Autor: Por Pablo Ortúzar
Columnas de Opinión: Crítica de la razón pinochetista
Columnas de Opinión: Crítica de la razón pinochetista no de los mayores dramas de la vida política es que uno siempre construye, enbuena medida, a su adversario. Por eso las acusaciones y recriminaciones respecto a “quién empezó” se proyectan y fragmentan hasta el infinito. Y, también por eso, la falta de matices produce monstruos.
En Chile, la última guerra en la casa de los espejos involucra a la nueva izquierda + PC comprometida con el proyecto constitucional rechazado el 4S, queexpresó la voluntad clara de terminar con el Chile de los acuerdos y arrasar políticamente a la derecha en el plano institucional; y auna nueva derecha que experimentó ese ataque como amenaza existencial, decidiendo también dejar de lado los consensos básicos de la transición y aprestarse a la lucha total.
Y si la nueva izquierda considera, en su desmesura, que Juan de Dios Vial equivale a Manuel Contreras, ya que nada ni nadie bueno puede estar vinculado a la dictadura -al punto que hasta los hijos, como Isabel Amor, deben responder por los padres-, la nueva derecha también se apura en borrar toda concesión o reconocimiento alcanzado en tiempos más tranquilos.
El pinochetismo, que parecía haber decaído después del caso Riggs, ha recuperado vitalidad impulsado por las furias de octubre y por la desastrosa conmemoración delos 50 años del Golpe, marcada por la pretensión de una facción gubernamental de reivindicar el proyecto de la Unidad Popular.
Esto, al punto de que este 11 de septiembre apareciera un video de la Juventud del Partido Republicano celebrando el Golpe frente a La Moneda y sugiriendo que las luchas políticas de hoy son las mismas de 1973. ¿Pero es razonable, más allá de la mímesis, que un partido de derecha defienda hoy esta posición? Mi opinión es que, bajo sus propios argumentos, la respuesta es negativa. Considerar el Golpe de Estado de 1973 como necesario, en el sentido del escenario menos malo realmente posible en una situación extrema con pocas alternativas, es distinto a considerarlo bueno o deseable. De hecho, la excusa para conmemorarlo durante todo el régimen fue haberse librado de algo peor, y no su propia bondad. Todo el punto de la Constitución del 80 era rehabilitar la República, pero bajo tutela y blindaje. Y si uno se toma en serio las razones dadas por los protagonistas del Golpe para justificarlo, se trataría de un evento trágico, pero sin remedio. Y resultaimposiblefundarun proyecto político a partir de un evento trágico que sus propios protagonistas hubieran deseado evitar.
Si alguien piensa que la razón principal del Golpe fue intentar preservar la libertad republicana frente a una amenaza directa del totalitarismo comunista, entonces lo que corresponde defender enlas condicionesactuales sería el régimen democrático y republicano vigente, disponiéndose a los sacrificios y es-fuerzos que fueran necesarios para ello. Fantasear con salidas autoritarias derrota el propio fundamento de legitimidad de aquello que se pretende reivindicar.
Por último, la pretensión de que la crisis chilena de hoy es similar a la de 1973 es débil: las condiciones sociales, económicas y políticas son muy diferentes, más allá de aquello común a toda crisis. Tenemos una democracia más madura y una estructura sociodemográfica distinta.
Por lo mismo, el que considere que sería mejor abandonar esa democracia en el contexto actual es más bien un fascista -un heredero de Avanzada Nacionalque un demócrata desesperado, pues lo único que quedaría parajustificar su postura sería el desprecio directo por la democracia moderna. En suma, creo queesirresponsable y frívolo hacer política hoy celebrando el Golpe de 1973 y el régimen militar como algo bueno, además de ser una postura que se derrota a sí misma. Y todo esto sin siquiera tocar aún el punto respecto del terror y al horror vividos por miles de chilenos bajo la dictadura, que no puede ser ignorado. Pero me temo que la lógica antagonista e identitaria inaugurada por la nueva izquierda y el PC tiene el efecto de promover una escalada a los extremos en cuanto a los discursos políticos. No es, además, algo que esté pasando exclusivamente en Chile. Pero eso no es excusa para entregarse sin más a la tontera disfrazada de coraje..