La mala convivencia
La mala convivencia convivencia hile no es el peor lugar del mundo en donde vivir. Ni siquiera está entre los peores de la región, sino más bien todo lo contrario, según índices y datos concretos. Es lo que explica la inmigración.
Quizás en el pasado reciente, durante la dictadura, era un pésimo sitio para una gran mayoría: nadie puede estar totalmente a gusto en un país en donde un número importante de personas vive con miedo a decir lo que piensa.
Por mucho que una dictadura se acomode a los propios intereses habitando una burbuja social, cualquiera con un mínimo de sensibilidad tendrá que enfrentar que no es un detalle inocuo vivir en donde el Estado detiene, tortura, exilia y desaparece personas por gusto mientras los tribunales miran al techo. Ese sí que se acercaba a ser el peor de los mundos.
Desde el inicio de la transición en adelante, ni el autoritarismo hipócrita de los llamados poderes fácticos, ni la constatación de abusos de todo tipo, ni nuestro atávico impulso a la segregación social y el clasismo han convertido al país en ese lugar particularmente invivible que a veces se describe para ganancia electoral. Ninguno de los vicios enumerado, por lo demás, es ajeno a las sociedades vecinas. La frase hecha de que "solo en Chile" ocurren determinadas injusticias no es real: la nuestra es una sociedad muy imperfecta, pero está lejos de ser la peor de todas. No se trata de guarecerse en el consuelo de los tontos que buscan el mal de muchos, sino de enfrentar la realidad con la menor cantidad de filtros posible. No lo dice alguien particularmente optimista ni chovinista. Sin embargo, actualmente es muchísima la gente que piensa lo contrario, que habitamos un país en el que apenas se soporta el día a día. Es cierto que en gran medida la percepción está filtrada por una agenda mediática que tiende a mostrar una catástrofe criminal perpetua, pero ni siquiera eso invalida la expresión de una insatisfacción tan extendida.
Esa percepción de una realidad cotidiana amenazante es algo que debe tener una interpretación más profunda, que en algún punto está relacionada con algo que la centroderecha no atendió a tiempo en 2019 y que la centroizquierda no está tomando en cuenta actualmente, o más bien que lo ha hecho de manera tan tardía que está pagando las consecuencias con el avance de la ultraderecha.
Según un estudio de clima social dado a conocer esta semana por la Facultad de Ciencias Sociales de la UDP, el 94% de las personas encuestadas "menciona una palabra negativa al pensar en la manera en que se tratan hoy a las personas en Chile". Las más repetidas son "malas", "desigualdad", "desconfianza", "inseguridad" e "indiferencia". Es decir, no es que la inseguridad haya reemplazado a la desigualdad, sino que se agregó como un elemento más de una experiencia vital cotidiana bastante Por Oscar Contardo Por Oscar Contardo Por Oscar Contardo Por Oscar Contardo Por Oscar Contardo ingrata, según los resultados.
La evaluación del entorno, indica el estudio, empeora en la medida que se expande desde el ámbito más cercano y directo, el vecindario o barrio, al ámbito más general o nacional: hay una queja muy marcada por la falta de respeto a las normas y por la gestión de las autoridades en la organización y el orden: un 65% de los encuestados respalda la afirmación de que "la sociedad chilena está tan desorganizada que parece estar perdiendo su dirección". Es como si para una mayoría la vida más allá de su propia casa fuera un caos al que no vale la pena acercarse; de hecho, hay un 40 por ciento que no cree que la frase "el país se está cayendo a pedazos" sea una exageración. Claramente lo es, si uno atiende a las cifras, los índices y datos. Pero la gente no vive en una tabla de datos, sobre todo cuando se siente defraudada.
La extendida percepción de desorden no significa, a la luz de los datos entregados, abrazar valores conservadores respecto de temas de autonomía personal, porque el estudio da cuenta de un apoyo abrumador al uso de la píldora del día después, al aborto en tres causales y al uso de anticonceptivos sin receta médica. Por lo que no se trata de una ultraderechización de la población en ese sentido, sino un reclamo por tener que soportar una hostilidad ambiental espesa que se malvive a diario. Los chilenos parecen demandar un orden que permita desenvolverse cotidianamente en la calle sin vivir en estado de alarma ni sentirse maltratados.
La ensoñación colectiva a la que apeló durante tanto tiempo el Frente Amplio, a la luz de los datos del estudio de la UDP, aparece reducida a su mínima expresión, bajo la sombra no ya de un árbol frondoso y la solidaridad de un líder carismático, sino de una individualidad hosca, marcada y cabreada. Uno de los datos más delicados del estudio surge en el apartado que midió la aceptación o rechazo a que determinados grupos de personas fueran eventualmente vecinos de los encuestados.
La mayoría se mostró indiferente a las opciones presentadas, excepto en dos casos en los que hubo un rechazo contundente: Un 63% se opuso a tener como vecinos inmigrantes venezolanos y un 58% a tener como vecinos inmigrantes colombianos. Para demasiados compatriotas nuestro país en la actualidad es algo parecido al peor de los mundos. Las razones para que así lo crean pueden ser muchas, algunas espurias o difíciles de sostener en los hechos, pero es la experiencia de la que da cuenta una gran mayoría de un modo claro.
A la política no le corresponde el rol de regañar a la población por sus temores, tampoco de hacer pedagogía de emergencia, sino identificar esos miedos y ofrecerles una solución; algo en lo que falló el actual gobierno en sus inicios, abriéndole camino al adversario más radical para que ofreciera su propia receta de orden, una con la fecha de vencimiento caducada, cuyo efecto a largo plazo será aún peor..