Autor: Gonzalo Serrano del Pozo Doctor en Historia, director de Postgrado Facultad de Artes Liberales Universidad Adolfo Ibáñez
El Roto olvidado
Tenido por el Ejército Restaurador contra la Confederación Perú-Boliviana en Yungay, localidad ubicada al norte de Lima.
El acontecimiento, que costó la vida a más de 1.500 soldados, aunque durante décadas se celebró como el “Día del Roto chileno”, hoy en día casi no se recuerda ni tampoco importa en Chile, Perú ni menos en Bolivia. Debe ser porque la guerra aparece como algo cada vez más lejano y los nacionalismos como algo propio de “fachos”. Sin embargo, forzar el olvido sobre aquello que nos incomoda implica un riesgo.
Así lo advertía el historiador Joaquín Fermandois hace una semana, a propósito del retiro de la estatua de Baquedano y esa intención de querer eliminar de nuestra existencia todo lo relacionado con la historia militar, hasta llegar al peligro de que nos transformemos en una sociedad sin memoria. Apropósito de esto, el historiador Mario Góngora, hace cuarenta años, publicó uno de los ensayos más interesantes que se han realizado sobre la historia de Chile. En una de las tantas reflexiones, Góngora observaba respecto del siglo XIX: “Cada generación, podemos decir, vive una guerra.
Primeramente, la ofensiva lanzada en 1813 por el Virrey del Perú desencadenó las guerras de Independencia, que trajeron como consecuencia la creación del nuevo Estado (... ) Más tarde se suceden, a lo largo del siglo, la guerra de 1836-1839 contra la Confederación Perú-Boliviana de Santa Cruz, la guerra naval contra España (1864-1866), la guerra del Pacífico (1879-1883) vivida como guerra nacional, y, por último, la guerra civil de 1891”. El siglo XIX, afirma Góngora, estuvo marcado por las guerras. Esto queda en evidencia cuando recorremos nuestras ciudades. Los nombres de muchas plazas, calles y avenidas surgieron inspirados por este espíritu. Valparaíso, por ejemplo, es un registro cronológico de estos hechos, partiendo por la calle Independencia.
Bastante más corta, la calle 12 de febrero, a un costado de la Casa Central de la PUCV, recuerda la decisiva batalla por la emancipación en Chacabuco, que E 20 de enero se cumplieron 184 años del triunfo obtambién tiene su propia calle.
El triunfo de Yungay, al que hacíamos referencia al inicio, también ha sido recordado a través de una calle y, a su vez, la Plaza Victoria, antes plaza Orrego, fue rebautizada así luego del fin de la Confederación Perú-Boliviana. La guerra del Pacífico está más presente que todos los otros conflictos.
Desde el monumento a los héroes de Iquique, la plaza Aníbal Pinto en el centro del puerto, pasando por las calles Prat, Serrano (no hay parentesco, lamentablemente), Cochrane, Esmeralda y otras muchas más que abundan en el puerto. Viña del Mar también fue parte de este interés por homenajear a quienes estuvieron dispuestos a dar la vida por la patria.
Aunque muchos de sus propios habitantes lo desconozcan, algunas de las calles y barrios nos recuerdan este pasado guerrero del que hablaba Góngora, comenzando por la Avenida San Martín, que recuerda el rol del argentino en la consecución de nuestra Independencia.
Los barrios Chorrillos y Miraflores, en tanto, fueron bautizados de esa forma en homenaje a las batallas que se libraron en esos poblados durante la guerra del Pacífico, que permitieron acabar con la resistencia que existía en torno a la capital peruana y donde tuvo un rol protagónico José Francisco Vergara, fundador de la ciudad. Asimismo, la avenida Jorge Montt recuerda al almirante que llegó a la presidencia luego de la guerra civil de 1891 y el suicidio de José Manuel Balmaceda. Así suma y sigue.
En Chile, no hay ciudad, que se precie de tal, que no tenga una calle que lleve el nombre de alguno de los héroes de guerra como O “Higgins, Carrera, Freire, San Martín, Prat, Condell o Serrano, o de alguna batalla como Maipú, Chacabuco o Independencia. Limache incluso tiene una llamada Viva Chile. Contrario sensu, en tiempos actuales, cada una de estas ciudades pareciera competir por ser la más patriota. Finalmente, la guerra en Ucrania, que está próxima a cumplir un año, es un llamado de atención que nos advierte que las guerras seguirán existiendo, porque son algo propio de nuestra compleja naturaleza.
De igual forma, y a pesar de que se nos olviden algunas batallas como la de Yungay, los nacionalismos y el espíritu bélico del que hablaba Góngora, parecieran estar mucho más presentes de lo que creemos o de los que algunos quieren en el ADN de los chilenos. Así quedó en evidencia en el plebiscito del 4 de septiembre cuando una mayoría se opuso a la plurinacionalidad que proponía la nueva Constitución. El siglo XIX, afirma el historiador Mario Góngora, estuvo marcado por las guerras. Esto queda en evidencia cuando recorremos nuestras ciudades. Los nombres de muchas plazas, calles y avenidas surgieron inspirados por este espíritu”.