra p. un asunto de importancia universal.
Allí radica una especie de paradoja, pero a la vez de inteligencia poética que hacen que lo que era solo tuyo como artista, de pronto ya no te pertenece solo a ti porque resulta que era humano. Y de ese modo resuena, reverbera en otros y otras de una manera distinta que suma, completa, agrega a lo que tú querías decir.
La experiencia poética en general es eso: una especie de comunión de sentido. -Ahora que su nombre estará unido al de Gonzalo Rojas, en virtud de esta beca, ¿qué sintonías ha encontrado en la obra de este grande de Chile? -Por esas casualidades de la vida conocí a Gonzalo Rojas varias décadas atrás en Valdivia, cuando él preparaba su libro "Río Turbio", con mi padre, Jorge Torres, como editor; junto al escritor, artista visual y también editor, Ricardo Mendoza. Recuerdo que conversamos de Alemania, un país que él apreciaba mucho y al que yo iba pronto a dirigir mis pasos. Comimos un espléndido caldillo de congrio de la mano de mi padre y contó anécdotas gastronómicas muy sabrosas venidas de sus muchos viajes por el mundo. A mis 20 años yo ya lo había leído con mucho interés y fascinación, sobre todo porque me parecía que su lenguaje escapaba un poco al de sus contemporáneos de un modo original, vitalista, moderno. Bebía del surrealismo que lo vio crecer, qué duda cabe, pero hacía suya esa escuela y sus métodos de un modo más escéptico, con menos estridencia y mayor calado, creo yo. Más descreído de los poderes proféticos y tutelares de la poesía, rasgo tan en boga con un cierto Neruda.
Además, miraba con un ojo fino y único el detalle: "Al fondo de todo esto duerme un caballo". Un caballo que es largo de oído, que tiene facha de loco... ¡imagínate! Porque en ese hallazgo de lo aparentemente intrascendente la poesía de Gonzalo Rojas hace saltar imágenes como chispas breves pero intensas. Imágenes que insisten en dar con algo y lo hacen con ritmo, con pulso, con sonidos. Una imagen que disuelve los límites de la mirada humana, en este caso: el caballo sabe, el caballo nos mira, el caballo sabe de sí mismo. Y lo hace con esos fracasos que no dan en el clavo, como decía más atrás, pero que configuran una obra caótica, hermosa e inconmensurable. Allí mismo quisiera tener mis sintonías con su poesía..