Manifiesto para un mejor año
Manifiesto para un mejor año significativas al Código del Trabajo; hacer una gran reforma tributaria; suscribir tratados de libre comercio, instalar la Jornada Escolar Completa; hacer la reforma procesal penal; democratizar la Constitución y la Corte Suprema; aprobar el Chile Solidario y el Plan Auge, el pilar solidario y la Pensión Garantizada Universal, el aumento de las Salas Cuna y tantos otros cambios significativos, que se han legitimado en el tiempo. Pero ya el segundo gobierno de Bachelet introdujo cambios que no envejecen bien. El segundo de Piñera y el actual tienen pocas obras mayores que mostrar. El decaimiento de la política ha sido factor decisivo en el estancamiento de la economía.
La majadera actitud plañidera lamentándose de la mala política incide tanto como maldecir el mal Sabemos que los deseos de año nuevo que expresamos no harán más felices a quienes los reciben ni nosotros lo seremos por los que nos manifiestan. Sabemos que nuestra felicidad venidera depende de la fortuna y de que atinemos con nuestra propia conducta y empeño. Asimismo, sabemos que lo que sí puede hacer una diferencia es hacernos propósitos para el año que se inicia y cumplirlos. Eso sí puede evitarnos sucesos desgraciados y prepararnos a enfrentar mejor los fortuitos. Haríamos bien en aplicar esta pragmática también a nuestra vida colectiva y a la política, pues también sabemos que, para que el año nos sea bueno y próspero, también debe serlo la vida colectiva. Deseamos que el 2025 sea un buen año para Chile, pero no nos hacemos propósitos para la vida colectiva. Nos decimos que es poco lo que podemos influir con acciones individuales.
Pero, ¿no hacemos pequeños actos personales --como reciclar-para salvar el planeta? ¿ Acaso no podríamos igualmente mejorar el estado de la política si, con actos individuales, creamos un cierto estado de opinión pública? Algunos ponen sus fichas en el próximo cambio presidencial; pero es improbable que un nuevo gobierno sea realizador, porque el problema fundamental de nuestra institucionalidad no radica en la presidencia, sino en el Congreso. Chile vivió años en los que los gobiernos, sin mayoría parlamentaria, fueron capaces de reformas tanto o más complejas que la de pensiones que vive horas de agonía. Es el mismo Chile, el que, en medio de estrechos y riesgosos desfiladeros, logró reconocer las violaciones a los derechos humanos y expresar cierta compasión por las víctimas. En medio de recelos ideológicos tanto o mayores a los de hoy, ese, el mismo Chile, logró acordar reformas mente a las y los diputados, con atender las necesidades de pequeñas audiencias leales. Una reforma al sistema electoral y de incentivos políticos que haga menos probable el fraccionamiento y el individualismo parlamentario es condición necesaria, aunque no suficiente, para salir de la mediocridad en que nos encontramos. No será fácil. La reforma política deberá pasar por encima de los partidos chicos y de los parlamentarios independientes, que, astutamente, ponen trabas procesales y presentan alternativas inocuas.
Los partidos grandes tienen la mayoría para hacerlo, pero tendrían que pagar el costo de p e l e a r s e con aliados que les permiten ocasionales mayorías y les suman votos de lista en las elecciones.
El Gobierno, que tendría que salir con liderazgo de la posición de confort neutral en que se haya y empujar decididamente una reforma, se ve enfrentado al costo de tensionar su coalición en un año electoral. Es difícil que fructifique una reforma política. Podemos estar seguros de que nada ocurrirá si no hay una ola de opinión pública que lo exija. Mientras los incentivos institucionales de la conducta política sigan allí, nada sacamos con desearnos un feliz año colectivo. Sin ese cambio, si no nos hacemos ese propósito, podemos apostar que se mantendrán las prácticas parlamentarias, aumentará la frustración con la política y la probabilidad de salidas populistas antisistémicas. n clima. Tampoco remediamos nada con la nostalgia de la Concertación que súbitamente le ha bajado a la derecha. Lo que nos cabe es aprender lecciones y empeñarnos en remedios.
Los cambios no vendrán por azar y solo marginalmente por elecciones presidenciales, mientras la principal traba institucional y la principal f u e n t e d e m a l a s prácticas políticas radiquen en el Cong r e s o.
E s o s m a l e s tampoco ocurren por azar, sino porque los parlamentarios no tienen incentivos para coordinarse y d i s c i p l i n a r s e tras objetivos nacionales. Les basta, particularOPINIÓN Manifiesto para un mejor año MIENTRAS LOS PARLAMENTARIOS NO TENGAN INCENTIVOS PARA COORDINARSE Y DISCIPLINARSE TRAS OBJETIVOS NACIONALES, NADA SACAMOS CON DESEAR UN BUEN AÑO PARA CHILE. JORGE CORREA SUTIL. - - -